La economía estadounidense despega con fuerza
Se cumple ahora un año de la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca. Su figura no deja indiferente a nadie, pues cuenta con quienes le adoran y también con quienes le odian. Pues bien, ahora que nos encontramos en el primer aniversario del inicio de su mandato, al que llegó, para sorpresa de muchos, derrotando a la señora Clinton, no voy a entrar en analizar el conjunto de su política, ya que las opiniones sobre ella deben realizarse en un entorno general y político, pero sí quiero centrarme en la evolución de la economía.
Pues bien, por una parte, nos encontramos con hechos objetivos, como son el potente crecimiento de la primera economía del mundo, en cifras entre el 2,5% y el 3% del PIB, un mercado laboral prácticamente en pleno empleo, un sector industrial reactivado y unos mercados financieros con una revalorización muy importante, de doble dígito, en términos interanuales, junto con inversiones empresariales que se incrementan. Sin duda, todo ello permite que Estados Unidos prosiga con su dinamismo y que su economía despegue con fuerza.
Detrás de ello, nos encontramos con una tendencia iniciada hace algo más de un año, antes de la llegada del presidente Trump. Sería absurdo decir que la fase alcista no había empezado ya antes, como sería también absurdo decir que dicha actividad económica no se ha acelerado con la actual administración. La economía estadounidense cayó rápido al inicio de la crisis de las hipotecas basura, saneó rápidamente su sector financiero y fue la primera en repuntar, fruto, todo ello, de la mayor flexibilidad que tiene siempre la economía de la primera potencia del mundo, gobierne quien gobierne.
En cuanto a las medidas económicas adoptadas por el presidente Trump, las hay positivas y negativas. La más positiva, sin duda, la gran rebaja de impuestos que ha impulsado, con una disminución de casi 15 puntos en el impuesto sobre sociedades, que está consiguiendo hacer atractiva la inversión en el país ante dicha fiscalidad ventajosa. En cuanto a la medida económica más negativa, se encuentra ese afán proteccionista que intenta aplicar el Gobierno estadounidense, poniendo puertas al campo en cuanto a la localización de las fábricas e industrias. Esa medida, pese a que pueda dar buenos réditos en el corto plazo, tiene un difícil recorrido a medio y largo plazo, pues la Administración no debe inmiscuirse en las decisiones empresariales privadas. Con todo ello, con sus luces y sus sombras, la economía estadounidense despega con fuerza en el primer aniversario de la llegada a la Casa Blanca de su actual inquilino.
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