Despropósito e infamia continuados

Despropósito e infamia continuados

Es conocido el llamado «síndrome de la rana hervida», una analogía utilizada para describir el desarrollo de un proceso que parece lento en su avance, pero con efectos tan letales, que cuando se quiere reaccionar, ya es demasiado tarde. Por ello, es conveniente no perder la oportunidad de advertir acerca de la acomodación que se apodera de nuestros sentidos, sumidos en el día a día que nos proporciona la actual política de Sánchez. De entrada, ya es grave que se asimile como una situación sencillamente «normal», algo que resulta inimaginable: que Sánchez haya formado Gobierno con el apoyo de quienes están condenados por haber cometido desde las instituciones, graves delitos para demoler la Constitución y romper España.

Pero la temperatura del agua sigue subiendo de forma constante porque sus socios ya le han advertido —¡desde la cárcel!— que la ley de presupuestos, sin la cual se puede gestionar pero no gobernar —y que sigue siendo la de Montoro—, se aprobará en función de los resultados obtenidos en la «mesa para encauzar la respuesta al conflicto político entre Cataluña y España». El mero eufemismo para enunciar este órgano, delata la infamia que envuelve toda esta situación: Para Sánchez y su partido, lo sucedido en Cataluña no es un golpe de Estado preparado con astucia, premeditación y alevosía desde la Generalitat, sino un  «conflicto político» que, como tal, debe resolverse «políticamente»; es decir, sin tener en cuenta los graves delitos cometidos, ya que hay que «desjudicializar la política».

La infamia continuada no tiene fin. Así, cuando la JEC, el TSJC y el TS determinan que el inefable señor Torra sea desposeído de su acta de diputado autonómico y, como consecuencia, de la Presidencia de la Generalitat —en una interpretación que nadie había cuestionado hasta ahora—, Sánchez viene a Barcelona a rendirle pleitesía, como le ha exigido Junqueras por medio de Rufián.

El papel lo aguanta casi todo, y parece que la rana no es consciente de lo que sucede. Me temo que, a este paso, cuando quiera reaccionar sea demasiado tarde. No olvidemos que el Gobierno se apoya, además de en Podemos y Errejón —no precisamente entusiastas del vigente sistema constitucional—, en fuerzas que han boicoteado la apertura solemne de la Legislatura en un acto de manifiesto desprecio hacia la figura del Rey, que es el Jefe del Estado reconocido en nuestra Constitución. Para que no hubiera dudas al respecto, han verbalizado esta desconsideración con un manifiesto leído en el mismo Congreso, del que se han ausentado después. Ahí estaban representados ERC, Bildu, JuntsXCat,  —el partido de Torra— , el BNG y la CUP; es decir, el conjunto de fuerzas que tienen como objetivo la demolición del régimen como paso previo a la destrucción de España.

Sánchez y su partido pueden hacer con lo que les pertenece lo que quieran —dentro de la ley—, pero España no es patrimonio suyo. Para los españoles que aman a su patria, están aceptando la infamia de someterse a partidos como estos para acceder y mantenerse en el poder.

«No solo de pan vive el hombre», puesto que no somos solo materia, cuerpo y carne. El hombre es un ser espiritual con capacidad de emocionarse, de amar, de pensar y —por lo mismo— con valores, convicciones y principios que alimentan nuestra alma, nuestro espíritu. Entre ellos está el respeto a la verdad, la autoestima, el patriotismo… que se ven profundamente ultrajados ante situaciones como las que comentamos.

Normalmente, «lo que mal empieza, mal acaba». Esta legislatura ha comenzado tan mal, con un Gobierno tan desproporcionado y disparatado, que no puede acabar bien. No es una conjetura aventurar que, cuando la rana quiera saltar de la olla, ya será tarde. Nuestra Historia es pródiga en ejemplos de trágicos finales en situaciones parecidas a la que vivimos, por lo que debemos evitar que siga subiendo la temperatura política. Si no es por patriotismo, que sea por interés, pero rectificar es de sabios.

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