Cuestión de Estado, la Defensa Nacional: «Al Congreso irá lo que deba ir»

No deja de sorprender -a quien no tuviera una idea clara acerca de quien «desde la sombra» maneja los hilos de la «alta» política-, que precisamente cuando se está muy cerca de conseguir que finalice la guerra que comenzó hace más de tres años en Ucrania, la Unión Europea lance el grito acuciante de la necesidad de un «rearme» militar. A sensu contrario hay que llegar a la conclusión de que la Europa occidental organizada políticamente como la UE, se siente, quizás, más segura y confortable mientras continúe esa guerra.
Ya conocemos que el argumento para la ocasión es el cambio de posición de Trump respecto a Rusia, que se considera como una «alianza con Putin contra Europa» y un «abandono americano de Europa». Pero ese argumento es falaz, ya que no hay ningún dato objetivo que acredite que EEUU pretenda abandonar la OTAN , sino que trata de conseguir una financiación más equilibrada de ella. Y tomar a la actual Rusia como un enemigo potencial de la UE, cual si fuera la URSS, es un auténtico despropósito que sólo puede ser entendido como una coartada por parte de los interesados en un rearme militar. Quizás más en concreto en crear un ejército europeo sustituto de los ejércitos nacionales.
El auténtico enfrentamiento con Trump viene provocado por las élites económico – políticas con mando en Bruselas en conexión con el deep state estadounidense, para quienes Trump es su mayor enemigo. El motivo es diverso, pero principalmente vinculado con el final de una guerra promovida por ellos para debilitar a Rusia haciendo negocio con su complejo militar industrial (que necesita de guerras y de amenaza de ellas para su negocio). Además de serlo político-cultural, convirtiendo a la antigua Cristiandad europea en un mero mercado, muy atractivo por su población y de elevado nivel de renta, pero perdidas sus auténticas raíces, ahora sustituidas por una cultura woke, con su religión ecologista, el multiculturalismo suicida, la ideología de género y la -de momento- pacífica invasión del Islam.
Todo ello en aras de conseguir el objetivo geoestratégico de un nuevo orden global unipolar y con ellos al mando. Para avanzar en ese objetivo, los Estados nación -junto a la inmensa Rusia- son un claro enemigo a batir por cuanto sus identidades históricas, su cultura y su religión, protegidas por sus fronteras, obstaculizan ese empeño. En ese campo, Europa es un referente mundial que, aunque alejado de lo que fue, todavía es un obstáculo a la open Society (sociedad abierta), tan al gusto de su servidor Soros como de su amigo Sánchez.
En este campo y con el foco informativo centrado actualmente entre Washington y Moscú, es noticia secundaria la continua llegada de pateras con inmigrantes a la isla de El Hierro. Esta semana han sido 600, mientras la política migratoria del sanchismo se limita a negociar su distribución por el territorio nacional peninsular, con excepción, eso sí, de Cataluña -por exigencia de Puigdemont y más tras el episodio de Salt- y con el País Vasco a la espera.
España aparenta estar sumida en un profundo síndrome de la rana, tras casi siete años de sanchismo que está significando que se normalice como si fuera algo propio de una democracia parlamentaria europea lo que es una situación absolutamente incompatible con ella. Como es el tener un gobierno fracturado internamente ante una nueva política de Defensa que Bruselas considera prioritaria; sin tener presupuestos y como única respuesta de Sánchez -al tener también a sus aliados parlamentarios opuestos a esa política-, afirmar que «irá al Congreso lo que deba ir».
Eso ante una política que por antonomasia es de Estado y que exige un debate con luz y taquígrafos para valorar los pros y contras para nuestra defensa nacional, con un acuerdo plurianual a medio y largo plazo y formalizado en la sede de la soberanía nacional. Y debatido por los representantes del pueblo español. La ronda de contactos con los dirigentes de los grupos parlamentarios incluyó a Bildu y los separatistas y excluyó al tercer grupo del Congreso por ser de la «multinacional ultraderechista» encabezada por Trump. Quizás, cuando España despierte, sea demasiado tarde y la autocracia sanchista sea una demoledora realidad.