La confianza es el plan que necesita España

La confianza es el plan que necesita España

Sumergidos en esta crisis económica derivada de las durísimas medidas que adoptó el Gobierno para tratar de frenar los contagios provocados por el coronavirus, el Ejecutivo sigue sin acertar en la gestión de la economía -en la sanitaria es obvio que lo hizo mal-. Después de provocar el cierre casi completo de la actividad económica, que ha dejado a más de cien mil empresas por el camino, que ha llegado a acumular más de tres millones de ERTE’s y que destruyó un millón de empleos en apenas medio mes, sigue equivocándose.

No ha movilizado liquidez suficiente que garantizase el acceso a la misma a todas las empresas, para evitar su cierre, que fue originado de manera inducida por el sector público a mediados de marzo.

No ha condonado impuestos y cotizaciones a empresas y autónomos en el período de restricciones productivas. Los aplazamientos concedidos llevan el problema hacia delante, pero no lo eliminan, que es lo que habría que haber hecho en justicia, ya que la parada empresarial no ha sido capricho de los empresarios, sino impuesta por el poder público.

No ha desarrollado un plan creíble para el comercio, y los planes de la automoción y del turismo que ha presentado contienen muchas aristas. En el de la automoción, está muy ligado al coche eléctrico, que no responde al grueso de la producción que se realiza en España, de manera que no supone un incentivo tan fuerte como debería ser para aumentar la demanda y fomentar, así, la oferta, además de que llega tarde, tras anunciar Nissan su marcha. El del turismo llega también tarde, la gran mayoría son préstamos, en mucha parte ya anunciados, pues muchos forman parte del tramo ICO de los 100.000 millones de euros, y en buena medida ya fueron expuestos hace semanas, en el acuerdo del Gobierno con Ciudadanos para que la formación naranja les aprobase una de las múltiples prórrogas del estado de alarma.

Y no ha dado ni certidumbre ni seguridad jurídica. Sus pactos con Podemos y Bildu para derogar la reforma laboral de 2012, que tan bien ha funcionado; sus ataques despreciativos a la hostelería y al turismo, con el ministro de consumo tildando a este último de precario, estacional y de bajo valor añadido; y el anhelo nacionalizador de Podemos, con Iglesias a la cabeza, provocan una inseguridad en los agentes económicos que tendrá como consecuencias una disminución de la inversión y el consumo.

Si a ello le añadimos que el Gobierno sigue empeñado en subir los impuestos, desde Patrimonio a IRPF, pasando por Sociedades, homogeneizar Sucesiones y Donaciones -es decir, subirlo- e imponer las mal llamadas tasas Tobin y Google, la inversión encuentra muchos recelos para permanecer en España y, sobre todo, para que nueva inversión llegue a nuestra economía.

El empecinamiento es tal que María Jesús Montero ha dicho que los planes españoles sobre la tasa Google siguen en marcha, pese al riesgo muy cierto de que Estados Unidos contraataque imponiendo severos aranceles a muchos productos españoles, que perjudicaría de manera importante a nuestro sector exportador.

En lugar de tantos anuncios de planes, de tanta política radical y de tanta inseguridad jurídica e incertidumbre, lo que la economía española necesita es confianza, y ésta se logra con un liderazgo determinante y sensato, con un Ejecutivo que con sus actuaciones dé certidumbre y con no poner en riesgo la seguridad jurídica. Ese plan es el que precisa nuestra economía para volver a crecer y a generar empleo, en lugar de esta sinrazón que vivimos, que apuesta por la economía subsidiada en lugar de por la productiva, y que puede meter a España en un callejón de difícil salida, máxime si Sánchez e Iglesias mantienen la indisciplina presupuestaria y su heterodoxa política económica.

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