Opinión

La ‘catedrática’ Begoña Gómez se fue al paro

Suele pasar que cuando uno no cumple con las expectativas que existían a la hora de ser contratado, no se suelen renovar los contratos. Uno de los profesores del máster de Begoña Gómez ha declarado ante el juez Peinado que el número de alumnos que lo han cursado estaba entre 10 y 15 cada año, pese a que, al parecer, ella decía a sus patrocinadores que ascendían a 250, demostrando un apego a la verdad a la altura del de su esposo, el presidente Pedro Sánchez. Teniendo en cuenta que las empresas públicas y privadas que matriculaban a sus directivos en el máster de Begoña recibían posteriormente sustanciosos contratos públicos del Gobierno de España, la cifra de alumnos quedaba bastante por debajo de lo que se podría esperar.

Y si, además del fracaso en el cumplimiento de sus objetivos académicos, los directivos de las empresas que financiaron el máster se ven obligados a acudir a los juzgados para declarar como testigos de una trama de corrupción y tráfico de influencias, que perjudica notablemente la imagen pública de sus empresas, continuar prestando su apoyo se interpretaría como una inversión difícil de explicar y justificar; así que es lógico que se hayan negado a continuar. Como también parece razonable que la esposa del presidente del Gobierno no haya sido capaz de encontrarles sustitutos, razón por la que la Universidad Complutense (UCM) ha decidido poner fin a los másteres de Begoña, pese a que ella había solicitado su renovación.

El reglamento de cátedras extraordinarias de la UCM prevé la posibilidad de que su dirección recaiga «excepcionalmente y por causas justificadas» en «alguien sin vinculación laboral con la Universidad», en cuyo caso obligatoriamente «se designará un/a Co-director/a con vinculación laboral con la UCM»; como ocurrió con el máster de Begoña, para los que la universidad nombró al doctor universitario José Manuel Ruano de la Fuente, profesor titular de su Departamento de Ciencia Política. Pero, en todo caso, dicho reglamento exige que tanto directores como codirectores de estas cátedras extraordinarias respondan «a un perfil de prestigio profesional, técnico y científico reconocido en el ámbito temático del objeto de la colaboración».

Resulta bastante extraño que el reglamento de la Complutense, de enero de 2016, no exija una mínima titulación universitaria para dirigir una de sus cátedras extraordinarias, algo de lo que se aprovechó Begoña Gómez para obligar al rector a visitarla en la Moncloa, donde le convenció de cuánto le convenía aceptar su propuesta. Este defecto del reglamento, que debería haber sido corregido en cuanto se ha detectado, ha sido sustituido por un más que subjetivo «prestigio profesional, técnico y científico reconocido» al que se agarró la esposa de Pedro Sánchez, a pesar de que en su currículum sólo consta un titulín de una academia privada y su experiencia laboral se limitaba a su trabajo en una pequeñísima empresa donde impartía formación a comerciales de telemarketing y de «puerta fría» para aseguradoras, compañías eléctricas y oenegés, a lo que, rimbombantemente denomina «consultoría de Marketing en proyectos del Tercer Sector e Impacto Social», como hace cualquier vendehúmos.

Esta carencia de titulación universitaria, unida a su claramente insuficiente prestigio profesional, se pone aún más de manifiesto cuando se comprueba que, como demostró OKDIARIO, de las 54 cátedras extraordinarias que mantiene vigentes la Universidad Complutense de Madrid, la de la esposa de Pedro Sánchez era la única dirigida por alguien que carece de titulación universitaria. Poco más habría que añadir. La catedrática Begoña Gómez se ha quedado en el paro; a partir de ahora ya no podrá seguir presumiendo de un título del que nunca debió haber disfrutado y tendrá que ir a todas partes con el cargo, también inventado, de «esposa del presidente del Gobierno», que aunque no es ninguna autoridad reconocida, es la única realidad que la define.