Opinión

Carta para pedir perdón a México

Queridos hermanos mexicanos:

Vuestros políticos exigen que los españoles os pidamos perdón, así que vamos a examinar sus razones. En el siglo XVI, Hernán Cortés llegó a vuestras tierras acompañado de 518 infantes, 16 jinetes y un puñado de arcabuceros, ballesteros y marineros que, en la batalla final de Tenochtitlan, representaban apenas un 1% de los asaltantes, ya que el 99% de ellos fueron indígenas de pueblos que habían sido esclavizados y hasta devorados por los caníbales mexicas, a los que odiaban a muerte.

Por eso, lo más correcto sería considerar que la caída de Moctezuma se produjo en lo que podríamos llamar una guerra civil entre indígenas, en la que los españoles lideraban el bando oprimido tratando de frenar sus tremendas ansias de venganza. Quizá haya quienes piensen que deberíamos pedir perdón por no habernos dejado comer por los mexicas en sus sacrificios humanos, pero ese es un punto en el que difícilmente vamos a ponernos de acuerdo.

Es cierto que, en los tres siglos del virreinato de la Nueva España, bastante oro nos trajimos a España. Los especialistas calculan que fueron del orden de unas 200 toneladas de oro y 15.000 de plata las que se correspondían al ‘quinto real’, que es el 20% de todos los metales preciosos extraídos que nuestra monarquía cobraba como impuesto, quedándose el otro 80% en América. Pero, para podernos hacer una idea, esa enorme cantidad de oro y plata es el equivalente a la cantidad de metales preciosos que hoy en día extraéis vosotros en apenas un par de años.

Además, a cambio de las riquezas que nos trajimos, os construimos cientos de ciudades, decenas de catedrales y universidades, infinidad de caminos y numerosos hospitales, ya que jamás os consideramos una colonia, sino que desde el principio os integramos como una parte más de España. Sería muy difícil hacer cuentas para saber si con el oro que nos llevamos se llegó a pagar la riqueza cultural y material que os dejamos, así que nos resulta imposible, cinco siglos más tarde, pediros perdón por esto.

Cuando, tras la ocupación napoleónica de España, nos vimos forzados a aceptar la independencia de México en 1821, os dejamos un imperio que abarcaba desde Panamá, en el sur, hasta el enorme territorio que comprende una línea imaginaria desde la Alta California hasta el río Misisipi. Apenas veinticinco años después, vuestros malos dirigentes independentistas le regalaron a Estados Unidos la mitad de vuestro país, integrado por los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Nevada y Utah; y parte de Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming.

El año de vuestra independencia una inmensa mayoría de hasta un 60% de vuestra población hablaba lenguas indígenas. Apenas 100 años después de marcharnos, en 1921, sólo el 8% de vosotros las hablabais, después de que el México independiente y nacionalista masacrara a los indígenas que, con España, habían estado protegidos. Tenemos la excusa de la decadencia aquí causada por las guerras napoleónicas y el nefasto Fernando VII, al que, igual que ahora a Pedro Sánchez, apodamos el Felón. Pero, aun así, como españoles, quizá debemos pediros perdón por no haber podido defenderos con mayor ímpetu de unos nefastos dirigentes independentistas que, nada más irnos nosotros, regalaron vuestro territorio y masacraron a vuestros indígenas.

Hoy el Gobierno de México está presidido por una exaltada populista de extrema izquierda como es Claudia Sheinbaum. Una mujer perteneciente a la élite de origen europeo, hija de judíos que llegaron a México hace apenas cien años. Sheinbaum sustituyó en el cargo al exaltado populista de extrema izquierda Andrés Manuel López Obrador, cuyos abuelos llegaron a México desde España a principios del siglo pasado.

Como españoles y europeos también debemos pedirle perdón a México por la parte de culpa que nos corresponda en el origen de estos dos dañinos personajes a los que votáis para que os gobiernen desde hace seis años. En definitiva, no podemos pediros perdón por lo que España hizo en México hace tantos siglos, pero si queréis una disculpa, os rogamos que nos perdonéis por habernos marchado de América, dejándoos en las manos de los penosos dirigentes que habéis tenido desde entonces y de los que sólo vosotros os podéis deshacer, aprendiendo a votar adecuadamente.

Con nuestros mejores deseos de democracia y prosperidad. Atentamente; desde España.