Opinión

Burdas maniobras de distracción y mentiras

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Lo podemos confirmar absolutamente: en el documento (“papelucho” le llama un presidente regional del PP) que Moncloa, o sea, Pedro Sánchez, repartió como instrumento de debate en la Conferencia de Presidentes de La Palma, no había ni una sola referencia a dos asuntos cruciales de la preocupación actual española: la carestía imparable e insoportable de la vida, y la acogida de los refugiados ucranianos (por ahora ya son casi tres  mil) que están viniendo a España. “Esto es un broma”, decía un colaborador de Díaz Ayuso que, además, parece que con toda la razón del mundo, denunciaba el desmán que el equipo de Sánchez perpetró en La Palma contra todas delegaciones autonómicas que ayudaban a sus jefes: “Ni nos dejaron entrar en la sala; allí sólo estuvieron presentes los ministros desplazados “en plan ayudantes de cámara” de su jefe. Los únicos que, desde su privilegiada posición podían pasar argumentos e ideas (bueno, de éstas muy pocas porque carecen de ellas) para que el preboste tuviera la ocasión sobre la marcha de contestar a los interrogantes de los asistentes. El tipo okupante de La Moncloa viajó hasta la isla canaria para presumir de unidad en una impostada foto de familia y se topó con que allí le espetaron mil quejas sobre su gestión de las cosas de comer (nunca mejor dicho) que hoy aterrorizan a toda España.

Eso, mientras en su Gobierno, por enésima vez -y me quedo corto- se produce otra constancia más de cómo se maneja la contradicción y la mentira. En el Consejo de Ministros o cosa así se aprobaron el martes nada menos que ¡21.340 millones de euros para cuestiones políticas, las denominan estos gobernantes de pitiminí, “de igualdad!”. La oposición, en este caso a solas el PP, denunció esta atrocidad económica en unos días en que España entera está a punto de pararse porque ni puede comprar gasolina, ni puede encender la luz, ni comprar acelgas en su supermercado más próximo. El escándalo fue tal que la señora Rodríguez, portavoz de Sánchez, salió a la palestra, recriminó a los populares por ignorantes y sectarios y en una prueba más de su indigencia política, demostró que ni siquiera sabe cuál es el Presupuestos regular del Ministerio de Igualdad. “Menos de 500 millones de euros” declaró.  Pues no, llega a más de 530. Pero, claro, ¿qué les importan a estos manirrotos 50 millones arriba o abajo?

Algún periodista que sigue al centímetro el recorrido de esta pesadilla nacional aprecia que episodios como el relatado “son sólo una muestra más de los sobrepasados que están Sánchez y sus cuates”. Tienen un doble objetivo: que el personal trague con la especie tóxica de que de todo los que nos pasa tiene la culpa la “guerra de Putin”, y llegar al día 24 y 25 de este mes en situación de que el Consejo de la Unión Europea se apiade de nosotros y modifique las actuales reglas fiscales, cuestión a la que se opone frontalmente el canciller alemán, el socialdemócrata Scholz. Europa es el disfraz de Sánchez y Putin su coartada, pero el Gobierno se resiste a acordar medidas para atajar este monumental problema que nos acucia. Fíjense: el domingo pasado, Polonia, el país criticado por la izquierda por su presunto ultraderechismo, decidió rebajar los IVA de la cesta de la compra al cero por ciento. Esto, cuando los polacos están acogiendo filantrópicamente a cientos de miles de refugiados que han huido de las bombas asesinas de ese criminal que atiende por Putin. Es decir: los “derechistas de mierda” (así les calificó un diputado del PSOE en el Parlamento) dan un ejemplo descomunal a estos progres de guadarropía y caviar que plantan pegatinas de demócratas a todos los que no son como ellos. Este es el desalmado Sánchez que nos aflige.

Pésimo gobernante, mentiroso universal, sectario como Lenin, y, eso sí, sentado permanentemente en el avión que le prestamos y que él toma como si fuera su utilitario. Desde de su irrealidad perpetra mil campañas de  marketing y propaganda que financia con nuestra pólvora impositiva. Ahora anuncia que se va a de gira por Europa pero aún no esclarece a qué países, quizá sí a Francia donde Macron, otro prestidigitador del encubrimiento, le espera para invitarle a comer en El Elíseo. ¿A qué puede aferrarse este trilero del disfraz? Pues como señala un informador muy cercano a su peripecia diaria: “A nada, no tiene nada que presentar”. Sus chaveas le prepararon hace un mes un plan para  atribuirle una empaque de estadista, pero el ingenio le ha reventado con la inflación anterior a la sinrazón homicida de Putin, la pertinaz sequía que tiene exangüe al campo, o el desastre de la gobernación del Covid, calificado por la OCDE de la peor de veinticuatro países analizados de todo el mundo. Sánchez tiene peor nota en esta clasificación que incluso los Kirchner en Argentina, que ya es decir. Él no para: lo suyo son los andares “modo Robert Kennedy”, los exordios pidiendo a los españoles que le creamos, y un afán patológico de practicar la obsesión por la la foto. Recaigan en lo último que los periodistas que le acompañaron a Letonia me relatan: “Allí les cogió el viaje de improviso a todos, tanto que los intérpretes sólo estaban preparados para tres traducciones: al inglés, claro está al ruso y al ucraniano”. Del español, ni rastro.

Y en eso está. ¿Dónde me hago otra foto? Pues ahora por ahí a ver si le compran su imagen falsaria de estadista sublime. Aquí le tenemos cazado todos en general, y en particular comienza a demostrarlo el casi ya presidente electo del PP, Alberto Núñez Feijóo. Él y ellos, su cohorte de paniaguados, lo negarán, pero, como me susurra alguien próximo a su colchón de cabecera: “Tienen miedo a Feijóo”. “¿Sabes qué pasa?” me transmite. Respuesta: “Feijóo representa un Partido Popular reconocible”. Es el que le ha ganado por goleada en Galicia, en Madrid y en Castilla y León y el que, esa es la gran esperanza de esta Nación tan sumamente deteriorada, el que le va a vencer más pronto que tarde en Andalucía, aquel cortijo en el que entre rabizas, cocaína y güisqui se compraba la voluntad de los paisanos. Ya le hemos tomado definitivamente el tranquillo: en él no hay más que burdas maniobras de distracción y mentiras, todas las mentiras del mundo.