Bolaños, el anacrónico

Bolaños
  • Pedro Corral
  • Escritor, historiador y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Aplaudo que un ministro del gobierno asista, como hizo Félix Bolaños el pasado 26 de abril, a los actos de homenaje a las víctimas del bombardeo de la aviación alemana e italiana sobre Guernica, tan vil y cobarde como el realizado por la aviación republicana sobre Cabra, pues los dos fueron ejecutados en lunes, día de mercado en ambas poblaciones, y sin que hubiera en ellas objetivos militares.

Dudo mucho, sin embargo, que Bolaños vaya a acudir el próximo 7 de noviembre al municipio cordobés a recordar a las víctimas en el aniversario del ataque. El Gobierno de Sánchez está empeñado en recordarnos que hay dos tipos de víctimas en la Guerra Civil: las que merecen homenaje y las que no, dependiendo del uniforme de sus verdugos y, en este caso, también en función de los colores de las escarapelas de los aviones agresores.

A tal punto hemos llegado que si te compadeces por las víctimas de Guernica te prenden la insignia de pureza democrática, pero si lo haces también por las de Cabra te estampillan directamente como fascista o te envían al infierno de los equidistantes, donde al menos tienes la compensación de compartir llamas con tan ilustres vecinos como Clara Campoamor o Manuel Chaves Nogales.

A muchos dejó estupefactos la declaración de Bolaños sobre su presencia en Guernica, arrogándose la condición de representante del gobierno republicano de entonces, abril de 1937, presidido por el socialista Largo Caballero: «Es para mí un orgullo poder estar aquí representando también a aquel gobierno legítimo atacado». Viniendo de un ministro que nos tiene ya acostumbrados, no a decir lo que piensa, sino a no pensar lo que dice, no deja de ser un nuevo despropósito, pero este va más allá.

Me merecen respeto todos los sentimientos acerca de aquella España arrasada por la barbarie en uno y otro lado después del golpe militar, pero es un desatino que un ministro del Reino de España se declare orgulloso de representar a un gobierno que permitió el terror de las checas y se sumó a él con sus propias checas oficiales; que llegó a nombrar a Melchor Rodríguez como inspector de prisiones para parar las matanzas de miles de presos en Paracuellos y volvió a cesarlo por hacerlo; o que fue cómplice del terror de Stalin en la persecución contra el POUM…

La expresión de Bolaños tiene otra lectura: la de reforzar la intención del Gobierno de Sánchez de concederse la condición de víctima de aquel pasado, y a la vez, dar una enésima vuelta de tuerca a esa falsa épica de la resistencia cocinada en los laboratorios de Ferraz y Moncloa.

¿Resistencia frente a una dictadura ya caduca desde la muerte de Franco hace 47 años, autoderogada luego por la ley de Reforma Política y abolida después por la Constitución de 1978? No, Sánchez está aplicando su manual de resistencia frente a la España que enterró definitivamente las trincheras de las dos Españas y la que desmontó las alambradas de espino entre ideas contrarias, maximalistas y excluyentes, con el fin de que entre todos los españoles ampliaran y despejaran aquel campo para sembrarlo de ideas compartidas y propósitos comunes bajo un sistema de derechos y libertades.

Al proclamarse representante del gobierno republicano de abril de 1937, al que, por cierto, le quedaba menos de un mes de vida después de los combates encarnizados en Barcelona entre las distintas facciones republicanas, Bolaños paró el reloj de la España constitucional y le dio vueltas atrás a las manecillas como un poseso para llegar a donde siempre quiere llegar el PSOE desde el triunfo del centroderecha en 1996: a la hora pasada, presente, futura, intemporal de las dos Españas frente a frente, en la que una aparece inocente y la otra culpable, una se presenta bienintencionada y la otra perversa, una se dice legítima y la otra se tacha de ilegítima, para terminar el juego diciendo que una está a la izquierda y otra a la derecha. No hay más objetivo que este.

Bolaños ha cruzado un nuevo límite en el anacronismo fanático, la impostura histórica y, sobre todo, la ignorancia recalcitrante que reduce un pasado complejo, de infinitas memorias familiares, todas legítimas, a izquierda y a derecha, a un discurso simplón y maniqueo que el gobierno modula en su provecho, a conveniencia, en el momento que considera oportuno.

Bajo esa expresión victimista de Bolaños todo queda aplanado, incluida la propia historia del PSOE, dividido durante y después de la Guerra Civil. ¿En nombre de qué PSOE se arrogó el ministro la representación del gobierno republicano: del revolucionario de Largo Caballero o del anticomunista de Besteiro y de Prieto? ¿O habló en nombre del PSOE de Negrín, que acabó siendo expulsado del partido y contra el que se levantó la mayor parte del PSOE en el golpe militar de Casado y Miaja que en marzo de 1939 rindió la España republicana a Franco?

Quizás habló Bolaños en nombre del PSOE que aprobó en 1984 una ley para el reconocimiento de pensiones y empleos a los militares profesionales del bando republicano, pero discriminó en sus beneficios a los que se habían sumado a partir del 18 de julio de 1936, incluidos la mayoría de los pilotos que combatieron contra los aviadores de Hitler y de Mussolini que bombardearon Guernica.

Tuvo que ser el Tribunal Constitucional el que reconociera en 1987 sus derechos a los que se habían sumado a la lucha contra el bando de Franco desde el 18 de julio. El asunto ya venía de un originario real decreto ley con UCD que fijó en 1978 dicho límite cronológico para distinguir entre los beneficios para los veteranos republicanos. Aun así, el Gobierno del PSOE no hizo caso de esas reclamaciones en su ley de 1984, con gran consternación de los aviadores de La Gloriosa que habían combatido a las órdenes del gobierno republicano, diecinueve de los cuales recurrieron con éxito ante el Tribunal Constitucional.

Sería bueno que el ministro de la «memoria democrática» refrescara de vez en cuando la del PSOE para no darse tantos humos republicanos.

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