Audiencia y votos
El pasado domingo, al despertar, hice mi habitual ronda radiofónica por diferentes cadenas. Me paré, como otras veces, en la SER. Javier del Pino, en su inteligente aunque tendencioso programa, mantenía un interesante diálogo con el escritor Juan José Millás. Al analizar el asunto de Isabel Díaz Ayuso, desplegó una teoría realmente interesante sobre la relación entre audiencia y votos. En su opinión, una persona puede ser fiel audiencia de programas basura pero luego votar con seriedad. Sin embargo, se lamentaba, los electores votan últimamente con la misma simpleza que ven la televisión, de modo que algunos líderes convierten la audiencia en votos, haciendo de la política y de la información un espectáculo. Como ejemplos lamentables de esto, citaba a Berlusconi o al canal Fox de Roger Ailes retratado en la serie La voz más alta. Y remataba el ensayo colocando a Isabel Díaz Ayuso entre estos personajes.
Es evidente que, de un tiempo a esta parte, la política se ha convertido en todo un espectáculo. Antiguamente no era así. Había algún programa humorístico con políticos, o la introducción de elementos espectaculares en mítines o programas de política (como el baile de Kilie Minogue ante el equipo de Aznar en un programa de Jesús Hermida). Sin embargo, ni la política era espectáculo en general, ni los grandes grupos de comunicación la habían convertido en un producto de entretenimiento.
La espectacularidad de la política nace sobre todo a partir del 11M. La tarde del 13 de Marzo de 2004 la Cadena SER, cuyo jefe de informativos era un tal Antonio García Ferreras, echó el resto para hacer de los escarches a las sedes del PP todo un espectáculo. Telecinco se entregó a la causa pese a ser cadena poco dada al despliegue informativo. A partir de entonces hemos padecido una crispación y una polarización que ha hecho que el sábado noche, antaño tiempo de musicales, fuese ocupado por programas de política polémicos y agresivos como la Noria o la Sexta noche. En ese ambiente fue como surgió una cadena temática dedicada a la propaganda izquierdista, liderada precisamente por el mismo García Ferreras.
Tras dieciséis años de política- espectáculo, una nueva generación de líderes del PP criada políticamente en la España de Zapatero se va abriendo camino. Y la primera de esa generación en abrir brecha ha sido Isabel Díaz Ayuso. Y comunica a la altura de los tiempos que le ha tocado vivir. Y la izquierda no lo soporta. Y por eso van a por ella con cuestiones peregrinas como su lugar de pernocta. Un lugar de pernocta que nadie le pregunta, por ejemplo, a los miembros del Gobierno (de los que toda la corte sabe que algunos no pernoctan en su casa).
La visión de Millás no va desencaminada, pero yerra al buscar al culpable: el denostado ejemplo de la Fox de Roger Ailes no lo encarna Ayuso en España. Lo encarna el canal temático zapateril. Y no es que el espectador medio vote con simpleza a gente como Ayuso. A lo que nuestras televisiones conducen al espectador medio es, precisamente, a un voto poco discernido a las izquierdas. ¿O es que acaso el Sálvame no es pro- PSOE?
En suma, no se puede decir que Ayuso sea una versión española de Trump, pues “la Fox de aquí” va con las izquierdas. Ha sido la izquierda la que se ha hecho con España a base de política espectáculo. El linchamiento de Ayuso es un episodio más de esta cruel fiesta nacional en la que consiste nuestra política y nuestra comunicación posterior al 11M.
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