Opinión

Entre un año que acaba y otro nuevo que comienza

Estamos a la vuelta de la esquina de terminar un año y comenzar otro, y lo que «marca el guion» es hacer balance del año que termina y efectuar un breve ejercicio prospectivo respecto al que comienza. En cuanto al primero y centrándonos en España, el balance no puede calificarse de satisfactorio precisamente, si nos fijamos en dos realidades que ayudan a definirlo correctamente: el gobierno y la situación social. Respecto al primero, no hay ya palabras ni en la hemeroteca escrita ni en la audiovisual, de cuantas hay presentes en el diccionario de la RAE, que no hayan sido ya utilizadas y con no poca reiteración para definir lo que significa el sanchismo instalado en él.

Su común denominador es calificarlo de una auténtica patología, con una persona al frente que no tiene más objetivo que la permanencia en él, suceda lo que suceda. Que fue cesado de la secretaria general de su partido visto el resultado obtenido en las dos ocasiones en que fue el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, obteniendo las dos mayores derrotas de su partido desde 1977. Que pese a ello obligó por primera vez a una repetición electoral ante su rechazo a cualquier acuerdo que permitiera la investidura del ganador de las elecciones en ambas ocasiones… y que pretendía una tercera.

Con su acceso al Gobierno con la exigua cifra de 85 diputados el 1 de junio de 2018 abrió una etapa que presuntamente iba a garantizar la calidad de nuestra democracia y que a día de hoy la ha degradado a niveles inimaginables y muy preocupantes. Tras el batacazo electoral en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023 convocó elecciones anticipadas en julio y tras ser derrotado claramente pactó con todo lo que podía para seguir, faltando claramente a los compromisos electorales asumidos respecto a los que «nunca pactaría». Sus «cambios de opinión» para enmascarar sus faltas a la verdad, ya son conocidas sobradamente y es un patético legado que deja para la posteridad.

El año que ahora termina, incorpora la estrepitosa derrota de Extremadura, que a su vez cede el testigo a Aragón en un nuevo ciclo electoral. En prospectiva, el año que comienza, con las aragonesas en febrero, seguidas de Castilla y León en marzo y Andalucía en junio, marcan el definitivo principio del fin del sanchismo. La única incógnita a esos efectos es si convocará elecciones para julio o para después del verano. Pero cuanto más arrastre esa agonía, «más dura será la caída»… por desgracia, para España. En cuanto a la opinión sobre la sociedad española, el diagnóstico no puede ser optimista. El ejemplo que desde el poder sanchista se le ha trasladado es que no hay límites, ni éticos ni morales, para satisfacer sus deseos, y que «el fin justifica los medios». Por supuesto «cambiando de opinión» cuantas veces lo exija el satisfacer ese deseo. En definitiva, que pese a ese diagnóstico, hay demasiados que todavía desean que perdure esta situación, sumidos en un auténtico «síndrome de la rana» y anclados en la tibieza.

La posible visita de León XIV a España con ocasión del centenario de la muerte de Gaudí y su beatificación, es una luz esperanzadora.

A nivel internacional, el balance no es tampoco como para «tirar cohetes» al aire. Aunque esa metáfora puede transformarse en una dramática realidad con lanzamientos de cohetes no precisamente verbeneros. El año que finaliza ha traído noticias como las dramáticas de Gaza, que afortunadamente y de momento, está casi paralizada.

El otro asunto que atrae la atención internacional de manera destacada es la situación en Ucrania con la «operación militar especial» de Rusia camino de comenzar su quinto año. Tras la reunión de ayer de Trump con Zelenski y su previa conversación con Putin, parece abrirse una ventana a su final, y Ucrania deberá acceder al acuerdo sobre la base de «paz por territorios», con la UE de convidado de piedra, carente de poder político y militar. La situación de la Venezuela de Maduro tiene gran importancia para Sánchez, que se ha tomado unas vacaciones de 15 días, el triple de las que se tomó para reflexionar su «dimisión». Pese a todo: ¡Próspero y muy feliz 2026 para todos!