Opinión

Colau promociona la cultura de la muerte

Que el Ayuntamiento de Barcelona se dedique a repartir panfletos promocionando la eutanasia entre los centros de mayores de la ciudad revela el grado de indecencia moral del Consistorio de Ada Colau. Alguien con un mínimo de cordura debería recordarle a la alcaldesa que la eutanasia es un asunto que afecta como pocos al ámbito más íntimo de la persona y que repartir propaganda ideológica para promocionar un supuesto derecho a la muerte en centros de mayores es un supremo ejercicio de totalitarismo ideológico, además de una clara demostración de insensibilidad. Los centros cívicos y sedes municipales no pueden convertirse en escenarios donde el poder político imponga sus particulares códigos doctrinarios.

A las administraciones públicas, lo que les corresponde es invertir en recursos para cuidados paliativos y, en suma, promocionar la vida en lugar de convertir la muerte en un reclamo publicitario en centros donde se reúnen personas mayores. Que el Ayuntamiento que rige Ada Colau en Barcelona promocione la eutanasia es la prueba del nueve de la degradación moral que exhiben quienes pretenden imponer al resto su particular código ideológico. Acierta Valents y su presidenta Eva Parera cuando critica que el Ayuntamiento relacione la eutanasia con la gente mayor, tal y como se puede ver en la página web del consistorio.  Y es que son muchos los centros de mayores de Barcelona donde pueden adquirirse trípticos de la asociación DMD Catalunya (Dret a Morir Dignament), una asociación que pretende promover una opinión pública favorable a la eutanasia. En su derecho están, pero lo que no es admisible es que el Ayuntamiento de Ada Colau patrocine y abandere una campaña convirtiéndola en su supremo dogma ideológico. De eso, nada. Que Ada Colau se preocupe por arreglar los muchos problemas que padecen los barceloneses en lugar de imponerles su sectaria visión de la sociedad. Porque vender la eutanasia como un triunfo por los centros de mayores de la Ciudad Condal es otra muestra más de la degradación moral de quienes todavía tienen el cuajo de llamarse progresistas.