El aborto en transmasculinidades y personas no binarias
Imagino que se trata del de una mujer que se siente hombre y que, teniendo su aparato reproductivo en condiciones, se queda embarazada de su pareja que, aunque se sienta mujer, tiene todo aquello que al nacer hizo que la comadrona proclamara: ¡es niño! Una situación que por suerte no es de las más comunes. Y yo diría que aún menos en Perú.
Y ustedes dirán, ¿y a que viene ahora hablar de Perú? Yo se lo cuento. Supe por un post de Pablo Cambronero, ex policía nacional y ex diputado, que la AECI, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, envió 300.000€ públicos este pasado agosto a una ONG Peruana llamada Demus, Estudios Para la Defensa de la Mujer, que es una «Organización feminista que enfrenta el machismo, la misoginia y toda forma de discriminación y violación de los derechos de las mujeres». Y que clama, entre signos de admiración, «¡Por autonomía sexual!». Y no se andan con chiquitas en cuanto a «autonomías» porque entre los proyectos que señala el tuitero y que vamos a pagar entre todos tenemos un «Estudio para abordar el aborto en transmasculinidades y personas no binarias».
Y es que la ideología woke no tiene fronteras. El practicante woke igual descubre una opresión centenaria (que sus antepasados nunca sintieron) y derriba estatuas de Colón, que reinterpreta la ciencia e informa a los biólogos de que el sexo no es binario pero que se puede transicionar entre los dos. A los agravios históricos (indigenistas o no) de comunidades «victimizadas», a la idea del blanco racista y malvado por naturaleza, ahora se suma el feminismo más hiperbólico o el mundo queer de los dos mil géneros distintos. Me pregunto si no será todo eso aún más «colonizador».
Pero la AECI se ha propuesto luchar contra esto del «binarismo». Aunque no será fácil: la Tierra lleva millones de años de reproducción sexual perfectamente binaria. Todas las culturas , incluso la peruana, distinguen entre hombres y mujeres: es lo que llaman un «universal humano». Pero en zona weird (occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas), tanto en los países de la Unión Europea como en Estados Unidos, se ha hecho fuerte esa ideología queer o trans que sostiene multitud de cosas incompatibles entre ellas.
Por ejemplo, pueden decir que el sexo no existe y a la vez, como he dicho antes, fundamentar el movimiento en la posibilidad de transicionar entre ambos. Una corriente que en palabras de José Errasti y Marino Pérez Álvarez, autores de Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género dice que «el género es una construcción social y, sin embargo, la persona está atrapada en un cuerpo equivocado; dice que el sexo no es binario y, sin embargo, promueve la transición de un sexo a otro y los estereotipos sexuales asociados; dice que la identidad de género es real y, sin embargo, el cuerpo sexual no es real; dice que la verdad no existe y, sin embargo, la identidad sentida es la verdadera identidad; …dice que no se ha de patologizar la disforia de género y, sin embargo, reivindica una terapia afirmativa consistente en un tratamiento farmacológico y quirúrgico».
Y eso es mucho peor que esos cursos para promover «nuevas masculinidades» que el Ayuntamiento de Barcelona en la época de Ada Colau financió con 1,3 millones de euros al año para convencernos de que «ser hombre es una ficción» y de que «hay que abolir la masculinidad». Como dice Pablo Cambronero, «esto es Cooperación al subdesarrollo moral» aunque en la web de Demus aseguren que impulsan «proyectos para un mundo más justo y sostenible».
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