Aborto: el camino del no-retorno (emocional)

Aborto: el camino del no-retorno (emocional)
opinion-clara-zamora-meca-interior

Escribir sobre este tema no es fácil. No creo que abordarlo, para cualquier mujer de mente sana y sensata, sea una cuestión que evite tocar su fibra más íntima. Soy madre felicísima de tres criaturas, que fueron muy deseadas; pero, aunque hubiera optado por no ser nunca madre, seguiría pensando igual frente a este dramático asunto. La situación está llegando a un punto que está haciendo que los redimidos explotemos. Este artículo no aborda los casos de violación, que, por supuesto, son cuestiones de estudio específico, nunca generalizado.

El simple hecho de que el aborto se haya convertido en un discurso político es ya digno reflejo de la sociedad miope y présbita que avanza hacia el poder. Ni derecho, ni delito, ni fracaso, ni debate ideológico de ningún tipo: El aborto es matanza. Asesinar es matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa. Si el fin de una mujer que decide abortar es la consecución de una malinterpretada libertad (recompensa), ¿puede alguien negar que su acción se ajusta a la definición del “temido” verbo? La diferencia esencial es que se acaba con un ser que no puede defenderse con llantos sonoros ni con patadas visibles, de manera que parece que no sufre. Un hecho no asumido.

Lo que propone la izquierda atea es convencer a las jóvenes, aún inconscientes por la pasión vital implícita en toda juventud,  de que el hecho de interrumpir voluntariamente un embarazo es una cuestión de libertad y de autonomía. Nadie las informa de las repercusiones emocionales que esa decisión reporta, dejando cadáveres andantes, mujeres rotas de por vida, incapaces de superar una rápida decisión tomada por el ambiente circundante. “Eres dueña de tu cuerpo, tú decides”, “No pasa nada. Vas y en un periquete te libras del problema”, “No puedes permitírtelo, vas a destrozar tu vida”, etc. Las frases del diablo. Ningún otro hijo que puede tenerse después va a reemplazar a ése-

Si se supone que somos una sociedad que avanza en el desarrollo, que cada vez somos más listos, más capaces, más libres de las leyes de la naturaleza –o, al menos, me da la sensación de que eso es lo que algunos pretenden-, ¿cómo es posible que la solución a los embarazos no deseados pase por matar embriones? ¿Existe mayor fascismo que ese? ¿No sería mejor luchar por conseguir que los embriones no deseados no existieran nunca? Una sociedad desarrollada debe controlar las leyes de la naturaleza, y las relativas a la fecundidad humana están clarísimas. Controlarlas no es tan difícil. Se llama “método anticonceptivo” y, para su uso, sólo se necesita veraz información y rigurosa formación.

No se puede frivolizar con este asunto. El fin último de la raza es la procreación. Decidir llevar a cabo esta hazaña o no es otro debate, que no tiene cabida en este artículo. El control en la decisión de ser o no madre (o padre) se tiene que atajar desde el principio. En nuestra época es fácil decidirlo. Sólo se requiere de una formación real, sólida y constante, así como de una toma de conciencia absoluta sobre las consecuencias. Una vez que se está embarazada ya no hay solución. Bueno sí, para algunos la hay, claro, el aborto.

La cuestión de fondo que debería tratarse en los discursos políticos no es si es o no lícito acabar con las vidas dentro del vientre humano; debería ser cómo formar a la población para que controle las pautas evidentísimas de la fertilidad humana y tome plena conciencia de las consecuencias (maravillosas para algunos) que tiene el hecho de no dominarlas. Lo que proponen es poner un parche tras otro sin atajar la cuestión. Mucho me da la sensación de que una gran parte de las defensoras del aborto libre tienen una tristísima conciencia particular que expurgar.

Las repercusiones emocionales para las madres que han decidido no serlo son incalculables y, por supuesto, variadísimas. Ése es el debate real. No si la palabra “abortario” existe o si el embrión tiene vida después de x semanas y antes no. El asunto es la falacia que esconde esa mal entendida libertad y la falta de información real que hay detrás de la dramática decisión de matar de forma voluntaria a un hijo. Bajo la libertad de expresión, animo a toda mujer que esté dudando y lea estas palabras a continuar con su embarazo, porque un hijo es el mayor regalo que la vida te puede dar. Ellos son la materialización del amor.

Lo último en Opinión

Últimas noticias