6, 5, 4… crónica prematura

Feijóo Abascal

Domingo de julio sensual y ardiente, con una temperatura febril, asfixiante, coronada por una gran esperanza prometedora. En estas condiciones, el estado de ánimo de los cuatro protagonistas estalla sobre su terreno natural: Feijoó se ducha con agua templada, se asea rigurosamente, desayuna café y tostada con aceite de oliva y se dirige a las urnas; Abascal hace su tabla de gimnasia, mientras aprieta sus espuelas y ondea sus coordenadas; Yolanda se quita su camisón con dibujitos de la Pantera Rosa, desayuna viendo otro capítulo de Heidi y va a la peluquería antes de posar para la prensa; el actual presidente apenas ha pegado ojo, madruga y, para relajarse, da doscientas vueltas por los jardines de Moncloa; de regreso a casa, coge el carmín de Begoña y pinta las siglas de su partido en la mampara de la ducha, llora en silencio; finalmente, se coloca su aterradora sonrisa y vuelve a salir a escena. Son las nueve de la mañana. La inmensa mayoría de los españoles aún duerme.

No ha faltado pasión en los últimos días. Izquierda-derecha: aliados y rivales disputándose los mismos votantes. Por fin ha llegado el momento. Un grupo de borrachos trasnochadores se dirige a las urnas directamente desde el After Hour: «¿Es aquí lo de los papelitos?», dice uno con cierta gracia. Los sufridores de la mesa electoral afirman. El grupo entra y se encierra en la cabina, cerrando la cortina entre risas. Pasan unos minutos. Al salir, coinciden con Yolanda Díaz. «Mirad, ¡la moderna vencedora que aspira al tercer puesto!», espeta uno de ellos, mientras gira el dedo índice como el que dicta sentencia. Risas francas y exageradas hacen que la sala suba aún más de temperatura. La política hace oídos sordos y sonríe a todo el que la mira. La Phamphila de derivación flaubertiana y la Fedra de Swinburne se «suman» a las palabras de esta gran progre: «¿Es que no entendéis que soy la enviada a los pueblos por la divinidad para salvaros del pecado?». Los jóvenes trasnochadores estallan en un subidón sin precedentes en la historia de las elecciones mundiales. Un reportero de una cadena televisiva menor tiene la suerte de captar el momento, que se hace viral al instante. Momentos así son los que hacen historia de la televisión.

En otro escenario madrileño, el otro candidato a tercer puesto aparece en la sala que le corresponde para ejercer su derecho a voto. Una morena imponente se dirige a él súbitamente: «Kiss me here!», le susurra mientras le enseña su pronunciado escote. Abascal sonríe divertido y le pregunta si es británica. Ella niega en rotundo, orgullosa de su nacionalidad italiana, e insiste en que le gusta todo lo que es «extra large», mientras saca su móvil para hacerse un selfie con él. El líder político salva la situación con natural elegancia y con su ego reforzado. Cumple con su misión democrática en silencio; sin embargo, antes de abandonar la sala, dice mirando a cámara: «De la misma forma que Napoleón encontró su perdición en Moscú, yo saldré hoy reforzado por mi país, por ustedes y por todas estas turistas que se vuelven locas con mi hombría y mi carisma».

Y quedan los dos grandes protagonistas. Alberto se viste de blanco inmaculado para la cita; Pedro opta por el negro. El primero escoge una clásica guayabera, perfectamente planchada para la ocasión; el segundo elige una camiseta con las siglas de su grupo musical favorito, The Killers. Eva lo acompaña con una sonrisa limpia, ilusionada, cómplice. Begoña lleva una carpeta, porque viene de dar clases. Esta vez se ha dejado crecer el flequillo por debajo de los ojos, para no ver nada. Cuando un periodista le pregunta que cuál es su pronóstico, contesta que el desarrollo sostenible es estratégico. La jornada continua, aún son las once de la mañana, los españoles empiezan a despertarse. Queda mucho día por delante. Vamos.

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