Hamelín a ritmo de sardana

Hamelín a ritmo de sardana

Es difícil que una condena acabe resultando un premio, pero en algunas ocasiones se obra el milagro. Cuando más porquería se acumulaba en los alrededores de la antigua Convergència, asediada por la corrupción al más puro estilo del PP, aparece la sentencia a Artur Mas. El líder del PDECat —que sigue siéndolo aunque no esté en primera línea— apareció el lunes con una sonrisa socarrona mezcla entre la de Clark Gable y la de Buzz Lightyear, dispuesto a ofrecer una comparecencia en la que soltó su sermón en cuatro idiomas —castellano, catalán, inglés y francés­—, no sé si para tener que hablar cuatro veces menos o si es que este señor se ha tragado a José Mourinho, el esperpento políglota por excelencia de las ruedas de prensa.

Mas ha declarado orgulloso que “lo volvería a hacer” y uno, que empieza a ser perro viejo, ya no sabe a qué se refiere: si a desobedecer las leyes, si a poner la urnas, si tal vez nos toma el pelo y está haciendo alusión al 4% que presuntamente compartía su partido con Millet y Montull, o simplemente pretende hacer de todo esto una broma infinita, que diría Foster Wallace. Al menos hay que tomarse a burla que Mas, principal exponente de la derecha oligarca de Cataluña, vaya por ahí diciendo que lo persiguen por sus ideas.

Llegados a este punto, uno tiene que recordar esas procesiones interminables que han acompañado a Artur Mas cada vez que ha ido a los juzgados; montones de personas —con sus cánticos y sus esteladas— que lo seguían cual flautista de Hamelín a ritmo de sardana, sin preguntarse ni por un momento si el tipo al que acompañan está más cerca de la corrupción que de las políticas para el pueblo catalán. Lamentablemente, el debate en Cataluña se ha reducido a la independencia, suspendiéndose el resto de atribuciones propias de un gobierno. Me preocupa la falta de sentido crítico de gente como Oriol Junqueras y Raül Romeva, que no tienen reparos en aparecer escoltando a Puigdemont como si fueran sus guardaespaldas. Para el que no esté muy puesto en la política catalana, es como si Mariano Rajoy apareciera en rueda de prensa flanqueado por Alberto Garzón y Pablo Iglesias, y sin plasma ni nada.

Artur Mas aún ha tenido la poca inteligencia de insinuar que no tiene por qué cumplir las leyes del Estado español porque dentro de poco serán independientes y podrá hacerse las suyas propias. Así pretende dar lecciones de democracia alguien que, no  lo olvidemos, está amenazado por la sombra de la corrupción a la antigua usanza: testigos protegidos, facturas falsas, mordidas millonarias, saqueo de las cuentas públicas, dirigentes caraduras que se aferran al “todo es mentira” como estandarte de su propia defensa. El pueblo catalán no debe dejarse engañar por los que únicamente quieren quedarse con el pastel para ellos solos. Y es que la derecha catalana y la del resto de España se parecen demasiado. De ahí que se lleven tan mal.

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