Lotería de Navidad
Lotería Nacional

Le toca el Gordo de Navidad, pone un negocio y 6 años después se arruina: «Tuvo que volver a la obra»

Cada edición del Gordo de Navidad deja historias de celebraciones, oportunidades y nuevas expectativas. Para una familia española que recibió cientos de miles de euros un 22 de diciembre de 2010, el premio representó la posibilidad de afrontar reformas necesarias y dar impulso a proyectos largamente comentados.

El entusiasmo se mezcló con la intención de sacar provecho de una cantidad que no suele recibirse más de una vez en la vida. Sin embargo, la gestión del dinero y la evolución económica de esos años marcaron un rumbo distinto. La apertura de un bar y la dificultad para mantener el negocio en un entorno cambiante mostraron que un gran premio no es garantía de nada.

¿Quién es la persona que ganó un Gordo de Navidad y luego no pudo sostener la ganancia?

La emoción por recibir un premio de tal magnitud como el Gordo de Navidad desató una serie decisiones rápidas para la familia de Tamara Guevara, una de las protagonistas de este desafortunado hecho. Su padre y su abuelo, cada uno con un décimo ganador, reunieron el capital suficiente para reorganizar su hogar y financiar la idea de abrir un bar.

Las primeras obras se centraron en la vivienda familiar, mientras que el siguiente paso consistió en acondicionar un local de alquiler que necesitaba una reforma completa. La apertura coincidió con un momento en el que el consumo aún era más elevado en el entorno.

Con el tiempo, la hija del propietario fue testigo directo de cómo el dinero del premio se movió entre reformas, gastos y decisiones que parecían prometedoras.

Tamara explicó que el local requirió numerosas mejoras, desde equipamiento hasta cambios estructurales. Aunque hubo momentos con alta afluencia, la situación económica general comenzó a afectar el negocio. La oferta gastronómica implicaba gastos continuos y la ausencia de asesoramiento externo complicó la administración.

En el intento de ampliar el proyecto, su padre llegó a abrir un segundo bar en un municipio cercano. Ese local cerró pronto, pero evidenció el deseo de seguir adelante pese a las dificultades.

Guevara señaló luego a medios locales que algunos salarios resultaron elevados para el contexto de la época, lo que aumentó los costes mensuales y acentuó la inestabilidad financiera.

Con el tiempo, el consumo se redujo y el bar dejó de generar ingresos suficientes. La familia se vio obligada a asumir pagos acumulados mientras trataba de sostener la actividad diaria.

Un cierre inevitable y el regreso al trabajo anterior: así siguió la historia de Tamara

Hacia 2016, la situación era insostenible. El padre de Tamara regresó a su oficio de albañil para cubrir los gastos del propio negocio, algo que reflejaba la presión económica. Finalmente, el local cerró y el premio proveniente del Gordo de Navidad se había consumido por completo entre alquileres, suministros, reformas y deudas.

El cierre marcó así el fin de un proyecto que, aunque nació con ilusión, no consiguió adaptarse a un entorno cambiante. La vuelta a la obra simbolizó un retorno obligado a la actividad que había dejado atrás con la esperanza de emprender.

La reflexión que le quedó a Tamara y a su familia tras ganar el Gordo de Navidad

Mientras el padre invertía casi todo en el negocio, el abuelo utilizó su parte del premio en viajes, arreglos familiares y pequeños repartos entre los nietos. Años después, tampoco conservaba nada de aquella cantidad.

Tamara afirmó que ambos miran atrás con responsabilidad y con la sensación de que ciertas decisiones podrían haberse tomado de manera distinta.

Aquel 22 de diciembre sigue presente en su memoria. Lo que comenzó como un impulso proporcionado por el Gordo de Navidad se transformó en una experiencia marcada por la pérdida del capital, las obligaciones económicas y un aprendizaje sobre la importancia de la educación financiera tras un premio inesperado.