Internacional
muere el Papa Francisco

Así han sido las primeras horas en el Vaticano tras la muerte del Papa Francisco

El camarlengo asume el control temporal del Vaticano tras la muerte del Papa Francisco

El funeral se celebrará entre el cuarto y sexto día tras el fallecimiento

El Vaticano iniciará el 'novendiale', nueve días de duelo oficial con misas diarias en memoria el difunto

Entre 15 y 20 días después de la muerte, los cardenales se encierran en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa en el cónclave

  • María Ruiz
  • Portadista. Especialista en 'breaking news' y noticias de nacional, sociedad e internacional.

La muerte de un Papa es un acontecimiento que trasciende lo divino y lo humano y que desencadena en el Vaticano rituales milenarios que han sido perfeccionados a lo largo de siglos. Muerto el Papa Francisco, el Vaticano entra en un estado de suspensión conocido como sede vacante (la sede vacía), un periodo de transición que marca el fin de un pontificado y el inicio de los preparativos para elegir a su sucesor. Esto es lo que va a suceder en la Santa Sede en el instante preciso en que el Papa Francisco, líder de la Iglesia católica, ha fallecido.

El primer paso tras la muerte del Papa es la verificación oficial de su fallecimiento, una tarea que ha recaído esta mañana en el camarlengo, actualmente, el cardenal estadounidense Kevin Joseph Farrell. Farrell ha cumplido con un protocolo milenario, actualizado hace años: acercarse al cuerpo del Papa y, según la tradición, pronunciar tres veces el nombre de bautismo del Papa, «Jorge Mario», para comprobar que no hay respuesta. Aunque en el pasado se decía que se golpeaba suavemente la frente del Pontífice con un martillo de plata, el Vaticano ha desmentido esta práctica como un mito histórico. En la era moderna, son los médicos quienes certifican la muerte con métodos clínicos antes de que el camarlengo formalice el anuncio.

Una vez confirmado el fallecimiento, el camarlengo ha asumido el control temporal del Vaticano. Su papel es crucial: custodia la continuidad administrativa y supervisa los primeros pasos del proceso de transición. Hasta el año 2000, uno de sus actos inmediatos era el de ordenar la destrucción del anillo del Pescador y del sello papal. El anillo de oro, grabado con el nombre del Papa y una imagen de San Pedro como pescador, con el que el Papa autenticaba escritos oficiales, ya no se corta e inutilizada, sino que se guarda.

Por su parte, el sello papal tampoco es ya inutilizado, también se guarda desde el año 2000  El sello se imprime en plomo o cera en las bulas papales y lleva en el anverso las imágenes de San Pedro y San Pablo, y en el reverso el nombre del Papa. Este sello tenía una función más administrativa y jurídica, distinta del simbolismo personal del anillo del Pescador.

Campanas y clausura del apartamento del Papa

Mientras tanto, en los corredores de la Ciudad del Vaticano, se desata una actividad silenciosa pero frenética. Las campanas de la Basílica de San Pedro tañen en señal de duelo, un sonido grave que resuena en Roma y alerta al mundo de la pérdida.  Mientras, las puertas del apartamento papal son selladas con cintas y cera, una medida hoy es simbólica, que históricamente evitaba el saqueo de las pertenencias del difunto Pontífice.

Los empleados de la Santa Sede, desde secretarios hasta guardias suizos, comienzan a coordinar la difusión de la noticia. En cuestión de minutos, un comunicado oficial del director de la Sala de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, ha llegado pasadas las 7:35, hora de la muerte de Francisco, a todos los medios  de comunicación del mundo: «Con dolor informo que el Papa Francisco ha fallecido hoy a las [hora] en la Ciudad del Vaticano», ha dicho el camarlengo en un vídeo.

Tras la muerte del Papa Francisco, la Iglesia católica entra en un estado de luto formal y los cardenales dispersos por el mundo serán convocados inmediatamente al Vaticano, mientras el Colegio Cardenalicio, bajo la dirección del decano, actualmente, el cardenal italiano Giovanni Battista Re, asume la gobernanza provisional de la Iglesia. Sin embargo, su poder es limitado: durante la sede vacante, los cardenales no pueden tomar decisiones doctrinales ni alterar las estructuras de la Iglesia. Su prioridad es organizar el funeral del Papa y preparar el cónclave para elegir a su sucesor.

El cuerpo de Francisco, según sus deseos expresados en 2023, no será enterrado en las grutas del Vaticano, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, un lugar que el Papa argentino visitaba frecuentemente para rezar ante la imagen de la Virgen María. En las horas siguientes a su muerte, su cuerpo va a ser preparado por un equipo reducido –probablemente las monjas polacas que lo asistieron en vida y su secretario personal–. Vestido con las tradicionales vestimentas papales –la sotana blanca, el solideo y la estola roja–, será trasladado en procesión desde el Vaticano hasta la basílica, donde reposará para que los fieles puedan despedirse.

El funeral, que según las normas debe celebrarse entre el cuarto y sexto día tras el fallecimiento, será un evento de interés global. La ceremonia tendrá lugar, casi con toda seguridad, en la Plaza de San Pedro, y estará presidida por el cardenal Re. Millones de peregrinos, dignatarios y líderes mundiales se congregarán para rendir homenaje al Papa Francisco.

Simultáneamente, el Vaticano iniciará el novendiale, nueve días de duelo oficial con misas diarias en memoria del difunto. Mientras Roma se tiñe de púrpura, el color del luto cardenalicio, los ojos del mundo se vuelven hacia el cónclave.

El cónclave para elegir a su sucesor

La elección del nuevo Papa tiene lugar en la Capilla Sixtina, entre 15 y 20 días después de la muerte, bajo los frescos de Miguel Ángel, en un ritual que combina secretismo y tradición. Los cardenales electores, aquellos menores de 80 años, se reúnen en aislamiento total. Las puertas se cierran cum clave (con llave) cuando el maestro de ceremonias papales anunciara la famosa frase latina: «Extra Omnes» («todos fuera») y el mundo se dispone a esperar la fumata blanca, la señal de que un nuevo pontífice ha sido elegido.

En el pasado, la sede vacante podía durar meses o incluso años, como ocurrió tras la muerte de Clemente IV en 1268, cuando el Cónclave se prolongó por casi tres años debido a disputas políticas. Hoy, gracias a reformas como las de Juan Pablo II en su constitución Universi Dominici Gregis, el proceso es más ágil, con un límite de tiempo claro para iniciar el cónclave: entre 15 y 20 días tras el inicio del interregno.

La sede vacante no es sólo un vacío administrativo; es también un reflejo de las creencias católicas, ya que los fieles creen que el Espíritu Santo guía la elección del sucesor de Pedro en la Capilla Sixtina. En el momento en que el Cónclave ya lo ha elegido, cuando el mundo, absolutamente tecnologizado, está pendiente de una pequeña chimenea de la que al fin el humo blanco asciende y el nuevo Papa pronuncia su primer Urbi et Orbi, (para la ciudad -de Roma- y para el mundo), el Vaticano despierta de su letargo. La sede vacante ha terminado.

Qué pasará en el Vaticano, paso a paso