Fue uno de los actores más conocidos de España: ahora admite que está arruinado y sin apoyo

El recorrido profesional de Adrián Gordillo, recordado por el público por dar vida al entrañable Mecos en Aída, se ha convertido en un ejemplo doloroso de la volatilidad del mundo audiovisual. El intérprete, que en su adolescencia gozaba de una notoriedad inusual y llegó a recibir un premio Goya por uno de sus primeros trabajos, ha revelado ahora que atraviesa la etapa más dura de su vida. Sus palabras, pronunciadas con visible emoción en el programa El tiempo justo, han sacudido a la industria y a los espectadores que crecieron con él en la pequeña pantalla.

Gordillo, que empezó su trayectoria artística con apenas trece años en la producción Sueños (2003), vivió entonces una escalada meteórica. Su talento lo llevó a situarse en un escenario privilegiado: trabajo continuo, reconocimiento profesional y el respaldo de un premio tan significativo como el Goya. Aquella etapa, marcada por rodajes constantes y por su presencia en una de las series más vistas de la televisión, proyectaba la imagen de un joven con un futuro plenamente consolidado. Sin embargo, el actor ha confesado que la distancia entre ese momento y su situación actual es abismal.

El propio intérprete aseguró que pasó de disfrutar de una vida acomodada a encontrarse completamente solo. En sus palabras, ya no recibe llamadas para castings, no tiene apoyos profesionales y apenas cuenta con recursos económicos. Según relató, vive el presente con un sentimiento de aislamiento absoluto: «sin un WhatsApp, sin nadie que me apoye», expresó con la voz quebrada frente a cámara.

El peor momento de Adrián Gordillo

El declive emocional y económico de Adrián Gordillo se aceleró tras una serie de tragedias personales. La muerte de su madre en 2020 y, posteriormente, la de su padre hace tres años, marcaron un punto de inflexión que él mismo calificó como devastador. En ese contexto, comenzó a adentrarse en una dinámica autodestructiva asociada a la vida nocturna, un entorno que, según reconoció, terminó perjudicando gravemente su estabilidad.

Con el tiempo, su situación lo llevó a compartir una habitación de apenas quince metros cuadrados con su hermano en una vivienda en la que conviven otras cinco personas. Esta precariedad contrasta con los ingresos que llegó a percibir durante el rodaje del reencuentro Aída y vuelta, donde cobraba alrededor de mil euros por sesión y participó en hasta seis jornadas. Aun así, ese breve retorno que marcó su carrera no fue suficiente para revertir una situación ya muy deteriorada.

El actor tiene un hijo de cuatro años

Uno de los elementos que más angustia al actor es su responsabilidad como padre. Adrián Gordillo, que tiene un hijo de cuatro años, manifestó su frustración al sentir que su condición familiar ha sido completamente ignorada por quienes podrían tenderle la mano. Su testimonio se acompaña de una petición directa de ayuda para poder recuperar una mínima estabilidad que le permita afrontar su vida personal y profesional con dignidad.

Pese a ello, no se muestra derrotado. En su intervención televisiva subrayó que está dispuesto a aceptar cualquier tipo de empleo con tal de salir adelante. Ha enumerado posibilidades tan dispares como trabajos de almacén, construcción, fontanería o cualquier labor manual, además de su deseo de volver a actuar si surge la oportunidad. El mensaje que quiso transmitir es que no rechaza ninguna alternativa y que su prioridad, en este momento, es sobrevivir y cuidar de su hijo.

Gordillo ha tocado fondo

La crudeza del relato de Gordillo revela una realidad incómoda dentro del sector artístico: la falta de redes de apoyo para quienes, tras haber sido figuras públicas, pierden protagonismo y quedan fuera de los circuitos de trabajo. Su caso demuestra que incluso quienes alcanzaron la popularidad en una serie de referencia pueden acabar en una situación de marginalidad absoluta.

El actor, que afirma haber pasado de «estar en la cima» a vivir en condiciones extremas, resume su experiencia con una frase contundente: no se siente en un bache, sino «en el infierno». Desde ese lugar, ha decidido alzar la voz para mostrar que detrás de los focos y los aplausos puede esconderse una vulnerabilidad que rara vez sale a la luz. Su petición de ayuda, emitida en directo y acompañada de lágrimas, ha reabierto el debate sobre la protección laboral y psicológica de quienes dedican su vida al entretenimiento.