Las listas negras de la Casa Blanca incluían al ‘Pequeño Nicolás’ y a una asesora de Josep Borrell
La asesora de Borrell es su comunity manager y quien coordina precisamente acciones contra la desinformación
Biden exigió a Twitter cerrar las cuentas de cientos de españoles por sus falsos vínculos con China
Francisco Nicolás Gómez Iglesias, conocido por la opinión pública española como El Pequeño Nicolás, es uno de los nombres de la lista negra que el Gobierno estadounidense pasó a Twitter para que su cuenta fuera bloqueada bajo la sospecha de trabajar para el aparato oficial de propaganda chino.
Francisco Nicolás presumió durante una larga temporada hace diez años de sus relaciones, activos e incluso de haber estado trabajado para el CNI. De aquello fue condenado a finales de 2022 a tres años y cinco meses por hacerse pasar por un enviado de la inteligencia española y haber incurrido consecuentemente en los delitos de usurpación de funciones y falsedad documental.
Sin embargo, de sus relaciones con China nunca trascendió más que una serie de contactos con empresarios del gigante asiático como de otras áreas geográficas, pero nada que ver con el enaltecimiento del régimen comunista.
Un vistazo a su cuenta de Twitter alumbra algunos comentarios suyos del año 2020 sobre los avances arquitectónicos en el país o mención al coronavirus y, fundamentalmente, sobre el cada vez más importante peso de la economía china en el mundo. Nada que ver con las acusaciones del Centro de Participación Global de posibles interferencias en campañas de desinformación contra los intereses estadounidenses.
Asesora de Borrell
Pero si llamativo es lo de Francisco Nicolás, la inclusión en las «listas negras» de la administración Biden a una de las personas de mayor confianza del español, Josep Borrell ya es sorprendente. Se trata de Montserrat García, una bióloga catalana que es asesora especial y algo más que la community manager del jefe de la diplomacia europea.
García describe su trabajo al lado de Borrell consistente en la «planificación y la implementación diaria de las actividades en medios sociales en estrecha colaboración con el asesor de comunicación». Añade que «he estado monitoreando la reputación digital de Borrell y asesorando sobre acciones estratégicas para contrarrestar los ataques a la reputación».
Dicha actividad viene realizándola, según ella misma cuenta, desde enero de 2020, por lo que ya estaba desempeñando sus funciones en el servicio de la diplomacia europea cuando la administración Biden denunció su cuenta a Twitter por ser un agente de la propaganda y desinformación china. Indudablemente la falta de pruebas llevaron a la red social a rechazar el veto.
Conviene subrayar que ella reconoce que también se dedica a «contribuir a los esfuerzos de lucha contra la desinformación», algo paradójico pues es precisamente por aquello que combate lo que llevó a EEUU a señalarla.
Sus comentarios alusivos al país asiático no son más que altavoces de declaraciones previamente efectuadas por Borrell.
Así, por ejemplo, en junio de 2020 aseguraba que “no nos vamos a embarcar del lado de EEUU contra China porque nuestros intereses no son similares”. Esas fueron realmente palabras del socialista español dichas cuando Trump era el presidente estadounidense. Desde la llegada de Biden a la Casa Blanca y la elevación del tono contra China, la diplomacia de la UE ha seguido similar camino.
La embajada de China
La representación diplomática de China en España también fue objeto de sospechas desde EEUU, pero en este caso cualquier embajada no hace más que replicar la narrativa emanada desde el gobierno de turno. Al igual que la embajada de China en nuestro país estaba en dicha lista negra, también lo estuvieron otras legaciones diplomáticas del país en otros territorios, principalmente de Europa y América Latina.
La cónsul de China en Barcelona, Alicia Xiaofang, o la Asociación Abogados Amigos de China, una plataforma jurídica en España al servicio de ciudadanos chinos, fueron finalmente otros de los nombres aparecidos en las «listas negras» de EEUU que bien recuerdan a la obsesión con las que durante los primeros tiempos de la Guerra Fría se vinculaba a cualquier ciudadano con el régimen soviético.
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