Ni Sevilla ni Mérida: el monumento funerario romano mejor conservado de España está en Tarragona

España es un país atravesado por la historia. Casi cualquier rincón, da igual si es una gran ciudad o un pueblo pequeño, guarda algún vestigio del pasado. Teatros romanos, murallas medievales, templos… están ahí, formando parte del paisaje. Entre ellos, los monumentos funerarios romanos suelen pasar más desapercibidos, pero también cuentan sobre cómo vivían, morían y cómo querían ser recordados.
Muchos pensarían que los mejores ejemplos están en Mérida o Sevilla. Tiene lógica, pues ambas ciudades fueron importantes centros romanos. Pero no. El mejor conservado está a unos seis kilómetros del centro de Tarragona.
A pie de lo que fue la Vía Augusta está la Torre de los Escipiones, un mausoleo del siglo I que ha sobrevivido al tiempo y hasta a un rayo.
Este es el monumento funerario romano mejor conservado de España
Durante siglos, se creyó que en este monumento estaban enterrados los hermanos Escipión, héroes de la Segunda Guerra Púnica. La explicación era sencilla, dos figuras esculpidas en su fachada parecían militares.
Pero esa teoría se desmoronó en el siglo XX, cuando estudios arqueológicos, epigráficos y escultóricos demostraron que no había vínculo alguno con los célebres generales.
La torre está construida con lumaquela, una piedra caliza llena de fósiles marinos que todavía se distinguen a simple vista. Tiene forma escalonada, con tres cuerpos superpuestos. El último, con forma piramidal, se perdió hace tiempo.
En el nivel central están las dos figuras que dieron pie al mito: no son soldados, sino Atis, una deidad oriental vinculada a la resurrección y al culto de la diosa Cibeles. Viste túnica corta, gorro frigio y una expresión que no tiene nada de marcial.
Este dios, simbolizaba el renacimiento tras la muerte. Un mensaje directo para cualquiera que pasara por allí.
Las esculturas, de casi 1,85 metros de altura, muestran a dos figuras con túnicas cortas y gorros frigios, típicos del mundo oriental. Están sobre pedestales decorados y sus posturas transmiten recogimiento, casi como si estuvieran de luto.
Justo encima, todavía se conserva una inscripción en latín, aunque bastante erosionada. El texto ha generado interpretaciones diversas, porque el personaje enterrado sigue siendo un misterio.
La inscripción, grabada en la misma piedra con la que se levantó toda la torre dice lo siguiente:
ORNATE EA QUAE LINQUIT SPECIOSE VITAE SUAE REBUS POSITIS NEGLIGENS: UNUM STATUIT LOCUM IIS SEPULCHRUM UBI PERPETUO REMANE
O lo que es lo mismo: «Coronad aquello que él deja con brillantez, desentendiéndose de su vida una vez que lo ha dejado todo resuelto. Aquí, en este lugar, estableció su sepultura para permanecer por siempre».
Un monumento funerario con intención y con mensaje
El hecho de que esté tan bien conservado tiene que ver con su ubicación y con la solidez de su construcción, pero también con su valor simbólico. Los romanos no enterraban a sus muertos dentro de la ciudad. Lo hacían fuera, junto a las vías principales, para que quien pasara los viera.
Todo indica que la Torre de los Escipiones fue un mausoleo privado, quizás erigido en honor a un matrimonio o a dos hermanos. Lo situaron al borde de la Vía Augusta, en sus propias tierras, en un punto de paso estratégico.
Hoy forma parte del conjunto arqueológico de Tarraco, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Mundial. Y aunque le falte su remate superior, su estructura sigue en pie.
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