Santiago Abascal: reválida bajo la amenaza del voto útil
La presión mediática sobre Abascal ha aflojado pero sigue ahí: el único invitado que no fue a 'El Hormiguero' a "divertirse" ya no está bajo el influjo de la "alerta antifascista" de Iglesias
Abascal: «Hemos pasado del megáfono del que algunos se reían a ser una avalancha imparable»
Santiago Abascal (Bilbao, 1976) ha pasado en apenas cinco años de dar discursos subido a un banco en Sevilla a darlos desde su propia bancada en el Congreso de los Diputados. El auge de la carrera política de Abascal esta fuera de toda duda, pero ahora se enfrenta a una de las pruebas más duras de su camino: desterrar al llamado ‘voto útil’. Una auténtica reválida de la que Vox confía en salir reforzado.
Abascal llegó a la política de la mano del PP y ahora, con Ciudadanos atravesando sus horas más bajas -al menos en lo que a demoscopia se refiere-, se ha convertido en la mayor amenaza para los de Casado. El portazo a una confluencia de derechas, la llamada ‘España Suma’ que pinchó en su fase embrionaria, fue una declaración de intenciones en toda regla.
A día de hoy, con el actual equilibrio de fuerzas políticas, no hay duda de que Vox ha llegado al Congreso de los Diputados para quedarse. Sólo queda por ver en qué condiciones lo hará tras el próximo 10-N. El mayor riesgo para el proyecto lo conforman dos palabras: voto útil. El arma al que se aferra el PP para ponerle coto a los de Abascal.
“Hemos pasado de guijarro a avalancha”. La frase, reciente, es del propio Abascal y refleja lo que todos quieren creer en el partido: Vox no ha sido un producto pasajero de los que regala la política cada cierto tiempo y que acaba llevándose el viento, sino un proyecto político de futuro.
Sin ‘sambenitos’
Santiago Abascal llega a las urnas reforzado por la crisis catalana y habiéndose quitado de encima muchos de los ‘sambenitos’ que le colgaron desde la izquierda en la anterior campaña. Aquella ‘alerta antifascista’ de Pablo Iglesias tras las autonómicas andaluzas parece haberse quedado sin batería. Aquel ‘llega la ultraderecha’ también ha perdido fuelle mediático. Tampoco está sobre la mesa su polémico revolver ‘Smith & Wesson’, el arma preferida de su referente cinéfilo Clint Eastwood y con la que todas las mañanas protegía a su padre al abrir la tienda familiar en Amurrio (Álava). Ahora a nadie parece importarle ya si Abascal va armado o no.
La presión ha disminuido, pero no ha desaparecido. Abascal fue el único invitado en la historia de ‘El Hormiguero’ que no fue al programa a “divertirse”. La amenaza de boicot al ‘prime time’ de Pablo Motos obligó a cambiar la fórmula con la que le presentaron. Él respondió entregándole una tableta de ibuprofenos. “Para las que te van a dar”, apostilló. Lo cierto es que a Abascal ya le sobran los antiinflamatorios: en esta campaña, el ‘enemigo’ ya no es él.
Su paso por el Congreso ha dejado en la retina intensos momentos del desempeño parlamentario de Abascal. “No apoyaremos a la marioneta”, le espetó a Sánchez durante la investidura fallida de julio. “Ni venceréis, ni convenceréis, porque el separatismo nunca podrá con el pueblo español”. La cita, prestada de aquella apócrifa del maestro Unamuno, retumbó en la Carrera de San Jerónimo como un aviso a navegantes: Vox será la voz más crítica de la política contra las insaciables ambiciones separatistas. “No tengan ninguna duda de que España prevalecerá» arengó mirando hacia la bancada desde la que le observaban impertérritos Gabriel Rufián y Joan Tardà.
El azote de Torra y Otegi
El 10-N se confirmará si los 24 diputados obtenidos en las generales de abril por Vox fueron un síntoma del cabreo cocinado a fuego lento en las bases del PP durante los años del ‘marianismo’ o, efectivamente, los mensajes de Abascal han calado en el electorado de derechas. Las encuestas, de momento apuntan a lo último.
En apenas 3 años, el proyecto de Santiago Abascal ha pasado de no llegar a los 50.000 votos a superar los dos millones. Concretamente 2.677.173 españoles depositaron su fe en la lista liderada por el bilbaíno. El primer objetivo de Abascal para el 10-N es conservar a buen recaudo todas y cada una de esas papeletas.
El segundo será ampliarlas y convertirse en la tercera fuerza política de España. En el azote de Torra y Otegi, de la inmigración ilegal, de la “dictadura progre” o del “desfalco” de la España de las autonomías, asuntos marcados en negrita en su programa electoral. Sin quitar su diana del «carroñero» Sánchez, al que atacó sin ambages por la exhumación de Franco. Fue el partido más explícito en hacerlo.
Lejos queda ya aquel banco de Sevilla. Ahora, a los actos de Vox con Abascal hay que ir con tiempo si se quiere conseguir un sitio. Si no, toca esperar a que salga, megáfono en mano, a saludar a la masa que ha quedado relegada al exterior. Una ‘rockstar’ de la política española que sigue colgando el ‘no hay entradas’ en su gira por la reválida.
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