Crisis del coronavirus

Sanidad sitúa el pico de contagio en los días en que el Gobierno apenas empezaba a admitir la epidemia

La enfermedad del coronavirus avanzaba silenciosa por España desde semanas antes que el Ejecutivo tomara medidas drásticas con el virus ya descontrolado

Coronavirus en España: última hora del Covid-19 en directo

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Fuente: Ministerio de Sanidad.
Luz Sela
  • Luz Sela
  • Periodista política. En OKDIARIO desde 2016. Cubriendo la información del Congreso de los Diputados. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela. Antes, en COPE, ABC Punto Radio y Libertad Digital.

La silenciosa pandemia del coronavirus avanzaba imparable por España mientras el Ejecutivo apenas acertaba a ver la gravedad de la crisis. Con el virus descontrolado, el Gobierno se resistía aún a tomar las medidas más drásticas.

Así lo revelan los propios informes del Ministerio de Sanidad, que sitúan el 16 de marzo como el día más señalado por los propios pacientes como aquel en que empezaron a notar los síntomas de la enfermedad.

Esto, según la media aceptada de incubación de entre 5 y 7 días, situaría los contagios entre el 9 y 11 de marzo. Es decir, cuando el Gobierno, que durante semanas había rechazado la crisis, empezaba a reconocer un «escenario cambiante» sobre el coronavirus. Por entonces, en cambio, el virus ya estaba desbocado.

A ese 16 de marzo le sigue el 20 como el otro más notificado, lo que lleva los contagios en torno al 13 y 15 de marzo. Fue ese día cuando Sánchez implementó el decreto de un estado de alarma ‘ en diferido’, anunciado dos días antes.

Días perdidos

Pese a esa situación de alto riesgo, el Ejecutivo de Pedro Sánchez vaciló durante toda la semana en la intensidad de las medidas para hacer frente a la crisis. Fueron días perdidos, como revelan los gráficos del Ministerio de Sanidad. El fin de semana anterior, el Gobierno había incluso autorizado y azuzado las multitudinarias marchas ideológicas del 8-M. Una fecha que, pese a las críticas, se quiso mantener al margen de la pandemia.

Apenas dos días después, el 10 de marzo, el Gobierno empezó a hablar de un cambio de situación y, con ello, a plantear ciertas medidas. En España se contabilizaban entonces 1.635 casos confirmados y 36 fallecidos. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció la prohibición a eventos de más de 1.000 personas. Se suspendieron los vuelos directos desde Italia -principal foco europeo de la epidemia- y los viajes del Imserso.

Sánchez, fuera de la visiblidad pública de la crisis durante semanas, compareció en La Moncloa para anunciar ayudas económicas para empresas y familias afectadas por el cierre de colegios en terminadas comunidades y para los sectores más vulnerables. También prometió suministro de material sanitario y avanzó «semanas difíciles», aunque el virus corría ya desde hace tiempo todo el país.

Dos días después, en otra comparecencia, el socialista siguió sin concretar medidas drásticas. No cerró la puerta a declarar el estado de alarma, pero no tomó ninguna decisión. Se limitó a defender que la situación no era «estática»  y se centró en el ámbito económico, con una trasferencia a las comunidades de 2.800 millones de euros. También apeló a la «responsabilidad personal» y a la «disciplina social» para contener la epidemia.

El viernes de esa semana, el socialista ya dibujó un escenario pesimista. Avanzó 10.000 contagios los siguientes días y una lucha «larga y difícil», pero, aún así, renunció a una respuesta contundente: de forma insólita, anunció el estado de alarma, pero dilató su aprobación un día más. Un retraso incomprensible que propició un éxodo de zonas críticas a otras regiones, hasta entonces menos golpeadas.

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