España
Relevo en el Gobierno

Illa deja Sanidad con casi 100.000 muertos cuando España no iba a tener «más allá de algún caso»

  • Agustín de Grado
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) deja la cartera de Sanidad, a la que llegó como cuota del socialismo catalán, para ser el candidato del PSC a la Presidencia de la Generalitat en las elecciones cuya fecha aún no es definitiva. Licenciado en Filosofía, Pedro Sánchez le incorporó al Gobierno de coalición PSOE-Podemos para tender puentes con el independentismo (fue uno de los muñidores del apoyo de ERC a la investidura del líder socialista). El presidente le otorgó un ministerio cómodo, sin apenas competencias, para que pudiera cumplir su misión política, pero la pandemia del coronavirus le sorprendió cuando aún sólo había conseguido que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, con el que comparte sede ministerial después de que Sánchez convirtiera en tres ministerios el que con Rajoy era uno solo, le cediera la mesa de despacho que utilizó en su día Ernest Lluch. Illa se va dejando a España cerca de los 100.000 muertos reales por un virus que no iba a afectarnos «más allá de algún caso diagnosticado» (Fernando Simón, 30 de enero de 2020).

Desde aquella frase del director de Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), entró en el top 5 de todos los registros que miden el daño de la pandemia en el mundo. Tuvo la mayor letalidad de la primera ola, con más de 1.000 muertos por cada millón de habitantes y hasta 127 avisos de la OMS ha recibido el Gobierno para contabilizar los fallecidos para incluir también a los casos sospechosos. Ahora, en plena tercera ola, España ha llegado ha ostentar el dudoso récord de más contagios diarios por cada millón de habitantes, por delante Italia, EEUU y Brasil.

El pasado viernes se cumplió un año de esta profética frase de Salvador Illa, pronunciada cuando el coronavirus sólo era una noticia lejana que afectaba a China y en España aún no se había diagnosticado ningún caso: «Estamos preparados para actuar ante cualquier eventualidad». El informe del CCAES señalaba entonces que el riesgo de introducción del virus en España «se considera muy bajo».

Los acontecimientos se precipitaron poco después. El Ministerio de Sanidad, supuestamente asesorado por un comité de expertos que nunca existió, negó que hubiera un solo infectado en la semana de los contagios masivos (había que salvar las manifestaciones del 8-M, como ahora hay que salvar a toda costa las elecciones catalanas en las que Illa es favorito a la victoria), envió a los sanitarios al frente sin equipos de protección adecuada ante el virus, fue estafado en el mercado cuando España tuvo que salir a comprar test, desaconsejó las mascarillas que meses después acabaron siendo obligatorias, se mofó de las FFP2 que regaló Isabel Díaz Ayuso en Madrid (las “mascarillas egoístas”) que ahora se imponen en Europa, cuestionó la transmisión del virus por aerosoles, descartó las segunda ola (España vive inmersa ya en una tercera aún más mortífera), despreció el hospital Isabel Zendal (el ministro ni asistió a su inauguración) cuando el viento se lleva se lleva ahora por delante los hospitales de campaña en la Comunidad Valenciana y desestimó la cepa británica («No agrava la enfermedad) en un informe difundido 24 horas antes de que Boris Johnson revelara que su mortalidad es un 30% superior en los mayores de edad y, como no podía ser de otra manera, Simón pasó de ser considerada «marginal» a «dominante» en apenas una semana.

Un activo electoral

Este océano de datos objetivos convierte a España en el insólito caso de que en un país tan golpeado por la pandemia, el ministro encargado de la gestión se haya convertido en un activo electoral. Su carácter templado, no ha levantado la voz en ningún momento durante la difícil situación con la que le ha tocado lidiar, le ha granjeado una imagen de hombre tranquilo valorada por los electores. «Sabe escuchar», dicen de él quienes le conocen. «Pero tiene opinión propia y si se puede permitir ser así de templado -añaden- es porque tiene convicciones muy firmes».

Los sondeos electorales avalan la maniobra de Moncloa de sacar a Salvador Illa de la gestión de la pandemia para ponerle a competir electoralmente en Cataluña. Illa tiene posibilidades de dar la victoria a los socialistas. Y ante ese objetivo político no hay pandemia que valga. De ahí que el ministro se haya resistido a modificar el decreto del estado de alarma, pese al clamor de la comunidades autónomas: un confinamiento domiciliario en Cataluña acabaría con la cita electoral del próximo 14 de febrero y su aplazamiento a mayo diluiría el ‘efecto Illa’.

Las encuestas abren la vía a un nuevo Govern tripartito en Cataluña: PSC, ERC y Comuns. Sin embargo, el ex ministro, al menos en campaña, se muestra partidario de la fórmula Sánchez: gobernar con los Comuns y que los de Oriol Junqueras presten apoyo parlamentario. «Si puedo formar Gobierno, no será independentista. Quien me apoye lo tendrá muy claro», sostiene. El tiempo dirá si estas palabras se cumplen o acaban como otras muchas afirmaciones pronunciadas durante la gestión de la pandemia.