Que se entere Sánchez: ahora sí hay ‘fuego amigo’ en la filtración de la cinta de la ministra Delgado

José Manuel Villarejo
José Manuel Villarejo. (Foto: EFE)
Manuel Cerdán

Que se entere el presidente Pedro Sánchez, aunque siga afectado por el jet lag de su viaje transoceánico. Ahora sí ha habido “fuego amigo”. Ahora sí se ha producido fuego cruzado entre departamentos de su Gobierno.

Cuando OKDIARIO desveló el caso de las cremas Olay de Cristina Cifuentes una legión de periodistas y de seudoanalistas políticos se apuntaron a la tesis del PSOE y de Podemos de que detrás de la publicación se escondía la mano negra del Partido Popular. Todos ellos asumieron sin ningún esfuerzo intelectual el eslogan podemita sobre el «fuego amigo» que, como si se tratara de una mascletá valenciana, partía según ellos de la sede de los populares de la calle Génova de Madrid. Había que escuchar a Errejón, Iglesias, Echenique y toda la jarca podemita imponiendo su línea agit-prop: el video de Cifuentes había sido filtrado por el PP a OKDIARIO para descabezar a su presidenta autonómica.

Y para dar crédito a tan absurda premisa insistían en que la cinta había estado guardada diez años en un cajón y que la habían desempolvado para sacrificar a la presidenta de Madrid.

Era la versión interesada de la pinza política, pactada entre socialistas y podemitas, que habían presentado una moción de censura contra Cifuentes. Esa sí estaba diseñada para guillotinarla y, con la ayuda de algunos medios, lograron inocular su enfoque en la opinión pública.

La versión más estrafalaria, engrasada por los servicios secretos, aseguraba que el filtrador de las imágenes del hurto en el supermercado Eroski era el comisario José Villarejo desde su celda de la cárcel madrileña de Estremera.

Lo que antes valía, ahora no

Ahora, meses después, nos encontramos ante una situación similar: la difusión de una cinta sonora grabada por Villarejo en una comida con Baltasar Garzón y varios comisarios, en la que también compartía mantel la ministra de Justicia, Dolores Delgado. La ex fiscal de la Audiencia Nacional, sin saber que la estaban grabando, se permitía verbalizar una serie de estupideces.

Tras el escándalo, la maquinaria propagandística de La Moncloa y de Podemos, secundados por varios medios de comunicación, han adjudicado a Villarejo la condición de filtrador de la cinta. Una vez más se le atribuye la motivación del chantaje por su situación carcelaria. Incluso, el presidente del Gobierno, desde el otro lado del Atlántico, dando por hecho que la cinta la ha puesto en circulación el ex comisario, ha afirmado que no piensa someterse a ningún chantaje y que él ha venido a limpiar la corrupción. Y en plan provocador sentenció: «Que haga autocrítica la oposición».

Al contrario que en el caso Cifuentes, ahora nadie habla del «fuego amigo» dentro del Gobierno socialista y de que la cinta llevaba guardada en un cajón desde el año 2009, cuando fue registrada de manera subrepticia por Villarejo. Todos los focos se dirigen al personaje denostado y catalogado de cloaca. ¿Pero beneficia la reproducción de la cinta al supuesto filtrador Villarejo? ¿Le compensa escucharse hablando de modelos-prostitutas y de «información vaginal»? ¿Le sirve para su causa judicial enemistarse con la ministra de Justicia? ¿Recibe alguna ventaja el comisario perjudicando a Garzón que es el abogado de García Castaño, con quien comparte una acusación?

Por todo ello, ante tal cúmulo de despropósitos y manipulaciones, es necesario hacer un análisis adecuado sobre la autoría de la filtración. Y la pregunta clave es: ¿Quién o quienes estaban en poder de la cinta para poder filtrarla?

Los posibles filtradores

Como en la obra de Agatha Christie, Los diez negritos, aquí los invitados –por cuyas manos ha pasado la cinta– son cinco y uno de ellos es el culpable: el juez de refuerzo del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Diego de Egea; la Unidad de Asuntos Internos (UAI) de la Policía, la Fiscalía Anticorrupción, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el propio Villarejo.

Si descartamos a Villarejo, porque nadie se pega un tiro en el pie sin que la autolesión le produzca unos réditos, y al magistrado que lleva meses intentando poner orden en la causa –incluso liberando a Villarejo aún enfrentándose al ministerio fiscal-, sólo quedan tres: Asuntos Internos, la Fiscalía Anticorrupción y el CNI.

Y, qué casualidad, los tres dependen, directa o indirectamente, del Gobierno Sánchez: del Ministerio del Interior, de la Fiscalía General del Estado y del Ministerio de Defensa. ¿Acaso eso no es «fuego amigo»?

Asuntos Internos depende del ministro Fernando Grand-Marlaska pero, así mismo, es un departamento policial siempre ligado al CNI. Bastaría recordar la pleitesía a los servicios secretos de su anterior jefe Marcelino Martín Blas y los casos Nicolay o Emperador, que salpicaban a la cúpula del espionaje español. En esos dos casos, que afectaban al Pequeño Nicolás y al chino Gao Ping, se concentró toda la bilis de las cloacas policiales y la guerra entre comisarios. Se da la coincidencia de que el policía de la UAI, que detuvo a Villarejo e investiga su causa, trabajó en 2016 para Martín Blas en una investigación reservada contra el propio Villarejo.

Como desveló OKDIARIO, el juez de la Audiencia Nacional ordenó a los agentes de la UAI, el volcado de las cintas, pendrives y discos duros intervenidos a Villarejo en su domicilio y oficina. Por tanto, ese departamento policial es el responsable de custodiar y salvaguardar las grabaciones. Si en su día pudo filtrarse de sus instalaciones un registro sonoro que afectaba al mismísimo ministro del Interior, lo que provocó su dimisión, uno se imagina el poco esfuerzo que supone la filtración de una cinta de quinta división.

Por tanto, de ese «fuego amigo» tampoco se escapa el departamento de Grande Marlaska, a quien Dolores Delgado se refería de manera poco decorosa. Por ello es poco probable que, si la filtración procede de la Policía, el ministro estuviera al tanto de tal ilegalidad. Está claro que nadie consiente la publicación de un documento en el que se le llama «maricón» y otras lindezas. No hay dudas de que los intereses del algunos clanes policiales no coinciden con los principios del mismísimo jefazo del Cuerpo Nacional de Policía.

El papel de Anticorrupción

El otro ‘negrito’ a escrutar sería la Fiscalía Anticorrupción, que durante todo el proceso del alcantarillado policial siempre ha desempeñado el papel de pocero de Asuntos Internos y del CNI. Se da la circunstancia de que cada vez que De Egea ha movido un papel o ha adoptado una decisión contraria a los intereses de los «intocables» del ministerio público, han aparecido en medios de comunicación documentos o grabaciones que colocaban al magistrado en evidencia. La mano negra del Eliot Ness de la calle Manuel Silvela, sede de Anticorrupción, subyace en toda la instrucción del proceso Villarejo, aunque él nada tenga que ver con el caso.

Y al hablar de Anticorrupción obliga también a incluir en el mismo paquete al CNI. Si la guerra entre Villarejo y Martín Blas fue un duelo policial cainita, el encontronazo entre el ex comisario y el general Félix Sanz Roldán, el jefe del espionaje, sigue siendo algo chirriante. La cinta de la princesa Corinna es todo un documento sonoro que plasma el duelo tipo O.K Corral entre Villarejo y Sanz Roldán.

Si alguien celebró con champán la entrada en prisión del ex comisario ese fue, sin duda alguna, el director del CNI. El servicio secreto dependía antes de Vicepresidencia del Gobierno pero, desde la llegada de Sánchez a La Moncloa, está incorporado a la estructura del Ministerio de Defensa, cuya titular es la ex magistrada Margarita Robles. Y en menesteres que afectan a Villarejo, Delgado y Garzón, la dupla Sanz Roldán-Robles combinan un coctail superexplosivo.

Quien puso en circulación la cinta tenía claro lo que perseguía: alargar la prisión de Villarejo, menoscabar la imagen de la ministra de Justicia, presionar al juez titular y a la sala de lo penal de la Audiencia Nacional, que tiene pendiente varias resoluciones, retrasar un supuesto indulto para Garzón prometido por Sánchez, desacreditar al ex comisario García Castaño, imputado en una causa satélite del caso Villarejo también por culpa de otra cinta filtrada, y ajustar antiguas cuentas pendientes de la época de Belloch.

La mente calenturienta que ha diseñado la operación ha conseguido su propósito: todos sus objetivos han quedado tocados y, además, la filtración se la han adjudicado a otro. Y en ese operativo no se puede incluir a los periodistas de Moncloa.com porque han logrado un gran scoop y han realizado con éxito su trabajo. Que nadie tenga la tentación de matar al mensajero como sucedió con el caso Cifuentes. Ahora sí. El «fuego amigo» queda demostrado.

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