Mossos ‘espías’, colegios ocupados y aquellos días prerrevolucionarios
Comparecen más testigos policiales citados por Fiscalía y Abogacía del Estado para declarar sobre la "violencia" en los días objeto de enjuiciamiento y el papel de los Mossos en el desarrollo de los hechos.
«Creo que en el cuerpo de Mossos había muchos compañeros que hubieran deseado colaborar con nosotros, hay excelentes profesionales, pero la verdad es ésta», no lo hicieron. Así se lamentaba el comisario Juan Manuel Quintela al ser preguntado por el fiscal Zaragoza, una vez más, como a tantos otros antes sobre la inacción de la policía autonómica catalana durante la celebración del referéndum ilegal del 1-O. Quiere remarcar, y hace bien, el mando de la Policía Nacional que no todos los Mossos son iguales, ni todos sus agentes son afines al separatismo. La deslealtad del cuerpo no fue homogénea entre los mandados y sus mandos.
El matiz es importante ahora que llegamos a ese punto crítico del juicio en el que el cansancio empieza a hacer mella. Precisamente por eso conviene estar atentos a los detalles. Porque de ellos depende que fuese posible ocupar los colegios, desde el 29 de septiembre de 2017, antes de que actuasen los Mossos encargados de precintarlos; excitar a «la gente» hasta un estado de desobediencia generalizada; y, convertir a los miembros de los Mossos en ‘espías’ de guardias civiles y policías. Algunos mossos, no todos. Quiénes fueron los elegidos y por qué hicieron ciertas cosas y no otras es lo verdaderamente determinante para la causa.
Juan Manuel Quintela, comisario jefe de la brigada de información de la Jefatura de Policía de Cataluña, narra al tribunal con crudeza, pero sin aspavientos, «la actitud violenta» que se vivió aquellos días en Cataluña contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y cómo toda aquella amalgama de tensión evolucionó en lo que califica como «un ambiente prerrevolucionario».
En su declaración, el comisario Quintela ha querido deslizar que no todos los Mossos son afines al separatismo
Quintela es rotundo y pormenorizado en su descripción del dispositivo que lideró, en la sede de la CUP, para requisar propaganda a favor de un referéndum que ya había sido declarado ilegal. Los policías nacionales fueron «acometidos y golpeados violentamente» a su salida del registro, con el material incautado, hasta el punto de verse obligados a disparar balas de fogueo «a modo de salvas» para abrirse paso entre una multitud de concentrados «que les rodeaba y de la que recibieron lanzamiento de todo tipo de objetos». Algo que ahora la Audiencia de Barcelona investiga si fue constitutivo de un delito de coacciones, dado que el jefe del operativo ordenó el despliegue de sus agentes (sus propios agentes, sí), «a fin de que les permitieran la entrada y registro» de aquella sede, como respuesta a lo que supondría un posible uso de la «intimidación» contra ellos.
Los Mossos no estaban muy por la labor de ayudarles. Habían recibido instrucciones previas de no de colaborar, más bien «se opusieron». Hasta tal punto fue su «obstaculización» de la labor de guardias civiles y policías nacionales actuantes, en los centros de votación, que un mando se plantó en la puerta de uno de ellos, con los «brazos en cruz», mientras les gritaba: «¡Dejadles votar»!. La actitud de los «binomios» de la policía catalana «fue pasiva en la mayoría de los casos».
También era manifiestamente pasiva la «resistencia» de la mayoría de los votantes. No así la animadversión de algunos de ellos hacia los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado quienes, además de patadas y puñetazos, recibieron golpes con todo tipo de objetos: urnas, vallas, botellas, … Y pese a ello, los agentes, setenta y uno de los cuales resultaron heridos, «esperaron» estoicamente «en los operativos» y actuaron con ejemplaridad. «Durante todo el día la Policía Nacional utilizó la fuerza con toda la medida y mesura posible», asegura el comisario Quintela.
Los Mossos recibieron órdenes de no actuar en los centros de votación pero, también, de hacer seguimientos a guardias civiles y policías para marcar sus posiciones
En su opinión, y el inciso de nuevo es importante, el hecho de que se detuvieran las actuaciones de la Policía Nacional «no tuvo nada que ver» con las imágenes de las cargas policiales contra votantes del 1-O en Cataluña porque de ser así, se ha justificado, «habríamos parado desde primera hora de la mañana». La atribuye el comisario a un «desgaste» de las unidades que hacía «poco recomendable» perseverar en los intentos de desactivar un referéndum que ya se estaba materializando.
Quintela no ha escatimado en sus críticas. Para lograr la ocupación de los colegios, y todo lo que en ellos aconteció el día de autos, fue esencial la «pasividad» de los Mossos y su labor ineficaz. Con honrosas excepciones. Hubo algún caso de agente que «intentó ayudar» con los medios a su alcance pese a que no eran los adecuados porque, como señalaría un teniente del Instituto Armado por la tarde, «no iban uniformados como nosotros para aquellas circunstancias». Otros les señalaron como ‘piolines’ y se mofaron de ellos, en cambio, días más tarde.
El «clima de desconfianza» y las «serias sospechas» que se manejaban durante las reuniones de coordinación entre los tres cuerpos policiales, sobre cómo responderían los miembros de la policía autonómica en una jornada que todos estimaban sería «muy complicada», quedaban confirmadas a primera hora de la mañana del 1-O. Un escenario que también tenía preocupado a su homólogo en los Mossos, Manel Castellví: «A ver si todo va bien el domingo», le dijo al término de uno de aquellos encuentros previos. «Pues mira, si quieres que la cosa vaya bien habla con tu consejero y dile lo que tiene que hacer», le contestó Quintela, refiriéndose al entonces responsable de Interior de la Generalitat, Joaquim Forn.
«A ver si todo va bien el domingo», dijo el mosso Castellví, sobre el 1-O. «Pues mira, si quieres que vaya bien habla con Forn y dile lo que tiene que hacer», contestó el comisario Quintela
Pero si en algo incide el mando policial es en la labor de vigilancia desplegada por los Mossos antes, durante y después del 1-O, hacia los otros cuerpos policiales por «instrucción» de sus superiores. Más de 271, sólo en la ciudad de Barcelona. Así lo ponen de manifiesto las comunicaciones del Centro de Coordinación Operativo (CECOR) de la Policía catalana, desde donde se dio indicaciones para reportar de los movimientos y localización de guardias civiles y policías nacionales. El estudio de las comunicaciones, que a veces denotaban un lenguaje encriptado, en «clave 21», indicaba que no se utilizaron canales abiertos. «Eso no es normal», se ha lamentado. .
Lo que sí lo fue y, además, de manera muy notable, es la actuación de los antidisturbios de la Policía Nacional en un día en el que «el objetivo prioritario» era impedir la celebración de un referéndum ilegal. Quintela remarca con orgullo que los miembros de la UIP de la Policía Nacional son «admirados» internacionalmente y «han sido escuela de los Mossos» en protocolos de actuación, en numerosas ocasiones.
«Priorizaron la seguridad sobre la eficacia preservando, en todo momento, la pacífica convivencia con un criterio de utilización racional de la fuerza que fue seguido escrupulosamente», asevera. «Si ese día las unidades de intervención se hubieran empleado con contundencia, sí que hablaríamos de heridos y de otra situación muy diferente», ha matizado el comisario. «Se aguantó hasta lo inaguantable», lo reafirma con sus propias palabras uno de los tenientes de la Guardia Civil que actuó sobre el terreno, ese mismo día y que declara en el turno de tarde.