Moncloa y Zarzuela paran los pies a Don Juan Carlos: «No puede volver, Majestad»

Rey Juan Carlos
El Rey emérito, Juan Carlos I.
Carlos Cuesta

El deseo del Rey emérito de volver a España por Navidad está más lejos de lo que Don Juan Carlos pudo pensar. Ni Moncloa ni Zarzuela consideran adecuado que el hombre más buscado en estos momentos por los focos retorne al territorio nacional, y al absoluto y más aplastante protagonismo en las portadas, en plena regularización fiscal y con un inmenso debate abierto en el seno del Gobierno sobre la institución monárquica. Ambas instituciones han trasladado ya a Juan Carlos su rechazo y prohibición de que vuelva a España, al menos, hasta finalizar todo el periodo de Navidades. Es decir, hasta pasada la festividad de Reyes. Su mensaje ha sido claro: «No puede volver, Majestad».

No es el momento. Ni la incipiente tramitación de la regularización fiscal de Juan Carlos, ni la consiguiente polvareda levantada a causa del reconocimiento del impago de impuestos por parte del emérito, abonan el terreno para que el padre del actual Rey atraiga las miradas y grabaciones de todos los medios de comunicación y de los partidos durante un periodo, el navideño, en el que la Casa Real ejerce algunos de sus momentos de máximo protagonismo: el discurso de Nochebuena y la Pascua Militar.

Moncloa sabe que ya tiene suficiente debate interno con los hombres de Pablo Iglesias como para agitar aún más el avispero con la presencia del emérito. Tanto el líder de Podemos, como el ministro de Consumo, Alberto Garzón, han enseñado ya los dientes en el Consejo de Ministros reclamando un cambio de sistema, y Pedro Sánchez no quiere verse aún más atrapado en una espiral antimonárquica que lo equipara día a día al partido morado y lo desfigura ante su electorado más clásico y moderado.

Discurso de Nochebuena

Por su parte, Zarzuela tampoco considera el mejor de los escenarios el hecho de tener que reclamar en el discurso de Nochebuena cautela, responsabilidad y aguante a una población sumida en la crisis y las restricciones por el coronavirus, y tener que hacerlo mientras las cámaras de todos los medios rebosan minutos dedicados a las últimas imágenes de Juan Carlos dando explicaciones de cuánto dinero regulariza y cuánto no. De cuánto puede haberse librado de ser regularizado y cuánto corre riesgo de entrar en el debate pasado mañana.

Por ello, las dos instituciones han llegado a un punto de acuerdo y entendimiento: el de prohibir a Juan Carlos que haga acto de presencia en España, al menos, hasta que hayan pasado las Navidades en su concepción más extensa. Desde el día de Nochebuena, hasta pasada la festividad de Reyes.

Entre los argumentos decisivos se ha encontrado el de la ubicación del emérito en una hipotética vuelta a España. Su lugar de residencia natural en Madrid es la Zarzuela. Pero permitir al emérito entrar en ese complejo como si nada hubiese ocurrido en este tiempo supondría atraer los focos del debate directamente hacia el espacio natural de la Jefatura del Estado, justo lo menos indicado en un escenario de control de crisis mediática. Y cualquier otro escenario supondría un problema de diversa índole: de seguridad, de garantía de protección y, por supuesto, de sobreagitación mediática.

Por ello, la solución puesta encima de la mesa por Moncloa y Zarzuela ha sido la de que mejor, por el momento, que Juan Carlos no vuelva a casa, desde luego, no por Navidad.

El mensaje ya ha sido trasladado al emérito. Eso sí, hay que recordar que legalmente nada impide a Juan Carlos volver a España y moverse con plena libertad: no está imputado ni tiene ninguna restricción de traslado por motivo oficial o legal alguno. Es decir, que en caso de no querer aceptar la exigencia de Moncloa y Zarzuela, nada legalmente podría impedir su entrada en territorio nacional. Por Navidad, o por deseo de volver a su país. Pese a ello, las fuentes consultadas rechazan que esté en el ánimo del emérito provocar el menor problema adicional a la institución monárquica en la situación actual. Y confían, por lo tanto, en que la petición sea cumplida.

Es más, confían en que Juan Carlos sea consciente de que el primero que sufriría un martirio público sería su propia persona. Porque su venida podría agitar aún más la discusión sobre su figura y la puesta en duda de su comportamiento más cercano en el tiempo.

Maniobra de Podemos

Desde Moncloa se ha destacado en esas deliberaciones que Podemos ya se ha puesto manos a la obra en su plan para debilitar por completo la imagen de la Monarquía en España y generar el mayor daño en la Jefatura del Estado a causa de la actual regularización fiscal de Juan Carlos I. Y que ese plan busca generar una imagen de que es la institución monárquica y la Jefatura del Estado la que tiene que dar explicaciones, y no la figura personal de Juan Carlos. En ese contexto, el retorno del emérito sólo daría alas a la línea de Podemos para exigir un escarmiento por el incumplimiento fiscal.

De hecho, Podemos presiona ya al Gobierno para que la futura ley de la Corona fuerce la retirada del rango de Rey emérito a Juan Carlos, lo que es considerado, por el partido morado, como la asunción oficial, haya o no haya condena judicial, de que Zarzuela ha vivido en una órbita imperante de fraude.

Los socialistas, de hecho, saben que caminan en este asunto entre dos aguas: la de la tendencia ya natural de sus bases -contraria a la Monarquía- y la del Gobierno, que sabe que vestir oficialmente el traje de ser contrario a una institución y pilar de nuestra democracia y de nuestro sistema político significa pasar a igualarse con Podemos. Y esa falta de diferenciación puede hacer crecer al partido morado por la pérdida de los votos que aún aglutina el PSOE procedentes de votantes no radicales.

Por ello, el punto de encuentro entre Zarzuela y Moncloa en este asunto ha sido el del alejamiento de la vuelta de Juan Carlos. Al menos, hasta que el momento de protagonismo de la Casa Real en Navidades haya pasado.

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