TELEVISIÓN

La mano de Borja Prado ya se hace notar en Mediaset al fulminar a Jorge Javier Vázquez

Borja Prado
Borja Prado.
Luis Balcarce

De los integrantes de Sálvame podía decirse lo mismo que se decía de los protagonistas de Los otros, de Alejandro Amenábar: «Estaban muertos, sólo que no lo sabían». Y es que a veces el mundo de los muertos se mezcla con el de los vivos. La muerte de Sálvame tras 14 años en antena estaba anunciada desde el minuto uno de la salida de Paolo Vasile de Mediaset y su sustitución por Alessandro Salem y Massimo Musolino como nuevos consejeros delegados, escuderos de Borja Prado, presidente de Mediaset España, en su cruzada por volver a hacer una televisión familiar, creíble y líder de audiencia.

La tarea que le esperaba a Prado era hercúlea. El ex presidente de Endesa recibió una televisión que luchaba a duras penas por hacer una audiencia de dos dígitos en todas sus franjas, con la excepción del 18% de share de Ana Rosa Quintana, invicta como reina de las mañanas tras 18 años presentando El Programa de Ana Rosa. Telecinco ya no es la apisonadora que aplastaba a sus rivales con sus formatos de bajo coste, las humillaciones en directo y los realities presentados por Jorge Javier Vázquez, firme defensor de una televisión para «rojos y maricones», como llegó a decir del público al que se debía Sálvame.

Tras 10 años de Kikos, Belenes y Karmeles, el público acabó harto de ver a los mismos de siempre chapoteando en el estercolero de sus miserias ante la despótica mirada de Vázquez. La pandemia marcó un antes y un después. Los comentarios zafios y machistas del presentador también. De la chistera de La Fábrica de la Tele ahora sólo salían escándalos judiciales, como cuando se supo que un colaborador de Sálvame había espiado de forma ilegal a más de un centenar de famosos para obtener información morbosa con la que disparar la audiencia.

Código ético

Lo primero que hizo Borja Prado fue implementar un nuevo código ético -en vigor desde el pasado 20 de febrero- destinado a atar en corto a la descontrolada tropa de Sálvame. A partir de entonces las «opiniones políticas, así como las preferencias o comentarios políticos» quedan fuera de los espacios de entretenimiento. La primera en la frente de Jorge Javier, que lleva años cortejando a candidatos de la izquierda e insultando abiertamente a toda la derecha. También ahora quedaba prohibido «atacar o criticar a otro programa de la compañía o a sus presentadores o colaboradores», otra advertencia a Vázquez por sus ataques a Ana Rosa Quintana, Carlos Herrera y Pablo Motos por… ¡criticar al Gobierno de Sánchez! Y por último, se acababa la bromita de abandonar «en directo y sin causa justificada» el programa. Porque en caso de hacerlo, «se tendrá por definitiva a efectos contractuales».

Pero la regla de Borja Prado que acabó por enterrar para siempre la Telecinco que conocíamos fue la prohibición de nombrar a Kiko Rivera, Ortega Cano, Gloria Camila, Rocío Flores, Antonio David, Marta Riesco, Olga Moreno, Fidel Albiac y a la tóxica Rocío Carrasco. Prado purgaba así a toda una caterva de estrellas que retroalimentaba el universo Vasile hasta el empalago. Era el golpe de gracia a un modelo de televisión agotado, incapaz de retener la huida masiva de audiencia hacia Antena 3, líder incontestable desde hace un año y medio.

Ahora llega el reto de construir una televisión que recupere la credibilidad perdida tras una década de borrachera y vulgaridad. De ahí, la jugada maestra de cancelar definitivamente Sálvame y poner en su lugar a Ana Rosa, de quien Jorge Javier llegó a decir que sus editoriales «daban ganas de meterte en un convento para que el apocalipsis te pille en silencio». A quien le ha pillado el apocalipsis ha sido a él y a su tropa, desterrados por la sensatez y el sentido común, la nueva fórmula de Prado para resucitar a Mediaset.

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