España
Salud mental

La huella invisible en la salud mental de quienes huyen de un conflicto bélico: «Generaciones heridas»

La Asociación AISS gestiona pisos tutelados para que las personas con patologías mentales se desarrollen con libertad

"Las guerras suponen para el menor la pérdida de todas sus figuras de referencia", asegura su fundadora Ana Villota

La guerra no sólo provoca ruinas materiales o desplazados, sino también cicatrices invisibles que acompañan de por vida a quienes han sobrevivido al horror. Así lo advierte Ana Villota, trabajadora social forense y fundadora de la Asociación AISS, que es la entidad que tutela pisos donde viven personas con enfermedades mentales, al subrayar que los conflictos bélicos afectan a la salud mental, marcan a quienes los viven y también a las generaciones futuras.

«La protección de la infancia es fundamental, definitivamente es nuestro futuro. Las guerras suponen para el menor la pérdida de todas sus figuras de referencia. La familia para un niño es su refugio y, en muchos casos, [los niños] han visto morir a padres, madres y abuelos», explica Villota.

Ese desgarro temprano, apunta, deja un eco intergeneracional. «La exposición constante a un escenario de guerra no se queda solo en quien lo vivió, sino también en generaciones futuras. Hablamos de generaciones heridas por esas vivencias. No hace falta ser experto para leer el terror en sus miradas», subraya la fundadora de la Asociación AISS.

En ese contexto, el rol de los trabajadores sociales se vuelve clave. En concreto, Villota lo define como un puente entre el trauma y la reconstrucción. El trabajo que realizan en estos contextos de guerra es el de «promover la reconstrucción de recursos y defender los derechos humanos, actuando como promotores de la paz e intentando facilitar el cambio a una sociedad que tras una guerra se ve sumida en la pobreza, en la pérdida de recursos, con desplazamientos forzosos y en medio de la deshumanización».

Estrés, depresión y ansiedad

Las secuelas psicológicas son profundas. Estrés postraumático, depresión y ansiedad son las patologías más comunes, y el abordaje requiere de equipos multidisciplinares. «Hablamos de personas que han perdido su hogar, su familia, sus recursos y en muchos casos su tierra. Suelen presentar un estado constante de alerta y vulnerabilidad. Son hombres y mujeres que han visto morir a familiares, o profesionales como médicos, militares o periodistas que también quedan afectados», detalla.

Respecto al camino hacia la recuperación, Villota es clara: no hay una única respuesta. «Depende de cada caso y de cada vivencia. Además del tratamiento de psicoterapia, pueden necesitar apoyo farmacológico». Y añade que «según los estudios, suelen convivir con ansiedad, miedo constante y somatizaciones físicas. Conviven con pérdida de confianza, tristeza, miedo y dificultad en su vida diaria para normalizar el trato con los demás».

La cooperación internacional, concluye, es la llave para acompañar esos procesos de reconstrucción. Y, aunque el futuro parece incierto para muchos de los sobrevivientes, la especialista insiste en que el compromiso de la sociedad civil y de los profesionales de la salud mental puede marcar la diferencia entre quedar atrapados en el trauma o volver a empezar.