Fernando Rueda: «Los archivos del 23F o el 11M en el CNI han sido probablemente cortados»

Rueda bucea en 'Líneas Rojas' en las secuelas psicológicas que dejan en los infiltrados del CNI

“Viven dos vidas paralelas y dividen su cerebro en dos cajas fuertes, la misión está por encima de todo”

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«Los archivos del 23F o el 11M en el CNI han sido probablemente cortados». Lo cuenta Fernando Rueda, periodista y escritor especializado en el CNI, en una entrevista a OKDIARIO. «Si algún día hay una nueva Ley de Secretos Oficiales y se desclasifican los papeles del 23F, me temo que encontraríamos la historia cortada por el bien del Estado o por los intereses particulares de algunos», afirma. ¿Esto incluye el 11M?, le preguntamos. «Sí», responde.

Fernando Rueda nos presenta su último libro: Líneas Rojas. El autor bucea en las entrañas psicológicas del infiltrado tras verse obligado a traspasar determinadas y duras líneas rojas para asegurar el éxito de la misión. Dice Fernando Rueda: «Los infiltrados dividen su cerebro en dos cajas, su yo real y su yo de infiltrado, y la misión está por encima de todo. Pero ¿qué pasa en ellos cuando acaba?, ¿qué traumas deja?».

En Líneas Rojas, Fernando Rueda compone una especie de dream team de agentes del CNI. El autor se inspira en una peligrosa operación real que efectuó Mikel Lejarza, El Lobo, hace 20 años contra una trama internacional de blanqueo de dinero donde se juntaba la mafia, políticos y servicios extranjeros como el Mossad. Sobre esa historia real, Rueda crea un equipo ficticio de espías con los mejores del CNI junto a Lejarza. Entre ellos, Arantxa Berradre, la única mujer, oficialmente, infiltrada en ETA, en la que se basa la película La Infiltrada, actualmente en los cines.

Fernando Rueda conoce como pocos las entrañas del CNI y de sus predecesores, el CESID y el SECED. En la entrevista habla también de Bárbara Rey o de la decepción que sufren los agentes viendo, gracias a Pedro Sánchez, a Bildu (ETA) o a los independentistas catalanes manejando la gobernabilidad de España después de una vida completamente sacrificada para combatirlos, especialmente en el caso de los infiltrados: «Se sienten muy mal».

Fernando Rueda asegura que, a diferencia de otros países, los infiltrados en España se convierten, después de sus misiones, en una «carga» para el estado. Un abandono ingrato que llega al punto -nos desvela- de que Mikel Lejarza, El Lobo, el topo que más daño hizo a ETA haya de aguantar, hoy, que Bildu y los familiares de un etarra muerto en 1975 le hayan demandado, medio siglo después, por crímenes de lesa humanidad gracias a una ley aprobada por el gobierno vasco del PNV y el PSOE.

PREGUNTA.- ¿Qué es Líneas Rojas?

RESPUESTA.- Es un true crime, una historia inspirada en una operación real, hace 20 años, de Mikel Lejarza, El Lobo. Lejarza se introduce en una red mafiosa de blanqueo de dinero, con ramificaciones políticas y de servicios de inteligencia extranjeros, como el Mossad. La operación fue real. Yo uno en la ficción, junto a Mikel, a los mejores infiltrados de nuestros servicios secretos. Una de ellas es Arantxa Berradre, que en el libro es Izaskun, la única policía que consiguió infiltrarse en ETA. Otro es el guardia civil Paco Lerena, que se infiltró en un grupo de militares que planearon matar a toda la Familia Real y al gobierno de Felipe González durante el desfile de las Fuerzas Armadas de 1985 en La Coruña. Todos son muy buenos agentes y todos lo han demostrado. Y todos han tenido que traspasar líneas rojas muy duras para el éxito de la misión. Lo que yo investigo son las consecuencias psicológicas personales de llevar una vida completamente paralela.

P.- El caso de Arrantxa Berradre está de actualidad por la película La Infiltrada.

R.- Arantxa Berradre estuvo un montón de años infiltrada en ETA, pero hubo uno en que convivió con dos terroristas del comando Donosti en su propia casa. Los dos se enamoran de ella y hasta se pelearon físicamente por ella. En cada rincón de la casa había micrófonos. Los compañeros policías de Arantxa se enteraban de todo lo que pasaba allí. A los infiltrados les enseñan a dividir el cerebro en dos cajas fuertes. En una caja fuerte tienen que poner su identidad real, sus padres, sus creencias como policía, su familia, sus opiniones… Y en la otra caja fuerte deben poner su vida como terrorista y pensar solamente con ella mientras estén dentro. No hay alternativa. Decían de Arantxa que era más etarra que los propios terroristas. Ella tuvo una relación con los dos. Sus compañeros policías estaban escuchando todo lo que pasaba desde un piso cercano. Ella traspasó la línea roja y se vinculó a ellos. A mí eso me dejó impactado y me pregunté cuáles fueron las repercusiones en su vida cuando la misión acabó, ella salió de allí y consiguió la detención de los terroristas. Porque, entonces, esa caja fuerte se desintegra y vuelve a ocupar el cerebro su parte de policía. ¿Le afectó lo que había vivido y había tenido que hacer cuando estaba sola? La destinaron después a una embajada fuera de España. Lo que hago es bucear en ese personaje, años después, para saber la afectación que tuvo en ella la misión. Ella arrastra una mochila, que es todo aquello que tuvo que hacer para conseguir aquel gran triunfo para su país y para la policía, pero que le dejó, sin ninguna duda, afectada. Hay un trauma.

P.- ¿Y a Mikel Lejarza le quedaron traumas?

R.- En Mikel Lejarza hay varios traumas. Pero hay uno que aún tiene repercusiones para él. La policía estuvo a punto de matarlo en un tiroteo en La Castellana de Madrid con el comando etarra en el que estaba infiltrado. Murió el terrorista Josu Mújica, a otro lo hirieron, a otro lo detuvieron y Mikel consiguió huir aunque los policías no paraban de dispararle. Era 1975. Hace unos meses, 49 años después, la familia de Josu Mújica, con la ayuda de Bildu y gracias a una ley del gobierno vasco [PNV-PSOE], ha presentado una querella en un juzgado contra Mikel por un delito de lesa humanidad.

P.- El Lobo sigue viviendo oculto.

R.- ETA sembró el País Vasco de pasquines con su fotografía y juró no detenerse hasta matarlo. Mucha gente me dice: ¿Por qué no sale Mikel? ¿Por qué sigue viviendo oculto si ya no existe ETA? Lo mismo pasó con el IRA. Siete años después de desaparecer, se identificó públicamente a un agente del MI5 que había estado infiltrado y vivía en una casa de campo. Apareció muerto siete días después con un tiro en la cabeza. El Sinn Fein y el propio IRA negaron haberlo matado. Pero el hecho es que apareció muerto a los siete días de desvelarse su identidad. Mikel Lejarza no sale por esa posible venganza. Arantxa Berrade no sale por esa venganza. Es miedo y es lógico.

P.- ¿Y qué pasa cuando dejan el servicio?

R.- En España no se apoya a los infiltrados. Por lo menos, en la época de Mikel y en los servicios de inteligencia. Después de aquello, Mikel tuvo que buscarse la vida porque intentaron quitarle de en medio. Todos los infiltrados son buenísimos y saben más que nadie, pero se convierten en una carga y el estado no quiere cargas. A Mikel lo mandaron a un hospital de Valencia, pero se aburría. Se había operado la cara para no ser reconocido. De manera que cogió su moto y se fue al Bar Hendayais, de Hendaya (Francia), frecuentado por sus excompañeros de ETA, para ver si, después de la operación de estética, le reconocían o no. No le reconocieron y desde una cabina cercana al bar llamó a su controlador y le dijo: «Estoy en Hendaya y no me han reconocido». Al final volvió. Él lo consiguió. Pero ha habido otros casos que no.

P.- ¿Por ejemplo?

R.- Por ejemplo, el de otro de los infiltrados de Líneas Rojas, Paco Lerena. Era guardia civil. Lo meten en un grupo ultra militar que quería dar otro golpe de Estado tras el 23F poniendo una bomba en la tribuna real del desfile de las FFAA en La Coruña del año 85. Iban a matar a toda la Familia Real y al Gobierno de Felipe González. Le infiltran a él porque era muy amigo del comandante Sáenz de Ynestrillas. Desbarató el golpe traspasando una línea roja: traicionar a su gran amigo. Lo hizo, pero ¿se quedó tocado? Sí. Yo a Paco le conozco, es un tipo fenomenal y se quedó muy afectado. Le habían dicho: «Tú cumple esto y luego nosotros te buscaremos un nuevo trabajo y nos preocuparemos de ti». Tres meses después le bajaron el sueldo y seis meses después lo dejaron en la calle, solo y abandonado. Tuvo que dejar la Guardia Civil. Es la realidad. Te conviertes en una carga.

P.- Al final, ETA era un queso de gruyere de infiltrados. ¿Para las infiltradas es más duro cruzar esas líneas rojas que para ellos?

R.- Sí. Es mucho más duro. Tienes que hacer cosas que probablemente no querrías hacer. Yo conozco infiltrados de la policía y les he preguntado por Arantxa, que convivió con dos etarras, y por otros casos. Tienen mujeres metidas en grupos yihadistas, por ejemplo. Infiltrar mujeres en grupos yihadistas es durísimo porque son unos machistas y les exigen hacer determinadas cosas. Las mujeres para esa gente son esclavas sexuales. En ETA eran algo parecido. Algo así como el descanso del guerrero para los etarras.

P.- ¿Ha habido algún caso de Síndrome de Estocolmo en el que el infiltrado se pasara o estuviera a punto de pasarse al otro lado?

R.- Cuando Arantxa entra en ETA hacen cinco infiltraciones porque saben que es muy difícil que triunfe alguna. Varias duran unos meses. Pero alguno de ellos tiene verdaderos problemas. Es muy complicado. Visto desde la parte del controlador: ¿Cómo sabes que, en un determinado momento, hay gente que no se está pasando al otro lado si lo que tú les has dicho es que se pasen al otro lado? Los infiltrados, si no viven intensamente su infiltración, nunca van a triunfar. Arantxa triunfa porque ella es más etarra que los etarras, más violenta verbalmente que ellos y capaz de hacer cualquier cosa. Mikel, igual. Mikel entró en ETA y era el que se ofrecía voluntario a todo, el que superaba a todos en predisposición.

P.- ¿La misión está por encima de todo?

R.- Sí. El problema es que mientras estás en la misión todo va bien. Por eso, lo de la línea roja. ¿Qué pasa cuando acaba y te analizas a ti mismo y bajas el acelerón, la adrenalina y dices joder, yo hice esto o hice aquello? Mikel dice que el único apoyo psicológico que ha tenido es el suyo propio. Es tremendo. Una vida en soledad.

P.- Hablamos del caso Bárbara Rey. ¿Fallaron el CESID y el CNI en algo?

R.- El Rey Juan Carlos llevaba una vida disoluta. El problema es cuando llega el chantaje. El general Manglano toma una decisión que no debía haber tomado el servicio secreto: ponerle un chalé, una base operativa, para que mantenga relaciones con Bárbara Rey e instalar una cámara para grabar al rey acostándose con ella. Cuando el Rey les cuenta el chantaje, ellos actúan porque es una amenaza para la seguridad nacional. Les acusan de haber amenazado a Bárbara Rey. Si alguien amenaza la seguridad del Estado, sea una mafia, sea una mujer, sea quien sea, el servicio secreto no es la Madre Teresa de Calcuta. Hubo agentes que se opusieron al 23F y les dijeron ‘no hagáis nada’. Pero ellos siguieron investigando. A uno le apareció la moto con los cables de los frenos cortados y a otro un pájaro muerto encima del coche. Son amenazas mafiosas, que es lo que se hace en estos casos. Como a Bárbara Rey. Cuando vieron que había copias de las grabaciones y que no podían intercambiar dinero para ocultar los videos hicieron lo único que puedes hacer: llegar a un acuerdo y pagar. Ahora dicen que ha sido el hijo de Bárbara Rey el que los ha difundido.

P.- ¿El CNI cuenta todo a los presidentes del Gobierno aunque sólo sea para cubrirse?

R.- Las cosas más importantes, que no te quepa duda. Por ejemplo. Cuando el Rey se mete otra vez, sin aprender la lección, en el lío de Corinna y le pasa información que afecta a la seguridad nacional. Hay que amenazarla para recuperar la información que tenía, llegar a un acuerdo, etc… Félix Sanz Roldán pide permiso a Rajoy para ir a verla a Londres. ¿Para qué? Para que el presidente le diga sí o no, pero que no pueda decir después “no me enteré”. En el caso del actual presidente lo que me cuentan es que, durante los primeros años, Pedro Sánchez no quería recibir a la gente del CNI. Prefería que informaran a Margarita Robles y ella le contara las cosas. Después del caso Pegasus el gobierno ordenó retirar las estructuras del CNI que investigaban al independentismo en Cataluña y País Vasco. Destituyeron a Paz Esteban y Margarita Robles puso a una persona de su confianza: Esperanza Casteleiro. El CNI ha perdido operatividad. Les sentó fatal. ¿Se implicó Pedro Sánchez? No. Se implicó Margarita Robles en la decisión.

P.- ¿Y cómo se sienten los infiltrados que sacrificaron su vida para acabar con ETA, y tantos agentes, viendo a Bildu y a los independentistas catalanes como socios del Gobierno?

R.- Se sienten muy mal. La misión del CNI no es perseguir delitos. Para eso está la Policía, Guardia Civil, Mossos… Su misión es prevenir delitos, conspiraciones… Es decir: estar antes. Y claro que hay que vigilar al independentismo, aunque sólo sea para decir que están tranquilos y no pasa nada. Has de tener esa información.

P.- ¿Qué pasaría si se abrieran los archivos del CNI? ¿Lo soportaría España?

R.- Yo creo que sí porque el archivo está sujeto a que desaparezcan papeles. Por ejemplo. En los audios de OKDIARIO con Bárbara Rey escuchamos al Rey Juan Carlos alabar el silencio del general Armada sobre el 23F. ¿Quería decir el Rey Juan Carlos que Armada sabía cosas del 23F que le afectaban? Yo lo que puedo decir es que, después del golpe de Estado, se hizo una profunda investigación y que había mucha información, muchos papeles y muchas cosas que, años después, parece ser que desaparecieron. Con lo que, si algún día hay una nueva Ley de Secretos Oficiales y se desclasifican los papeles del 23F, me temo que encontraríamos la historia cortada.

P.- ¿Por el bien del Estado?

R.- O por los intereses particulares de algunos.

P.- ¿Esto incluye el 11M?

R.- Sí.

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