Diario de campaña, día 3: ¿Pero ha empezado ya la campaña?

Si no fuese por los cárteles que cuelgan de las farolas y por ver al líder del Partido Popular, Pablo Casado, vestido de morado en la procesión de los Estudiantes de Ávila, uno podría pensar que este país funciona con total normalidad, que los ciudadanos no están convocados a las urnas y que los partidos no tienen que hacer esfuerzos para ganarse el voto. Y es que tras tres días de campaña electoral, no se respira ambiente de elecciones. Quizás sea por el hartazgo de la gente con la política, pero ya no se celebran aquellos grandes actos multitudinarios ni en la calle se habla de las propuestas electorales –que haberlas, la verdad, ha habido pocas–.

Este domingo VOX pudo celebrar su mitin sin indultos ni abucheos por parte de los radicales. Santiago Abascal continuó su ruta por el País Vasco haciendo parada en Vitoria, muy cerquita de donde se encontraba el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que eligió Eibar y el de Ciudadanos, Albert Rivera, que fue a Rentería, donde sí que recibió algunos insultos desde el odio que llevaban dentro algunos pro etarras que le dijeron que no era bienvenido en el pueblo. Pedro Sánchez acabó de recorrer las islas, ayer en Las Palmas de Gran canaria donde aterrizó por primera vez en esta campaña en un vuelo regular de la compañía Binter y Casado se fue hasta Santiago de Compostela para anunciar un «Ministerio de la Familia». Las promesas de tal vez, lo único que nos puede hacer recordar que estamos en campaña.

Será que están respetando las tradiciones y coincidiendo con la Semana Santa moderan sus intervenciones porque ayer, ninguno de los líderes políticos alzó la voz. No se lanzaron los platos por la cabeza, ni se despreciaron, ni se acusaron de mentir y, además, hubo pocas salidas de tono en una campaña precedida de una precampaña mucho más dura y con mayor ambiente electoral.

Al presidente del Gobierno, dice él, las personas mayores de 52 años le continúan parando por la calle para agradecerle la aprobación de medidas contra el paro de larga duración. En cada ciudad que visita asegura que algún ciudadano se acerca a él para darle las gracias. Un recurso fácil del que tira en todos los mítines, cambiando únicamente la localidad de la que era esta persona que le da las gracias. Será que muy bien no lo ha hecho su gobierno, si todos le paran solo por eso.

De mientras las empresas que se dedican a colocar las pancartas electorales por las calles y plazas de nuestro país, continúan subiendo a la escalera para colocarnos frente a la puerta de casa la cara de algunos candidatos. Bueno, de todos excepto de Pablo Iglesias, que no sale en ninguno de él. Si tenemos que hacer caso de la única cara visible por las calles de Madrid de la coalición de Unidas Podemos, Alberto Garzón debe ser el candidato a La Moncloa y aún no nos habíamos enterado. La capital está completamente llena de carteles blancos con la foto de Garzón y los logotipos de Izquierda Unida y Unidas Podemos. Como mínimo, sorprendente.

Supongo que se estarán reservando para la última semana movilizar más el voto de la gente porque como continúen así, la abstención va a marcar un récord histórico. Y a ella temen muchos partidos por el efecto que puede tener en los resultados y la dificultad de anticiparlo y dibujar así una foto aproximada de lo que puede ocurrir. Avísenme cuando empiece la campaña de verdad, a ver si alguno de ellos me demuestra que se merece el voto. Mientras es casi más apasionante ver la manera en la que, en plena primavera, empiezan a florecer los árboles. ¡Miren, al menos inspiran algo!