Puigdemont en sus delirios internacionales pagó a una logia masónica para influir en la ONU
Puigdemont dio manga ancha a sus delirios internacionales: pagó a una logia masónica para influir en la ONU. Lo hizo a través de su servicio de embajadas en el exterior, el muy conocido y polémico Diplocat. Según los documentos a los que ha tenido acceso OKDIARIO, pagó, al menos oficialmente, una subvención de 3.750 euros con destino al Gran Oriente Cataluña para que influyera en organismos de la ONU de los que son consejeros externos.
Y lo hizo con motivo de la Asamblea General de CLIPSAS. La Asamblea que engloba al Centro de Comunicación e Información de las Potencias firmantes del Llamado de Estrasburgo. Una organización internacional de jurisdicciones francmasónicas con fuerte capacidad de influencia en el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de Naciones Unidas (ONU). El objetivo de CLIPSAS engloba principalmente los derechos humanos, capítulo en el que el Govern separatista pretendía trabajar para conseguir que se reconociese su supuesto derecho de autodeterminación a nivel internacional.
El pago se materializó en la Resolución de 30 de junio de 2017 de concesión de las ayudas de la 4ª convocatoria de apoyo a la “proyección internacional de las organizaciones civiles catalanas por parte del Patronato Cataluña Mundo – Consejo de Diplomacia Pública de Cataluña (PCM-DIPLOCAT).
La convocatoria repartió de este modo ayudas a la Federación Catalana de Pitch & Putt para la proyección internacional del Pitch & Putt; a la Federación de Entidades de Excursionistas de Cataluña Asistencia; al Movimiento Coral Catalán; a la Asociación Profesional de Traductores e Intérpretes de Cataluña; a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Catalanas; y, entre otras muchas, al Gran Oriente de Cataluña.
En esa convocatoria, casualmente, también se dio dinero al Centro UNESCO de Cataluña con el mismo objetivo de apostar por la internacionalización en la ONU.
Defensores de la «nación catalana»
Según detalla la web de Gran Oriente «en 1997 el Gran Oriente de Cataluña reformó su Constitución”. Y lo hizo para quedar “encabezado por los quince principios constitutivos siguientes”, entre los que se destaca que: “El Gran Oriente de Cataluña, familia catalana de la francmasonería universal, se declara potencia masónica simbólica independiente y soberana que ejerce su jurisdicción en el territorio nacional catalán”.
Que “El Gran Oriente de Cataluña reconoce y defiende el derecho de autodeterminación de todos los pueblos del mundo, de acuerdo con lo establecido en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966 (ev) y suscritos por la mayoría de las naciones democráticas, y, por tanto, reconoce y defiende el derecho de la nación catalana a constituirse políticamente en la forma que en cada momento los catalanes y las catalanas decidan libre y democráticamente”.
Y que “trabaja para el fortalecimiento del patriotismo catalán, como fuerza cohesionadora de una construcción nacional democrática, y, internacionalmente, trabaja por el reconocimiento de la personalidad catalana entre el pueblo francmasón y entre todas las naciones”.
Puigdemont debió sentirse muy identificado. Tanto que no dudó en aplicar fondos públicos a este fin.
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