Rajoy blinda a Soraya de las críticas internas por su gestión en Cataluña

Soraya Sánenz de Santamaría y Mariano Rajoy en un Consejo de Ministros
Soraya Sánenz de Santamaría y Mariano Rajoy en un Consejo de Ministros. (Foto: EFE)
Luz Sela
  • Luz Sela
  • Periodista política. En OKDIARIO desde 2016. Cubriendo la información del Congreso de los Diputados. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela. Antes, en COPE, ABC Punto Radio y Libertad Digital.

El futuro político inmediato de Sáenz de Santamaría no está cuestionado. Al menos, para Mariano Rajoy. Pese a las críticas internas activadas tras la debacle en las elecciones en Cataluña, el presidente del Gobierno mantiene la confianza en su número dos y su equipo de trabajo.

Los pírricos resultados-cuatro escaños-y más aún, el auge electoral de Ciudadanos han encendido desde el 21-D los ataques a la vicepresidenta del Gobierno, la encargada de gestionar las relaciones del Gobierno en Cataluña y, en su día, la elegida por Rajoy para poner en marcha la cuestionada ‘Operación Diálogo’. 

Aquella iniciativa, que pretendía tejer puentes con los sectores civiles y empresariales de Cataluña y establecer cierta interlocución con la Generalitat-se hizo a través del entonces vicepresidente Oriol Junqueras-ya afloró ciertas embestidas en el seno del Consejo de ministros y también del partido.

Santamaría, partidaria de una línea más ‘blanda’, chocaba en la gestión de la crisis catalana con el sector encabezado por María Dolores de Cospedal. La ministra de Defensa, y secretaria general del PP, defendía, junto con Rafael Catalá-Justicia-o Dolors Montserrat-Sanidad-una aplicación más severa del artículo 155 de la Constitución, y la propia Cospedal arremetió, veladamente, contra Rajoy en una de sus últimas entrevistas, en el diario El Mundo, donde comentó que «posiblemente, habría que haber actuado de otra manera». 

La digestión del fiasco en Cataluña es un trago difícil para el Ejecutivo. No solo no se logró frenar el referéndum ilegal, convocado en una escalada de tensión sin precedentes en las relaciones con la comunidad, sino que, el independentismo supo sacar rédito de un déficit de comunicación, admitido en fuentes gubernamentales, y de imágenes como los colegios electorales con urnas, o las actuaciones policiales durante el 1 de octubre. El Parlament vivió además escenas de enorme tensión entre el bloque secesionista y el constitucionalismo, con la aprobación de las leyes de la ruptura y la propia declaración de independencia.

En el sector crítico a Santamaría se reprocha la falta de discurso y la incapacidad para gestionar con firmeza la defensa de la unidad y la aplicación sin complejos del Estado de Derecho. En su lugar, se admite, Ciudadanos sí ha hecho valer sus posiciones, favorecido, es verdad, por el hecho de ser partido nacido en Cataluña y aún sin una ‘mochila’ pesada en la política nacional. Por eso ahora, el temor está en cómo su triunfo innegable del 21-D puede trasladarse a la política nacional, en su presión al Ejecutivo, y en las elecciones municipales y autonómicas de 2019.

El presidente, sin embargo, atiende poco a los cismas internos y prefiere centrarse en los resultados políticos. Lo demostró este viernes, cuando, en el habitual balance de año en La Moncloa, destacó sobre todas las cosas la recuperación económica. Rajoy admitió, eso sí, que Cataluña puede ser «el único factor de inestabilidad de las previsiones» para España. Pero de inmediato sacó pecho de la gestión y fijó su objetivo en los 20 millones de empleos para el año que viene.

Ahora mismo, la principal labor  para el jefe del Ejecutivo está en las negociaciones para sacar adelante los Presupuestos Generales, que serán más intensas ya en enero. El Gobierno está obligado a reeditar los apoyos que permitieron aprobar las cuentas de este año, esto es, Ciudadanos, PNV y partidos canarios, porque el PSOE ya ha avanzado que las rechazará e incluso que presentará unas alternativas.

Si las sumas no salen, se reserva aún la opción de una prórroga presupuestaria, para evitar, en cualquier caso, un anticipo electoral. Una opción que Rajoy, al menos a día de hoy, descarta por completo.

 

 

 

 

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