DE MOJÁCAR A IBIZA PASANDO POR BENICÁSIM, VERA Y EL VALLE DE ARÁN

La mujer de Sánchez se queja de la factura de la vuelta al cole tras su ‘tour’ veraniego por España

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Pedro Sánchez, en Mojácar, con su mujer, Begoña Gómez.
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Begoña Gómez, por si a alguno de ustedes no le suena el nombre así a bote pronto, es la mujer de Pedro Sánchez, que sí que les tiene que sonar porque es el todavía líder del PSOE y el hombre del «never, never, never» a la investidura de Mariano Rajoy. Begoña Gómez, además de consorte de líder de la oposición con ínfulas de primera dama, es una empresaria que hace a sus empleados contratos basura de 400 euros al mes por ocho horas diarias de trabajo. Pero, por encima de todo, Begoña Gómez es rubia, madre y una sufridora. La Pasionaria de su urbanización.

Según se puede leer en su último artículo para el suplemento de moda de El País, Begoña Gómez está afrontando con (no sabemos si cristiana) resignación, lo que ella denomina como «el verdadero mes de principios y finales» que, según ella, no es enero sino septiembre. La mujer de Pedro Sánchez se lamenta de que es «llegar el día 1 y asumir de golpe que vamos a volver a madrugar cada día, ir con la lengua fuera a todas partes, mirar tutoriales por la noche porque ya no nos acordamos de cómo se calcula la hipotenusa de un triángulo rectángulo y, sobre todo, mentalizarnos para tirar de tarjeta».

Vamos, un horror de vida: madrugar, ir con la lengua fuera, hacer los deberes con tus hijas y… «tirar de tarjeta». Cualquier padre que lea a Begoña no podrá por menos que sentir empatía porque la cuesta de septiembre es para cualquiera más pronunciada que las rampas del Angliru, pero todavía lo es más cuando te has pegado el agosto disfrazada de cigarra en lugar de ponerte el traje de hormiga, que aprieta más y da más calor que una camisa de lino ibicenca, así en plan amplio.

Y Begoña y su marido Pedro son dos pedazo de cigarras cuando se trata de ir de vacaciones. Querida Begoña, ¿cómo no vas a tener que tirar de tarjeta para los libros de las niñas en septiembre cuando te has pegado el agosto haciendo un tour por España a tutiplén? Primero de chiringuitos por Mojácar así como de incógnito, luego que si el festival de Benicásim, después Vera, unos días en el Valle de Arán, para oxigenar, y, como guinda, por si nos habíamos quedado cortos de playita, una casita rural en Ibiza de 300 pavos la noche. Claro, luego nos quejamos del precio de los libros, pero del de los mojitos no decimos ni mu.

La buena de Begoña aboga porque los libros sean gratis para todos los niños españoles y luego se pega una enorme parrafada plagada de lugares comunes y demagogia que para sí la querría su marido en el debate de investidura. Lo que la buena de Begoña no cuenta es que, si te pules la pasta de veraneo en agosto, luego te toca «tirar de tarjeta» en septiembre, porque el dinero de una familia, como el de un país, no es infinito, aunque Begoña y su marido, dignos herederos del zapaterismo, crean lo contrario.

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