`
Economía
opinión

‘Sake’ bomba desde Japón

Un sake bomba es una bebida compuesta por un chupito de sake y una pinta de cerveza de Japón. Se deja un espacio suficiente en un vaso de cerveza para añadir el sake, que se sujeta con dos palillos de madera y que cae sobre la cerveza por los golpes secos y bruscos sobre la mesa. Una vez mezclada, se consume muy rápido y sin miramientos, con efectos embriagadores asegurados. 

Así parece que va a actuar el Banco Central de Japón, a toda velocidad y sin ningún recato, produciendo unos efectos similares sobre la economía mundial.

Japón con una población de 123 millones de habitantes, es la cuarta economía del mundo con un PIB de 6,38 billones de dólares, cercano al 4 % del PIB mundial, ha estado normalizando su política monetaria en los últimos años tras décadas de política monetaria ultra acomodaticia con unos tipos de interés muy bajos, incluso negativos, una estrategia diseñada para combatir la deflación y estimular el crecimiento. 

Sin embargo, en marzo del año 2024, el Banco de Japón (BoJ) puso fin a esta larga era al subir los tipos desde -0,1% a un rango de entre el 0 y 0,1%, seguido de incrementos adicionales, en julio de 2024 subida al 0,25% y en enero de 2025 al 0,5%, el nivel más alto desde el año 2008. Y los mercados anticipan un posible ajuste cauteloso al alza de un 0,25 % adicional, dejando en 0,75 % la nueva tasa.

Estos movimientos responden a las presiones crecientes de la elevada inflación en Japón, cuyo IPC alcanzó el 3% interanual en el año 2024, impulsado por los alimentos, el combustible y los salarios, la depreciación del yen y un círculo virtuoso de subidas salariales del entorno del 5% en 2024. El último dato publicado en septiembre es del 2,9 %.

El BoJ prevé que la inflación se estabilice cerca del 2% para el año 2026 por la moderación de precios de los alimentos como el arroz, con un crecimiento del PIB del 1,1% en el año fiscal actual de 2025 pese a la primera contracción en seis meses del -0,4 % en el tercer trimestre de 2025 por el impacto de los aranceles entre otros causantes.

El proceso de normalización en curso está generando una serie de efectos en cadena muy relevantes, que incluso podrían alumbrar un nuevo cisne negro en la economía mundial, dado el impacto que los inversores japoneses tienen en diferentes mercados donde el japonés es un inversor neto muy relevante. El más inmediato está siendo la volatilidad y apreciación del yen frente al dólar y otras monedas relevantes en el entorno del 2% al 5 %.

El Gobierno de Japón

El Gobierno de Japón bajo la reciente dirección de la primera ministra Sanae Takaichi, acaba de anunciar una política fiscal expansiva de mayor gasto público, con unos estímulos fiscales con cargo a nueva deuda a emitir por un importe de 110.000 millones de dólares que se sumarían a la deuda pública actual que ya es equivalente al 263% del PIB, lo que impulsará la inflación y el BOJ deberá subir los tipos de interés con un bono (JGBs) a 10 años en el 1,75 %, máximo desde hace 17 años.

El rendimiento del bono a 30 años, super-long JGBs marca un récord histórico sin precedente, cotizando al 3,31 %. Como en paralelo el BoJ reduce su balance, los inversores están exigiendo mayores primas de riesgo.

El exceso de deuda acumulada, se combina con la bomba de una demografía menguante, una pérdida de población continuada en los últimos 16 años, con un 30% de los japoneses con una edad superior a los 65 años. La subida de tipos en Japón además altera los flujos de capital, los tipos de cambio y las políticas monetarias interconectadas. 

Los inversores japoneses poseen grandes reservas financieras en bonos extranjeros, tres billones de dólares en activos, principalmente americanos, por lo que estas decisiones están repercutiendo tanto en los mercados emergentes de Indonesia, Suráfrica, Turquía y Brasil como en los de los países más desarrollados. 

La repatriación de fondos por la venta de deuda podría elevar los yields del tesoro americano hasta veinte puntos básicos, encareciendo el coste de su deuda, los préstamos corporativos y las hipotecas de las familias.

Los tipos más altos atraen capital hacia el Japón, fortaleciendo el yen, lo que encarece las exportaciones japonesas, pero beneficiará a los importadores globales de materias primas en Japón. En los países emergentes de Asia y Latinoamérica, un yen fuerte reduce la competitividad de sus monedas, aumentando el riesgo de salidas de capital y las depreciaciones. Por eso, el FMI advierte de un «riesgo a la baja» para el crecimiento global si esto amplifica la fragmentación geoeconómica.

Históricamente, los tipos bajos en Japón impulsaron el yen carry trade consistente en pedir prestado en yenes baratos para posteriormente invertir en activos de alto rendimiento, como los bonos del tesoro de los EEUU o de países emergentes.

La política monetaria de normalización reduce este incentivo, lo que podría desencadenar las ventas masivas de activos extranjeros, en las bolsas emergentes y en el sector tecnológico, para repatriar fondos con destino a Japón. Un factor más de volatilidad en las bolsas globales y en los mercados de bonos.

La subida de tasas en Japón favorece las compras de acciones en yenes, el dinero vuelve al país asiático por lo que se venden cantidades de activos globales para cerrar las posiciones. Los analistas prevén una mayor volatilidad del índice bursátil Nikkei 225, con caídas relevantes en sectores como la banca y el de las empresas exportadoras, cuya actividad es muy sensible a la subida de los tipos.

Un menor volumen de “carry trade” estabiliza los mercados, pero genera una mayor «incertidumbre» en la renta fija global, como he señalado, con los rendimientos de los bonos soberanos potencialmente al alza. 

Esta divergencia entre el BoJ en una senda de subida de tipos, mientras que los bancos centrales de los EEUU y Europa los están bajando, reaviva el interés de los inversores, pero contribuye directamente a un aumento de la volatilidad, en un momento donde está no falta por los riesgos geopolíticos actuales vinculados a los aranceles intermitentes de la segunda administración Trump.

La Reserva Federal (Fed) tendría una menor presión para realizar unos recortes agresivos, dado que se suaviza la fortaleza del dólar dándole ventaja en sus exportaciones. El Banco Central Europeo (BCE) muy cauteloso, podría parar las bajadas previstas, ante un riesgo de contagio al alza en los yields de los tesoros europeos. En ambos casos se refuerza la narrativa de normalización global, retrasando los recortes de tipos.

Japón representa un referente mundial clave en sectores como la automoción, la electrónica y los semiconductores. Un yen más fuerte abarata sus importaciones, crudo y los alimentos, pero encarece sus exportaciones a los EEUU y a Europa, lo que podría moderar el crecimiento global si se combina con los aranceles americanos, previstos entre el 10 y el 20% para 2025, impactando el 24% en las exportaciones japonesas a los EE.UU. El BoJ recortó su previsión de PIB 2025 al 0,5% por esta razón.

Indirectamente, se beneficiará a competidores como Corea del Sur o Alemania en las exportaciones, pero frena el consumo global si Japón reduce sus importaciones de energía y de alimentos, dado que un yen fuerte abarata estos costes. Teóricamente, la subida de tipos del BoJ alinea a Japón con la tendencia global antiinflacionaria, facilitando futuros recortes de tipos en los EE.UU. y Europa sin presiones cambiarias extremas. 

Sin embargo, si el BoJ acelera la subida de tipos, como parece escribirse en su hoja de ruta, con un +0,25% en diciembre de 2025, podría forzar respuestas en Asia con subidas adiciónales de tipos en el Banco de Corea (BOK) que ya subió tipos en febrero de 2025 al 2,75 %. 

Adicionalmente, se puede producir un riesgo sistémico dado el elevado número de entidades financieras japonesas con una exposición a bonos globales enfrentando pérdidas por subidas de tipos y amplificando sus vulnerabilidades en un contexto de deuda alta dado que Japón alcanza un 250% de su PIB en deuda pública.

A fecha actual, la mayoría de los analistas piensan en un impacto moderado y positivo a largo plazo, con una estabilización de la inflación global y menor carry trade con un mayor riesgo. Japón contribuye menos al crecimiento mundial, de una previsión inicial del 1,1% a un rango de 0,5-1% respecto del PIB para 2025, afectando sobre todo a Asia, que es donde se dirige el 50% de las exportaciones japonesas.

Asimismo, señalar que, en este contexto, los bancos japoneses menos capitalizados que han vivido del yen carry trade y los de los países emergentes citados, son más vulnerables ante una previsible corrección, en el caso de que fuera muy brusca.

En resumen, aunque la normalización japonesa supone un paso más hacia una positiva madurez económica, el mayor riesgo se produce por la introducción de una más volatilidad en un mundo tan interconectado como frágil, y desde hace meses muy volátil. 

Quidquid in Asia fit, totum orbem terrarum tangit

José Luis Moreno, economista, ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.