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Parece Arizona, pero está a 2 horas de Madrid y es uno de los bosques fósiles mejor conservados del mundo

  • Ana López Vera
  • Máster en Periodismo Deportivo. Pasé por medios como Diario AS y ABC de Sevilla. También colaboré con la Real Federación de Fútbol Andaluza.

Apenas a dos horas desde la capital española, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, se esconde uno de los rincones más sorprendentes del patrimonio geológico mundial.

A simple vista podría pasar inadvertido entre los parajes áridos del Alto Tajo, pero bajo su superficie se conserva un testimonio único de la vida vegetal que pobló la Tierra hace más de 280 millones de años.

En Guadalajara se encuentra uno de los bosques fósiles mejor preservados del planeta. Su entorno natural se sitúa cerca de la localidad de Rillo de Gallo, en la comarca de Molina-Alto Tajo.

Bosque fósil de la Sierra de Aragoncillo: un tesoro geológico mundial

El valor científico del bosque de la Sierra de Aragoncillo fue reconocido por primera vez en 1998, cuando el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) lo propuso como Lugar de Interés Geológico.

Años después, la Unión Internacional de las Ciencias Geológicas (IUGS), bajo el patrocinio de la UNESCO, lo incluyó entre los sitios de relevancia mundial. Hoy forma parte del Geoparque Molina-Alto Tajo, un territorio distinguido por su excepcional riqueza geológica y paleontológica.

En este espacio, los investigadores han identificado troncos fósiles de antiguas coníferas, algunos de ellos con sus raíces aún ancladas en el suelo original. Su estado de conservación permite analizar con detalle la estructura de las células vegetales, algo poco habitual incluso en los yacimientos más célebres del mundo.

Cómo se formó el bosque fósil de Guadalajara hace 300 millones de años

El origen del bosque petrificado de la Sierra de Aragoncillo se remonta al Pérmico, hace entre 280 y 300 millones de años. En aquella época, una erupción volcánica de tipo fisural, similar a las que hoy se observan en Hawái, cubrió el bosque con una gruesa capa de ceniza y lava.

Aquella catástrofe natural, paradójicamente, selló su destino: los árboles quedaron enterrados en un ambiente sin oxígeno, y con el paso del tiempo la sílice reemplazó su materia orgánica, transformándolos en auténticos troncos de piedra o xilópalos.

Los árboles petrificados en posición original, una rareza mundial de este bosque fósil

Uno de los aspectos más extraordinarios de este yacimiento es que los troncos se conservan in situ, tal y como crecieron hace millones de años.

Las raíces aún penetran el antiguo suelo, algo excepcional frente a otros bosques fósiles en los que los árboles fueron arrastrados por el agua o el viento antes de fosilizarse. Esta singularidad convierte al enclave en una pieza clave para entender los ecosistemas del Paleozoico.

El bosque de la Sierra de Aragoncillo ha sido comparado con lugares emblemáticos como el Bosque Petrificado de Arizona o el de Lesbos. Éste destaca por su antigüedad y por su integridad estructural. No obstante, su fragilidad y la falta de medidas de protección efectivas han puesto en riesgo su conservación.

Actualmente, el bosque fósil de Guadalajara sigue siendo un lugar fascinante para científicos y visitantes. Es un patrimonio único que merece respeto y protección, para que futuras generaciones puedan conocer y disfrutar este tesoro natural.

Su conservación es vital para la ciencia y la educación, y cada visitante puede contribuir cuidando el entorno y siguiendo las normas del Geoparque Molina-Alto Tajo.