Las pymes y autónomos también deben tener un buen gobierno corporativo

En una empresa, existen dos figuras que, aunque comparten la preocupación por la marcha de la empresa, tienen distintas prioridades. Por un lado, los accionistas buscan la máxima rentabilidad a partir de la inversión que han realizado. Por lo tanto, normalmente, su horizonte temporal es a más corto plazo. En cambio, el directivo debe de pensar en la continuidad y solvencia de la empresa más a medio y largo plazo. Ello, por ejemplo, les puede llevar a optar por aumentar las reservas, dañando así la capacidad para repartir dividendos.
Aunque, normalmente, los principales accionistas acaban validando aquello propuesto por la dirección, tal proceso no está exento de disputas. Por ejemplo, ha habido casos de inversores que han frenado las alzas salariales de según qué directivos. A ellos dos, hay que sumarle el consejo de administración, que valida el conjunto de propuestas realizadas por la dirección de una compañía.
¿Qué es el gobierno corporativo?
Para conseguir que todas las partes que conforman una empresa vayan a una, se intentan fomentar buenas prácticas de gobierno corporativo. Se trata de establecer una serie de normas, procedimientos y reglas, aceptadas por las distintas partes implicadas en la gestión de una empresa, que sirvan como marco en la toma de decisiones y eviten conflictos. Algunas de las acciones que se emprenden son las siguientes:
- Facilitar la transparencia en la gestión y transmisión de la información: todas las partes están obligadas a dar parte de sus acciones y opiniones. De esta forma, todos los agentes son conscientes del funcionamiento de la empresa y, al votar las distintas propuestas y disposiciones, tienen todos los inputs para expresar su posición. Es una forma, también, de conseguir una toma de decisiones más aunada y consensuada.
- Marcar los procedimientos a emprender: no solamente hay que poner encima de la mesa el resultado de lo conseguida, sino todos los pasos que se han llevado a cabo para llegar a él. Por lo tanto, no solamente se valora la consecución del objetivo, sino cómo se ha desarrollado el proceso para llegar a él. Una empresa puede haber obtenido el resultado deseado en un momento puntual, pero a costa de poner en riesgo objetivos futuros. Por lo tanto, así, se puede estudiar de forma detallada la viabilidad de la compañía a largo plazo.
- Marcar un código de buen gobierno: se trata de un conjunto de normas a seguir que los directivos no pueden saltarse y que deben de seguir de forma estricta. Así, los inversores se aseguran que la dirección no tiene objetivos distintos a los del colectivo.
- Tomar de forma conjunta las decisiones estratégicas: todos aquellos pasos que requieren grandes inversiones o reorientaciones en el negocio deben de ser considerados y aceptados por todas las partes. Temas como la internacionalización, entrar en un nuevo mercado o la necesidad de invertir en una innovación serían ejemplos de ello.