El fin de ciclo que nadie quiere ver en el Barcelona
El Barcelona se encamina a un fin de ciclo obligado y necesario. La debacle deportiva, la crisis económica y el cisma en la directiva conducen al cierre de una época dorada. La edad de la columna vertebral, los problemas en el vestuario y la mala gestión del club no dejan otra opción
El Barça tocó fondo deportivamente hablando ante el Atlético de Madrid. El empate en el Camp Nou ante los colchoneros dejaba en bandeja la Liga al Real Madrid. Son horas críticas en la casa culé pero es la consecuencia de una serie de acontecimientos que han ido sumando, uno a uno, hasta llegar al punto en el que se encuentra en estos momentos la entidad blaugrana. Líos en la directiva, guerras internas tanto en los despachos como en el vestuario, declaraciones cruzadas, despidos, crisis económica, mal juego… El mar estaba revuelto y nadie quiso salir del agua…
Todas las señales apuntan hacia la misma dirección: llegó el fin de ciclo. Parece difícil plantearlo, sobre todo cuando el actual lleva vigente casi una década de la mano de Leo Messi, Piqué, Busquets, Jordi Alba o Luis Suárez. Unos más, otros menos, pero a día de hoy son la columna vertebral de un equipo que se resquebraja por momentos. La cantidad de temporadas que llevan en la élite al máximo nivel y bajo el mismo amparo, el Barça, hace pensar que toca reiniciar. Más si cabe cuando la raíz del árbol está tan madura.
La columna vertebral del Barça supera la treintena. Siete de los 11 jugadores que salieron de inicio ante el Atlético de Madrid superan esa edad. Leo Messi, Luis Suárez, Vidal y Gerard Piqué tienen 33 años, Rakitic suma ya 32 primaveras, Busquets y Jordi Alba cumplieron 31 y, para colmo, el último fichaje realizado por el club es un Miralem Pjanic que está ya instalado en la treintena (30) y que ha sido intercambiado por Arthur, un joven que en agosto cumple 24.
Es esa misma plantilla la que parece desgastada, no solo por el paso de los años y la edad, sino también por la carga psicológica a la que es expuesta cada temporada en un club de la magnitud del Barça, donde la exigencia roza la excelencia y donde la crítica rara vez es constructiva. Están agotados. Además, el vestuario está descompensado. Por un lado figuras contrastadas y de entidad, por otro lado jóvenes que aún no han eclosionado y que no marcan diferencias. La diferencia es abismal.
Ambiente turbio en el vestuario
A esto se le suma la cada vez más vívida disrupción del vestuario, en el que las relaciones comienzan a deteriorarse, se dan situaciones complicadas de comportamiento entre sus figuras y no existen jugadores con el liderazgo y el don de capitanía que existía con anterioridad como pudieron ser otrora Xavi o Puyol. Ni Piqué, ni Suárez ni Leo Messi asumen, como deberían, esa carga. De hecho el propio Piqué anda más liado en otros temas, se veta las opiniones de algunos jugadores y se lidia con otros como Dembélé. Nadie toma el timón.
Si a esto le suman las expectativas que generaron fichajes de calado como Antoine Griezmann y Frankie de Jong, por los que la inversión fue tremenda y su impacto ha estado lejos de ser determinante. Queda mayor sentimiento de preocupación con el francés, tercer fichaje más caro de la historia del club, y al que Quique Setién terminó de crucificar ante el Atlético sacándole en el descuento tras más de media hora de calentamiento. El cántabro se jacta de que no le pedirá disculpas.
El club es un polvorín
Los meses de confinamiento han alargado una temporada negra para el Barça. Pocos años se recuerdan con tantos y tantos problemas en el Camp Nou. De cada esquina, de cada alfombra, salía un problema nuevo cada pocas semanas. Las guerras internas entre jugadores, cuerpo técnico y directiva han sido constantes durante todo el curso. Lo que empezó mal, acaba mal.
El Barçagate es uno de los escándalos más sonrojantes de la historia del club. Josep Maria Bartomeu contrató una empresa para limpiar su nombre y ensuciar a enemigos e incluso jugadores como Messi y Piqué. Aquello trajo consigo más problemas y directivos que dimitieron en bloque levantando la alfombra antes de dar el portazo. A esto se suma sus fuertes inversiones en su mandato, las cuales tuvieron poco éxito y endeudaron al club; así como su ruptura salarial, la que a día de hoy asfixia a la entidad y obliga a ejecutar operaciones como el trueque exprés Arthur-Pjanic.
A día de hoy, la figura en el banquillo de Quique Setién está completamente en entredicho por sus resultados y por su gestión del vestuario. La directiva se reunió de urgencia con el entrenador cántabro esta semana, en parte por los problemas que éste también ha generado entre la plantilla y el cuerpo técnico. El lío entre Messi y Eder Sarabia traerá cola. Una gota más en un vaso a punto de rebosar que hacen pensar en lo que todo el mundo ve ya, el fin de un ciclo.
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