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Soy piloto y esto es lo que opino de los hombres que se ven capaces de aterrizar un avión

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Vivimos en una época en la que la confianza en uno mismo roza, en muchos casos, la fantasía. Internet, los tutoriales y cierta visión idealizada de muchas profesiones han llevado a que algunos se crean capaces de realizar tareas extremadamente complejas sin ninguna formación. Y en ese contexto de falsa seguridad, surge una pregunta que, aunque suene absurda, es más habitual de lo que parece: ¿podría una persona sin conocimientos ni experiencia pilotar y aterrizar un avión comercial?

Según una encuesta realizada por la consultora YouGov en 2023, casi la mitad de los hombres en Estados Unidos creen que sí. Nada menos que un 46 % está convencido de que, en una situación de emergencia, podrían tomar los mandos de una aeronave. Pero los profesionales del aire tienen algo que decir al respecto. Pilotos con décadas de experiencia, psicólogos especializados y antiguos instructores advierten: no, no puedes aterrizar un avión si no sabes lo que estás haciendo. Y creer lo contrario es peligroso.

¿Podrías aterrizar un avión?

La encuesta de YouGov no pasó desapercibida. La afirmación de que un porcentaje tan alto de hombres cree estar capacitado para aterrizar un avión provocó una mezcla de incredulidad y preocupación, sobre todo entre profesionales de la aviación. En redes sociales como TikTok o X (antes Twitter), miles de usuarios compartieron la noticia, muchos burlándose del exceso de confianza, otros defendiéndolo con sorna y unos cuantos tomándoselo completamente en serio.

Según el psicólogo Christian Grijalvo, especializado en estudios sobre masculinidades y comportamiento de riesgo, este fenómeno es representativo de lo que él llama «autoestima inflada sin base real». En declaraciones para medios europeos, Grijalvo explica que esta percepción errónea surge de una mezcla entre ego desmedido, desconocimiento técnico y una peligrosa banalización de profesiones altamente especializadas.

Además, señala un fenómeno cultural muy extendido: las películas, los videojuegos y los medios de comunicación han simplificado tareas complejas hasta hacerlas parecer alcanzables para cualquiera. ¿Quién no ha visto a un personaje de acción tomar los mandos de un avión y aterrizarlo tras un par de instrucciones por radio? El problema es que esa representación distorsionada puede llevar a confusiones graves.

«Es más difícil de lo que imaginas»

Uno de los testimonios más contundentes es el del comandante retirado Paul Dupuy, que trabajó más de 24 años como piloto en Air France y formó parte del cuerpo de instructores. Para él, la idea de que un civil, sin ninguna formación, pueda aterrizar un avión es directamente «un disparate». Según cuenta, incluso los pilotos profesionales necesitan años de entrenamiento para poder ejecutar con seguridad un aterrizaje en condiciones estándar.

«No es sólo bajar la palanca y ya», ironiza Dupuy. «Aterrizar una aeronave requiere interpretar decenas de indicadores, ajustar manualmente o con sistemas automáticos la altitud, la velocidad, el ángulo de descenso, gestionar el tren de aterrizaje, los flaps, la radiofrecuencia… Y todo eso mientras mantienes la calma y tomas decisiones en segundos», explica.

Según Dupuy, creer que basta con recibir instrucciones desde tierra es otra falacia. «La torre de control puede ayudarte, claro, pero si no entiendes el idioma técnico o no sabes cómo leer el panel de instrumentos, te vas a estrellar igual».

No es como en las películas

El panel de mandos de un avión comercial es un entramado de botones, palancas, indicadores y pantallas que abruma incluso a quienes están iniciando su formación como pilotos. Como explica el expiloto Gérard Feldzer, la cabina está diseñada para ser operada por dos profesionales entrenados durante años, que deben coordinarse constantemente.

«Hay procedimientos establecidos para cada situación», detalla Feldzer, «y cada uno implica una secuencia de acciones milimétricas. No es cuestión de improvisar. Es una coreografía técnica basada en experiencia, entrenamiento y sangre fría».

Muchos de esos parámetros son invisibles para quien no está familiarizado con el sistema. Por ejemplo, saber cuándo desplegar el tren de aterrizaje, cómo ajustar el ángulo de ataque o cómo se calcula la velocidad óptima de descenso según la masa y el viento. Todo eso, que parece secundario en las películas, en la vida real marca la diferencia entre un aterrizaje seguro o una catástrofe.

No se trata de burlarse de quienes creen que podrían hacerlo, sino de poner en perspectiva una realidad compleja. Pensar que cualquiera puede tomar los mandos de un avión y aterrizar con éxito, sin formación ni experiencia, es más que un exceso de confianza: es una fantasía peligrosa.

Los pilotos no sólo aprenden a mover palancas o seguir mapas. Entrenan durante años para controlar sus nervios, tomar decisiones críticas, reaccionar ante fallos del sistema y trabajar en equipo. Y aun así, a veces el margen de error es mínimo.

Así que la próxima vez que escuches a alguien decir que podría aterrizar un avión «si le dicen cómo», puedes responder con humor, pero también con claridad: ni tú, ni yo, ni el del asiento 24B estamos preparados para eso. Y está bien reconocerlo.