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Parece la Capadocia pero está en España: el paisaje de Castilla y León que hay que visitar una vez en la vida

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En el corazón de Castilla y León, concretamente en la provincia de Palencia, existe un lugar donde la geología ha dado rienda suelta a su imaginación durante millones de años. Allí, entre páramos y mesetas, surge un paisaje que parece sacado de una fantasía psicodélica, una especie de Capadocia en España donde la roca se transforma en arte natural.

Quienes se adentran en esta tierra mágica, descubren que las montañas ya no son simples elevaciones del terreno, sino criaturas dormidas, caras de gigantes, bocas abiertas de tiburones petrificados o setas gigantes que parecen sostener el cielo. Estamos hablando del Laberinto de Las Tuerces, un enclave que invita a participar en un juego visual y descubrir las formas caprichosas que el viento, el agua y el hielo han esculpido durante milenios.

Descubre la Capadocia de España

A pocos kilómetros del encantador pueblo de Aguilar de Campoo, se esconde uno de los paisajes más insólitos de toda la Meseta Norte. El Laberinto de Las Tuerces se encuentra en la ladera occidental de los Páramos de La Lora, una meseta elevada donde el terreno sedimentario de la Cuenca del Duero se fusiona con los ecos de la cordillera Cantábrica.

El resultado: un auténtico museo natural de formaciones kársticas, creadas cuando el agua disolvió lentamente la roca caliza, dando lugar a figuras tan peculiares como fascinantes. El laberinto en sí ocupa unas 50 hectáreas, aunque forma parte de un área natural protegida mucho más amplia, que se extiende por más de 2.000 hectáreas. En total, el Paisaje Natural de Las Tuerces abarca una extensión equivalente a casi 3.000 campos de fútbol.

Caminar por Las Tuerces es como volver a la infancia. Uno va descubriendo esculturas que parecen haber sido talladas a mano, aunque no haya intervenido ninguna persona. De hecho, esa es parte de su magia: aquí, la naturaleza es la única artista. ¿Ves una roca con forma de rana? ¿Una seta gigante que podría ser el sombrero de un gnomo? ¿Una figura que recuerda al rostro de un coloso milenario? Nada está fuera de lugar. La imaginación es parte del recorrido.

Formas que desafían la lógica

El terreno está plagado de callejones estrechos, túneles naturales, arcos imposibles y pequeñas cuevas. No es raro perder el sentido de la orientación entre estos pasadizos naturales, lo que hace que muchos recomienden guardar el móvil y dejarse llevar. Aquí no se trata de seguir un sendero marcado, sino de explorar, de perderse a propósito.

Una de las figuras más llamativas del lugar es conocida como la «boca del tiburón», una enorme abertura en la roca. El efecto es tan realista que produce una mezcla de vértigo y asombro. Muchos la comparan con una versión pétrea del monstruo que habita las profundidades del mar, aunque aquí, inmóvil y eterna, la criatura parece descansar tras una larga caza.

Cómo llegar

Llegar al Laberinto de Las Tuerces es sencillo desde Aguilar de Campoo, que se encuentra bien comunicado  a través de la autovía A-67, que conecta la ciudad de Palencia con Cantabria. Desde la capital palentina, el trayecto en coche dura aproximadamente una hora y cuarto, mientras que desde Burgos se puede llegar en poco más de una hora.

Una vez en Aguilar, sólo hay que seguir las indicaciones hacia el pequeño pueblo de Villaescusa de las Torres, a unos seis kilómetros de distancia. Éste encantador y tranquilo enclave rural es el acceso más habitual al paraje natural. Allí, puedes aparcar el coche y empezar la ruta a pie hacia el corazón del laberinto rocoso.

El sendero, bien señalizado, asciende suavemente entre campos y laderas hasta adentrarse en el territorio de formas imposibles. La caminata es de dificultad media-baja y se puede completar en unas dos horas en total, dependiendo del ritmo.

El Cañón de la Horadada

Muy cerca de Las Tuerces se encuentra otro enclave igualmente impresionante: el Cañón de la Horadada. Aquí, el río Pisuerga se ha abierto paso entre las rocas, creando un desfiladero espectacular que recuerda al famoso Gran Cañón del Colorado. De hecho, algunos lo han bautizado, con cierto humor, como «el Colorado español». No es para tanto, pero sí es un paisaje que impacta.

El cañón es ideal para quienes buscan un contacto más directo con la naturaleza. Se puede recorrer por senderos bien señalizados, y en muchos tramos se avistan aves rapaces sobrevolando el abismo, como el buitre leonado o el alimoche. También hay miradores naturales desde donde contemplar la grandiosidad de este fenómeno geológico.

La Capadocia de España no necesita competir con otros destinos; su poder radica en su autenticidad. Un escenario moldeado por fuerzas invisibles durante milenios. Con sus laberintos de piedra, sus templos excavados y sus cañones esculpidos por el agua, nos recuerda que el arte más genuino no siempre cuelga de una pared: a veces, se encuentra bajo nuestros pies.