Ni una vez al día ni una vez a la semana: un experto acaba con el el mito y confirma cada cuanto tiempo hay que ducharse
Durante mucho tiempo, la ducha diaria se ha considerado esencial para mantener una buena higiene personal. Sin embargo, investigaciones recientes cuestionan si realmente es necesario ducharse todos los días. El dermatólogo James Hamblin, médico especializado en medicina preventiva y profesor en la Universidad de Yale, destaca que esta práctica puede tener efectos negativos en la piel, ya que eliminar en exceso los aceites naturales puede dañar la barrera cutánea. Esto altera la microbiota de la piel, un ecosistema de microorganismos beneficiosos que nos protege de infecciones.
Por eso, recomienda un enfoque más moderado: ducharse menos veces y optar por productos más suaves que respeten el equilibrio natural de la piel. Ésta es la mejor forma de cuidar la higiene sin comprometer la salud. Las personas con piel seca o sensible pueden reducir aún más la frecuencia de las duchas, ya que el agua caliente y el uso de jabones pueden eliminar los aceites naturales de la piel, provocando irritación o descamación. Mientras, las personas con piel grasa o que hacen ejercicio con regularidad pueden ducharse con mayor frecuencia, ya que el sudor y el exceso de grasa pueden contribuir a problemas como el acné.
¿Cada cuánto hay que ducharse?
Hamblin sostiene que no es necesario ducharse todos los días para cuidar la higiene. Las duchas frecuentes pueden eliminar la capa protectora natural de la piel, lo que lleva a la pérdida de aceites esenciales que la mantienen hidratada. Esto puede generar efectos secundarios como la sequedad o incluso el debilitamiento de la barrera cutánea, aumentando la vulnerabilidad a irritaciones e infecciones.
Uno de los avances más interesantes en la dermatología moderna es el estudio del microbioma cutáneo. Este término se refiere al conjunto de microorganismos que viven en nuestra piel, incluidos bacterias, hongos y virus, los cuales juegan un papel crucial en la defensa del organismo contra patógenos invasores. Los expertos han demostrado que este microbioma es fundamental para mantener nuestra piel sana, protegiéndola de agresiones externas, infecciones y problemas dermatológicos.
El problema surge cuando utilizamos productos de higiene demasiado agresivos, como jabones fuertes, geles antibacterianosy champús con ingredientes sintéticos, los cuales pueden eliminar no sólo las bacterias dañinas, sino también las beneficiosas. Este desequilibrio puede afectar negativamente a la función de barrera de la piel y contribuir a la aparición de problemas cutáneos.
Hamblin señala que la creencia de que ducharse todos los días es necesario para mantener una buena higiene es un mito alimentado tanto por las normas sociales como por el marketing. En realidad, el adecuado cuidado de la piel no depende tanto de la frecuencia de las duchas, sino de adoptar hábitos de higiene personal que respeten la integridad de la barrera cutánea y el microbioma. En lugar de seguir ciegamente la norma de ducharse a diario, es mejor optar por un enfoque equilibrado y consciente que promueva una la higiene sin comprometer la salud a largo plazo.
¿Agua fría o caliente?
El agua caliente abre los poros de la piel, lo cual puede ser beneficioso cuando se busca una limpieza en profundidad. El calor facilita la eliminación del sudor y de las impurezas, permitiendo que los productos de higiene personal penetren más fácilmente. Sin embargo, el uso excesivo de agua caliente puede ser contraproducente. Las altas temperaturas pueden despojar a la piel de sus aceites naturales, lo que provoca deshidratación y sequedad. Esto se debe a que el agua caliente puede afectar la barrera cutánea, debilitándola y haciéndola más susceptible a la irritación y a otros problemas dérmicos como la eczema o la dermatitis.
Además, el calor también puede intensificar la aparición de enrojecimiento y brotes de acné, ya que puede estimular las glándulas sebáceas a producir más grasa, obstruyendo los poros. Las personas con piel sensible, en particular, deben evitar las duchas con agua demasiado caliente, ya que este factor puede agravar las condiciones preexistentes como la rosácea.
Por otro lado, el agua fría, aunque no es tan eficaz para abrir los poros como el agua caliente, puede ayudar a reducir la inflamación y a mejorar la circulación sanguínea, lo cual es ideal para revitalizar el cuerpo y la piel. El agua fría también puede ser una buena opción para cerrar los poros después de la limpieza, ayudando a mantener la piel más firme y tonificada. Además, el choque térmico de una ducha fría puede ser energizante y refrescante, especialmente en climas cálidos o después de hacer ejercicio.
Sin embargo, el agua fría no es adecuada para todas las personas. Aquellos con problemas de circulación o que sufran de ciertos trastornos como el reuma o dolores articulares podrían encontrarla incómoda o incluso perjudicial. En estos casos, es mejor optar por temperaturas templadas, que resultan más equilibradas y menos extremas para el cuerpo.
En resumen, tanto el agua caliente como el agua fría pueden ser beneficiosas dependiendo del tipo de piel y las necesidades personales.
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