¿Terroristas arrepentidos? Ana Terradillos da voz a los etarras de la «Vía Nanclares»

ETA
Atentado de ETA en Madrid en 2005 (Getty).

Sin entrar en valoraciones morales (innecesarias de señalar para cualquier persona que no esté enferma de fanatismo o relativismo), hay varias, muchas, diferencias entre las 850 víctimas mortales de ETA y los terroristas. Una de ellas es evidente, tras la bomba o los disparos uno está muerto y el otro sigue vivo. Pero el asesino directo, o cualquiera de los que hicieron posible que llegara a detonar una bomba o disparar un arma, no sólo mantiene su vida. También puede cambiar su rumbo y abandonar el terrorismo.

La periodista Ana Terradillos ha conversado con varios que han tomado en prisión esa opción, mediante la llamada «Vía Nanclares», y esos encuentros, así como otros con víctimas, jueces e, incluso, etarras que ya no matan pero que jamás rompieron con la banda, se ven reflejados en Vivir después de matar (La Esfera de los Libros).

Portada de 'Vivir después de matar'
Portada de ‘Vivir después de matar’ (pinchar para ampliar).

Los presos, y ex presos, entrevistados por Terradillos muestran las dificultades a las que tienen que hacer frente aquellos que deciden romper la disciplina de ETA dentro de prisión. Como son objeto, ellos y sus familias, de técnicas de amedrentamiento y presión que en unos casos son propias de mafias, en otros de sistemas políticos totalitarios y en algunos de sectas destructivas. No en vano, la más sangrienta banda terrorista española tiene mucho de esas tres cosas, y como todas ellas rechaza y castiga al que piensa diferente incluso dentro de sus filas.

Al lector le embarga una gran duda a lo largo de todo el libro, incluyendo las partes en las que se narran conversaciones con víctimas que se reunieron con terroristas de la “Vía Nanclares” o con el juez que la propició: ¿son sinceros los etarras que se acogen a esa vía de abandono de ETA y reinserción social? En algunos casos, los menos (al menos para quien esto escribe), sí lo parece. Pero en la mayor parte la respuesta no parece ni mucho menos clara. La inmensa mayoría de esos 23 terroristas se niegan a mostrarse como “arrepentidos”.

Reconocen que han hecho daño, que han causado un dolor innecesario y que eso que ellos llaman “lucha armada” ha fracasado. Algunos hasta piden perdón, pero dicen que “arrepentido” es un término político. Incluso desenganchados de ETA no quieren parecer traidores a esa banda terrorista.

Ana Terradillos
Ana Terradillos. Foto: LA ESFERA DE LOS LIBROS (pinchar para ampliar).

Pero el mayor valor del libro puede que no esté en lo que en él se cuenta de forma directa, sino en lo que se desprende de su texto. Un terrorista declara a la autora que si “hubiera nacido en Ciudad Real hubiera sido guardia civil”. Esa frase, que con alguna variante han dicho muchos etarras a lo largo de décadas, es un intento de justificarse moralmente por el criminal. Se equipara él, asesino o colaborador necesario, con quien tiene como misión salvar vidas y proteger a los ciudadanos sin preguntar por sus creencias o ideologías. Y no parece responder a la realidad. Más sincera, en su brutalidad, es esta confesión que también podemos leer en esta obra: “Cuando entras en ETA lo que quieres es matar y matar, cuantos más mates mejor. Más orgulloso estás”.

Y ese orgullo era alimentado por algo que está presente de forma tangencial en todas y cada una de las páginas de Vivir o matar: una sociedad en la que un sector muy importante de su población está enfermo. La suya es una enfermedad totalitaria y homicida. Los asesinos son celebrados como héroes y las víctimas aisladas. Muchos de quienes no comparten el punto de vista de los terroristas guardan silencio y miran para otro lado, abandonan a la víctima. Así se afianzaron los totalitarismos en los países donde triunfaron. Y ETA campó a sus anchas hasta que empezó a haber una reacción contra ella.

Queda mucho de todo eso. Si los acogidos a la “Vía Nanclares” sufren el boicot de sus vecinos y antiguos amigos en el País Vasco es porque el totalitarismo etarra sigue funcionando en buena medida e imponiendo sus normas en muchos sectores de la sociedad.

También nos encontramos en el libro indicios claros de que la supuesta superación de la etapa terrorista por parte de la izquierda denominada abertzale no es tal. No lo dice la autora de forma clara, pero sí algunos de sus entrevistados. Sea con la denominación de Bildu, Sortu o cualquier otra, los herederos de Batasuna dicen rechazar la violencia (que hablen de terrorismo ya es mucho pedir). Pero, al mismo tiempo, persiguen con dureza (incluyendo presiones a sus familiares y las amenazas más o menos veladas con todo tipo de castigo) a aquellos etarras encarcelados que quieren dar ese paso.  Quieren que ETA siga muy viva en las prisiones. Y no parece que la “Vía Nanclares” esté resultando muy efectiva en sentido contrario, la verdad.

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