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‘La forma del agua’, Mejor película de los Premios Oscar 2018

‘La forma del agua’ gana el Oscar a la Mejor Película. Ha sido una de las grandes favoritas de la gala y la que se ha llevado la mayoría de las apuestas previas. La cautivadora película de Guillermo del Toro no ha tenido rival en la 90 edición de los Premios Oscar 2018.

‘La forma del agua’ había ganado previamente el premio Producers Guild. También se había visto reforzada en los Globos de Oro, haciéndose con los principales galardones a los que optaba. Guillermo del Toro no corrió la misma suerte en los BAFTA dónde partía con 12 nominaciones y terminó llevándose solo tres trofeos, incluido el de Mejor director. Además obtuvo el premio a la Mejor música original y al Mejor diseño.

‘La forma del agua’ y el relato fantástico del amor

‘La forma del agua’ habla de las formas del amor, que se adapta a cualquier mar, a todos los diques, puertos y bañeras. Habla de las formas de hablar cuando estamos en silencio, de las minorías que no se oprimen, de la felicidad. El punto desde el que convergemos, para relacionarnos con las extrañas formas que son los otros y donde encontramos un reflejo a partir de esa diferencia.

Guillermo del Toro reinventó el cuento de la Bella y la Bestia para mostrarnos a una mujer valiente que no necesita ser conquistada, sino que lucha por conquistar un corazón extraño e incomprensible. Los fotogramas se tiñen del verde del agua estanca hasta el gran final, que se abre al océano azul dejando que el agua y el amor encuentren nuevas formas. Una fábula romántica y atemporal donde la empatía te hace amar hasta al villano.

La protagonista logra la simpatía del público desde las primeras escenas, que nos muestran a una mujer soñadora y vital, al estilo de Amelie. Una heroína muda y realista que se enfrenta a los malos, que no se olvida del placer y que adora la rutina de los huevos duros para desayunar. Al principio la conocemos a partir de su relación con los otros, personajes fantásticos con los que somos partícipes de las relaciones más icónicas y a los que se adapta de una forma natural. Y es que estos secundarios adornan el relato y se hacen imprescindibles.

El filme navega por el preciosismo de lo que no se ve en cada escena. Quizás la historia sea predecible, y el ritmo esté atenuado al son de un vals, pero a la cálida forma del agua no le afecta, y se abre paso por el corazón del espectador mostrando la fuerza de la delicadeza, la belleza de lo diferente y la valentía y la tenacidad que se esconden en el silencio.