Un nuevo estudio determina que la suciedad extrema de los torrentes provocó la inundación de Sant Llorenç
El 9 de octubre de 2018 la capacidad del torrente con respecto a su estado original era inferior al 10% debido a la suciedad
El agua se encontró con diez puntos negros entre carreteras, taludes y suciedad que taponaron su camino hacia el mar
Cuando colapsaron todos estos diques a la vez, el caudal del torrente pasó de 23 metros cúbicos a 514 metros cúbicos por segundo, provocando la catástrofe
Un exhaustivo estudio realizado por el ingeniero Miguel Ángel Merigó en colaboración con Pedro Cantarero, miembro del grupo de trabajo sobre el cambio climático en el Congreso de los Diputados, determina que la extremada suciedad de los torrentes provocó la inundación de Sant Llorenç el 9 de octubre de 2018, hace ahora tres años, que se saldó con la trágica cifra de 13 víctimas mortales. De forma sorprendente nadie ha asumido responsabilidades por el mal estado de los torrentes de Sant Llorenç y lo que es peor, en la actualidad los cauces siguen sucios y obstaculizando el paso del agua en caso de grandes riadas.
La competencia en materia de torrentes la ostenta la Conselleria de Medio Ambiente y el titular del departamento cuando sucedió la tragedia era el hoy senador autonómico Vicenç Vidal. Después de la riada de Sant Llorenç, el Govern decidió invertir 25,5 millones de euros en las obras de emergencia para la recuperación de la funcionalidad de los torrentes y restauración de las zonas afectadas por las inundaciones.
Debía realizarse la limpieza de los torrentes, la restauración de la capacidad de drenaje de los cauces y zonas limítrofes, la demolición de muros y estructuras que hayan quedado descalzadas o en situación precaria y la retirada de posibles focos contaminantes. Algo se hizo pero ahora los torrentes vuelven a estar repletos de vegetación. El actual conseller de Medio Ambiente es Miquel Mir, de la formación soberanista Més per Mallorca.
Según el estudio antes mencionado, el 9 de octubre de 2018 la capacidad del torrente con respecto a su estado original era inferior al 10% debido a la suciedad del mismo. La lluvia que cayó de forma intensa durante cuatro horas se encontró con un torrente inexistente, como demuestran las fotos que se aportan en el estudio de Merigó y Cantarero. Con esta capacidad tan reducida poca agua podía discurrir por él. Encima, el agua se encontró con diez puntos negros, con diez tapones en su camino hacia el mar. Eran caminos, pasos y carreteras que lo atraviesan con canalizaciones variopintas para que pasara el agua. Sucedió que los pasos de agua se taponaron muy pronto coinvirtiendo el valle del Torrente de Ses Planes o de Sant Llorenç en una inmensa charca con entre un millón y dos millones de toneladas de agua.
Cuando colapsaron todos estos diques a la vez, el caudal del torrente pasó de 23 metros cúbicos a 514 metros cúbicos por segundo, provocando la catástrofe. El caudal del torrente de Sant Llorenç se multiplicó casi por cuatro y ascendió hasta los 4,5 metros de altura. En los primeros 15 minutos, según un estudio realizado por la UIB, alcanzó una punta de 442 metros cúbicos por segundo, una cifra que se aproxima al caudal del Ebro.
El estudio de Merigó y Cantarero señala que para evitar este tipo de tragedias, el agua tiene que discurrir libremente por los torrentes sin ningún tipo de obstáculo, vegetación ni puntos negros. El agua no se tiene que embalsar. Cuando el agua se encuentra el camino taponado, se forman grandes embalses artificiales. Si el talud que soporta una carretera, un paso o un camino aguanta, el agua pasa por encima como ocurrió en la carretera de Sant Llorenç y en la de S’Illot. En caso de que no aguante, el peso del agua se lleva por delante la carretera o el camino y esto es lo que sucedió en las carreteras de Sant Llorenç a Artà y Son Servera y también en el Torrent de Ses Planes, donde destrozó varios caminos que atraviesan su cauce.
Hay que señalar que los pasos para el agua bajo los puentes quedaron taponados de forma casi inmediata debido a la suciedad, ramas principalmente, arrastrada por el agua.
Sucedió que todos los muros de piedra y taludes que había en el cauce del torrente colapsaron a la vez y una gran masa de agua, calculada en 514 metros cúbicos por segundo, inundó el pueblo y provocó la catástrofe.
El estudio concluye que para evitar grandes inundaciones ante posibles precipitaciones extraordinarias como la de Sant Llorenç se debe facilitar que el agua no encuentre ningún obstáculo en los torrentes. Lo primero que hay que hacer es limpiar y dragar los torrentes y lo segundo inspeccionar todos los puentes y pasos subterráneos para ver si son suficientes para soportar las grandes crecidas. Lo prioritario es evitar la existencia de puntos negros.
Para elaborar su estudios, Merigó y Cantarero entrevistaron a payeses de la comarca de Sant Llorenç y éstos contaron que hasta hace unos 50 años las casas se construían con materiales que se sacaban de los torrentes, lo que aseguraba su limpieza. Además, los habitantes del pueblo se cuidaban de que no se encharcaran las tierras que les daban de comer y por ello cuidaban los cauces. Los tiempos han cambiado y nadie limpia los torrentes que progresivamente van perdiendo su capacidad de caudal debido a la vegetación, tierra y piedras que se han sedimentado en las zonas con menos pendiente.
A todo ello se añade que en un momento dado se decidió que los torrentes pasaban a manos de la Administración y que sólo la Administración, el Govern balear, en este caso, podía limpiar los cauces. La realidad es que no se limpian.
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