Muriqi desatado
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Rick Davis y Roger Hodgson, líderes del grupo Supertramp, escribieron un álbum de millonarias ventas al que dieron por título «Crisis, what crisis?» Lo recordé a medida que corría el cronómetro que marcaba el tiempo de un lance que parece haber puesto fin a un período oscuro de la temporada que venía haciendo el Mallorca. O eso esperamos.
No había lata que romper, aunque Las Palmas dió el primer susto, apenas a los dos minutos, al plantarse Javi Muñoz solo delante de Greif, que detuvo su disparo raso pero no excesivamente cruzado. Algún fantasma volvía a sobrevolar Son Moix, si bien su incolora estela se esfumó cuatro después al desatarse la agresividad pirata de Muriqi que olió sangre en la desvencijada embarcación canariona que zarpó hacia Palma sin proa, pero descuidando la popa.
Dos goles, tres asistencias desaprovechadas por Asano, voluntarioso pero limitado, y Dani, además de un remate al palo, superado el portero, avalaban el regreso del capitán del parche en el ojo, -siempre se tapa el izquierdo-, lado de donde le sirvieron los obuses que, ya antes del intermedio, hundieron la nao visitante.
No solo revivió el goleador kosovar que tantas incógnitas había abierto estos últimos meses. También reaparecieron Maffeo, Robert Navarro y Sergi Darder, más retrasado y encargado de ajustar los mecanismos desde la carlinga de la máquina que fabrica fútbol. Jugaban todos, también Mojica, con una intensidad que se había echado de menos desde los albores de la competición y sin sacar de la ecuación las facilidades concedidas por el once insular, tampoco vamos a rebajar los ánimos, la euforia si, que permitían recordar recientes tiempos mejores.
Sobró la segunda parte de la segunda parte. Intuíamos que la sesión iba camino de goleada y no nos hubiéramos equivocado de no hacerlo Dani Rodríguez, agotado en el último cuarto de hora, y Asano, muy ingenuo pese a su aparatosa tijera de espaldas a portería. La voluntad del japonés contrasta con la pasividad de Larin, de nuevo desidioso, para resaltar la falta de hambre de Abdón acomodado en el banquillo.
La siniestra banda desde la que Osasuna había machacado la semana pasada se había puesto en verde. Benito, con Manu Fuster por el otro lado, amenazaba la integridad defensiva local con mayor insistencia que acierto hasta que Bajcetic hizo sonar la sirena de aviso desde el desierto de la frontal del área. Por fortuna, Moleiro erró el tiro de un segundo tanto, susto que forzó a Arrasate a reforzar ambos laterales con Mateu y Lato. Amainó el viento en contra y, al contrario que ante los navarros, se impuso la calma, dejaron que el cronómetro dictara el ritmo necesario para atracar en buen puerto hasta la próxima travesía y con un tesoro, 34 puntos, como botín.