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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Una ‘Medea’ futurista y de asombrosa factura con Sara Sánchez y Diego Soto Giganto

La obra, representada en el Teatre de Lloseta, es un espectáculo multidisciplinar con una magistral pareja de actores

Combina espacio sonoro, proyecciones e imágenes holográficas

Ni recuerdo el tiempo que hacía sin visitar el Teatre de Lloseta, tanto que no había tenido oportunidad de apreciar el embellecimiento de su entorno. Y lo primero que me sorprendió fue su capacidad camaleónica de adaptación. En realidad es un cubo multiusos enorme que se disponía a mostrarnos sus habilidades con la representación de Medea, de La Contrapiel Teatro que se anunciaba los días 15, 16 y 17 de abril. Esta Medea es en realidad una adaptación libre de poemas de Chantal Maillard.

La segunda sorpresa fue descubrir a una actriz, Sara Sánchez, dejando a un lado su experiencia madrileña para afrontar un reto personal como sin duda es la adaptación a la escena de un monólogo, hacerlo a dos voces (es Diego Soto Giganto la otra mitad), además apoyándose en una modesta compañía independiente creada por ella misma. Entrando en aquella inmensidad sólo una bañera en medio de la nada, observada por enormes paredes desnudas y sonando susurrante una música electrónica apropiada al ambiente.

El estreno casi era absoluto, salvo una presentación parcial, ocurrida meses antes y también en la isla. Es decir que uno entraba en la sala, adaptadas las localidades en paralelo, interrogándose qué o quién era lo que se disponía a presenciar. Lo que sucedió después, queda recogido en la crítica que escribí compulsivamente la misma noche de estreno y publicada en mi blog.

La reproduzco a continuación, y solamente añadiré que ésta es una Medea de asombrosa factura levantada partiendo de una escenografía que apunta a las maneras del inminente futuro, con una magistral pareja de actores. Pues nada, aquí les entrego el texto por si pudiera ser de su interés.

Eurípides, uno de los grandes poetas de la Grecia Antigua, escribió el siglo IV antes de Cristo la tragedia Medea, que contribuyó a la innovación en el trato de los mitos. 2.450 años después, la poetisa belga nacionalizada española, Chantal Maillard (Premio Nacional de Poesía 2004) escribió un poemario, (2020), construido a modo de largos monólogos donde refleja el devenir de una Medea anciana que dialoga consigo misma sobre el dolor y la culpa. Precisamente éste es el texto de referencia para levantar la nueva Medea, que ha regresado de la muerte (impactante su entrada en escena) para representar su propia historia, papel que protagoniza Sara Sánchez, asimismo autora de la idea creativa que tiene el gran acierto de respetar al pie de la letra la elección del monólogo en el texto de Maillard.

También lo subraya el coprotagonismo que encarna David Soto Giganto, que en buena parte del relato no deja de ser una proyección de Medea, una suerte de alter ego y que a su vez permite darle continuidad a la compleja trama constantemente arrastrada al tiempo presente. Los dos magníficos y por qué no decirlo, espectaculares. Muy bien, además, las transiciones que van encadenando los sucesivos cuadros/estrofas enmarcados en este relato.

Hablamos de un espectáculo multidisciplinar que combina espacio sonoro, proyecciones e imágenes holográficas, estando a los mandos de la tramoya Marc Sánchez, el actor en la sombra con la responsabilidad de cuadrar la cascada incesante de efectos que certifican una escenografía futurista. Es factible que en el proceso del montaje de la puesta en escena se colasen ciertos aromas de la ensayista y guionista, Christa Wolf, quien el año 1996 reescribió el mito clásico desde nuevas perspectivas. Las proyecciones en video así podrían insinuarlo, si se me permite el atrevimiento.

De hecho, la filosofía de trabajo en los montajes de La Contrapiel Teatro, compañía creada por Sara Sánchez, es «la búsqueda de un lenguaje propio, un teatro visceral, visual y físico, incitando al espectador a una reflexión activa sobre la sociedad en la que vive». Desde luego es un objetivo que se refleja perfectamente en esta Medea y me atrevo a decir que el montaje es de lo mejorcito que se ha visto en teatro independiente los últimos años: un drama intenso, provocador, que incomoda el alma de quien lo observa. Pero en absoluto gratuito. Todo sucede, y gira, en torno a una frase brutal: «La humanidad es la cloaca de los dioses», lo que conlleva necesariamente poner en cuestión cualquier razonamiento que sea expuesto públicamente.

Nada más entrar en la sala (espléndido el Teatre de Lloseta como el espacio ideal para desarrollar esta obra), nada más entrar, digo, en una pared se ve reflejada la leyenda de que el público no es un mero espectador; es también la encarnación de la conciencia cívica y de los deberes ciudadanos, aunque no expresado así, textualmente, pero dándolo a entender. Sara, y también David, despliegan con acierto lo aprendido en las bases (sección Jóvenes) de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ambos sobrecogedores en sus intervenciones la mayor parte del tiempo y el acierto de arrastrar la tensión situándola constantemente en tiempo presente hace mella en el público.

Hay multitud de preciosos aciertos agilizando la acción, audaces saltos en la escena convirtiendo, sin ir más lejos un interrogante, literalmente en un acoso mediático o también dirigirse frontalmente al público instándole a ir a buscar en lo más profundo de su conciencia su lado más oscuro. Parte de esta audacia escénica ya la vimos décadas atrás en Sócrates, con Adolfo Marsillach siendo juzgado por el público, convertido en pueblo de Atenas.

Esta Medea, de La Contrapiel Teatro, es la fiel transcripción del «devenir dramático de los poemas de Maillard convertidos en largo monólogo». Un cinco estrellas el reto asumido por Sara Sánchez y Diego Soto Giganto.