La fuerza de Marina Castaño
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Mi cisne de hoy, Marina Castaño, no necesita muchas presentaciones y pienso que es el momento de pedir disculpas. Cuando su romance de novela se hizo público, automáticamente se convirtió en una presa a la que había que perseguir. La excusa era entonces que tenía un pasado. Lógico, lo raro habría sido que no lo hubiera tenido, pero repetir mil veces esa frase y escucharlo otras mil llevaba a creer que algo raro pasaba con esa joven rubita que por menos quería ser millonaria rápido, casándose con un hombre mucho mayor que ella. Lógicamente tuvo que escuchar alguna palabra mal sonante en público y callarse.
Tras esa pareja de la que les hablo hubo un complot en el que participaron muchas personas que no podemos ni imaginar. Callarse la convirtió en marquesa, que por lo visto era lo único que la había obsesionado siempre. Nadie pensó en el amor que surgió durante una entrevista entre el que llegó a ser premio Nobel y la joven periodista que le enganchó. Como nos ha pasado a todos los que nos enamoramos y nos enganchamos mutuamente.
Ese flechazo nació de una admiración mutua, se fraguó desde la amistad y el cariño que fue creciendo, no hubo forma de matar ese amor y me temo que no la habrá mientras viva Marina, también uno de mis cisnes mallorquines, puesto que viene a la isla a menudo y la ama desde lo más profundo de su corazón.
Ella misma nos lo cuenta para OKDIARIO y lo hace en primera persona. No he querido desvirtuar este regalo que me hace, que nos regala porque cada palabra dice mucho. No olviden, callar la convirtió en marquesa.
Dice Marina:
«Me casé a los 18 años, hice mi carrera profesional mientras viajaba con mi marido por medio mundo. A los 21 años fui madre. Creo que es una maravilla ser madre tan joven. Tanto para la hija como para la propia madre. Hoy somos dos personas adultas con una complicidad divertidísima y con tanta vida que tenemos que recordar al unísono. Que mi hija tenga una vida anónima fue el propósito desde el principio, cuando yo empecé a aparecer en los medios públicos. Por una cuestión de respeto hacia ella, que no tenía por qué sufrir las consecuencias de una madre perseguida por la prensa. Lo conseguimos de una manera exitosa, si bien aparecieron fotos de ella en Estocolmo, cuando el premio Nobel. Pero fuera de eso creo que no existe ninguna foto más. Ni de niña, ni adolescente, ni de adulta. Es un personaje completamente anónimo, lo cual a ella la satisface enormemente».
Y de repente murió su marqués de Iria Flavia y ahí, justo en uno de los momentos más dolorosos de su vida, volvió el intento de matar a esa mujer menudita, pero fuerte, como sólo lo son las que saben bien lo que cuesta una peina. Sé que Marina sufrió profundamente. Piensen que se armó la marimorena en todo el país porque la joven viuda, en su primera aparición televisiva, en el programa en el que colaboraba entonces, tuvo la osadía de aparecer vestida de luto y sin maquillar apenas, a los pocos días de fallecer su marido. Quería mostrar públicamente su dolor y su respeto por quien tanto había conseguido en la vida.
A la pregunta de cómo se sobrelleva el luto, el dolor, siendo una persona pública, sujeta a escrutinios banales y burdos, y precisamente por eso duelen más, Marina responde:
«Fue algo que lógicamente la prensa siguió muy de cerca. Todos los días del año tenía prensa a la puerta de mi casa. Muchas veces he tenido que salir en el maletero del coche para no ser perseguida. Fue muy incómodo, pero por fortuna, la gente se fue dando cuenta de que mi vida era totalmente normal. Como la de cualquier otra mujer que pierde a su marido. Sólo que su dolor no lo puede llevar con la intimidad que lo llevan las personas normales. Quiero decir, las personas de a pie. Una forma elegante de decir paso, no me acuerdo de esa gente. Y llegaron los problemas serios. Se juntaron al mismo tiempo otros problemas que tuve que solventar, pero que por fortuna quedaron resueltos gracias al apoyo de muchas personas que me respaldaron. En este sentido no puedo olvidar a gente de la talla de José Manuel Lara, presidente de Planeta que estaba siempre que lo necesitaba».
Me admira la fuerza y el coraje de esta mujer aparentemente débil y frívola, capaz de superar dificultades sin fin.
Marina Castaño responde al comentárselo:
«Tengo la fortuna de que la naturaleza me hizo de una forma bastante íntegra y además, como decía mi marido, el que resiste gana. Hoy tengo una vida agradable, mis amigos están siempre ahí, en la familia tan cortita que tengo también están todos conmigo. Tengo un marido extraordinario a cuyo lado seguramente envejeceré. Envejeceremos juntos si la vida no se tuerce naturalmente».
Marina, mi cisne, encontró de nuevo el amor, el de otra persona extraordinaria, acostumbrada a callar para convertirse en uno de los médicos más reputados de este país. En realidad, es una suertuda que algo bueno hará, pienso yo. Y me alegra que actualmente Marina Castaño viva una vida plácida en la que los viajes y los reencuentros con su círculo más privado marcan los ritmos de su ajetreada rutina. Una vida idílica al lado de su actual marido, Enrique Puras, con quien se casó en 2013 tras 22 años soltera. ¿Hay algo más que demostrar públicamente?
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