El catalán como instrumento de control social
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En los vídeos de promoción de la Obra Cultural Balear suelen aparecen algunos extranjeros y peninsulares que en un buen catalán nos conminan a los afortunados que tenemos la suerte de llevar a cuestas ocho apellidos mallorquines a salir a la calle en defensa de un catalán amenazado por los poderes públicos. «Nuestro amor a la lengua y a Mallorca es infinitamente más fuerte que su odio, es hora de salir a la calle», nos exhortan apelando a nuestro corazoncito.
La elección de estos nuevos mallorquines para este tipo de anuncios en defensa del catalán no es baladí. Busca dar la impresión de que el catalán es la lengua de integración sin la cual no es posible una verdadera asimilación a la región que les acoge. Busca dar la impresión de que los nuevos mallorquines se asimilan sin obstáculos al país aprendiendo su lengua. Y buscan, finalmente, presentar el catalán no sólo como el idioma de los nativos mallorquines de toda la vida para quienes hablar mallorquín nos resulta tan consubstancial a nuestro ser como falto de interés o de mérito alguno, sino también como la lengua en la que deben asimilarse estos centenares de miles de foráneos que han venido en las últimas décadas para quedarse entre nosotros.
A la vista de esta propaganda tan emotiva, uno debería acordarse del acierto de nuestras autoridades cuando abogan por que al final de etapa de la educación secundaria obligatoria (16 años) todos los niños escolarizados dominen ambas lenguas cooficiales: español y catalán. Incluso algún bienintencionado agradecerá a nuestras magníficas autoridades que sigan erre que erre con su modelo de inmersión obligatoria en las escuelas, exigiendo a todos estos nuevos mallorquines a recibir todas las asignaturas en catalán menos las de lengua inglesa y española, puesto que así se les da la posibilidad de progresar social y profesionalmente en las Islas. Aprender catalán es un bien invaluable para los nuevos mallorquines sin raíces en las Islas. No un bien, para Lluís Apesteguia incluso es un derecho, el derecho a la no ignorancia.
Se trata de un espejismo. La realidad no se compadece con la propaganda. Los datos de PISA 2022 para alumnos de 15 años ponen de relieve que la inmersión obligatoria, más que un beneficio para nuestros queridos nuevos mallorquines, es un freno de primer orden para su desarrollo cognitivo y, en consecuencia, para su futuro escolar y profesional. Los baleares que hablan catalán en casa, es decir, los que reciben las clases en la misma lengua que su lengua materna, obtuvieron calificaciones en matemáticas, comprensión lectora y ciencias que les situarían en la parte medio-alta de la tabla a nivel español, cerquísima del furgón delantero de las autonomías españolas encabezadas por Castilla y León. Séptimo lugar en matemáticas, quinto lugar en comprensión lectora y octavo en ciencias. Comparativamente, la educación balear no es mala, pero sólo para los nativos catalanohablantes. Sólo para ellos.
En cambio, quienes en casa hablan español obtienen puntuaciones inferiores de más de 20 puntos (equivalente a un retraso de más de un curso académico), lo que les situaría entre las autonomías españolas del furgón de cola. Decimoprimeros en matemáticas y comprensión lectora y decimoterceros en ciencias de 17 en total.
Finalmente, quienes en casa hablan un idioma extranjero, habrían obtenido puntuaciones inferiores de más de 40 puntos (equivalentes a más de dos cursos académicos), lo que les situaría en el decimoquinto puesto en ciencias y lectura, sólo por encima de Ceuta y Melilla; y en el decimocuarto puesto en matemáticas, sólo por encima de Ceuta, Melilla y de Canarias por un solo punto.
A menos que consideremos que los nativos catalanohablantes tengan un mayor coeficiente intelectual que los que no lo son, está claro que el modelo de inmersión obligatoria actual favorece a quienes tienen como lengua materna la misma lengua que utilizan los profesores en las aulas.
Por otra parte, todos los estudios internacionales como TIMSS 2023 y PISA 2022 revelan que el estatus socioeconómico resulta decisivo para el rendimiento escolar, pero mucho más en Baleares donde tenemos un ISEC (parámetro que mide este estatus socioeconómico) particularmente bajo, de los más bajos de España, un ISEC que va ligado a la fuerte inmigración y al tipo de inmigración que llega. Si el estatus socioeconómico y la lengua vehicular son determinantes en el rendimiento escolar, ¿cómo se justifica privar a los nuevos mallorquines de la mejor tecnología que tienen a su alcance como es el español como lengua vehicular para avanzar hacia una mayor igualdad de oportunidades y una mayor equidad?
¿A qué viene la sinrazón de mantener una inmersión obligatoria, incluso en los planes de acogida PALIC que acogen a los no catalanohablantes obligándoles a aprender el catalán antes de integrarse en su grupo-clase correspondiente, que sólo favorece al tercio de la población escolar catalanohablante? ¿A qué viene mantener un modelo lingüístico que condena en última instancia a más de la mitad de la población escolar al desempleo y a la precariedad laboral, o a cerrarle el paso a los mejores puestos laborales que aquí en Baleares están en las administraciones públicas donde, curiosamente, se exige como requisito ineludible un certificado de catalán para trabajar, incluso en aquellos puestos que no son de atención al público?
Entiendo que el control social eliminando competencia para acceder a una plaza de funcionario o trabajar en la administración balear sea un objetivo del nacionalismo de Més per Mallorca y Proposta per les Illes. En el fondo el nacionalismo siempre ha sido clasista (Volem comandar a ca nostra). Un clasismo que tratan de ocultar con su buenismo y humanitarismo de oficio cuando salen a defender a los inmigrantes ilegales («no hay personas ilegales», dicen) a cuyos hijos luego su modelo educativo condena al fracaso y abandono escolar. Eliminar competencia indeseable es un objetivo inconfesable, claro está, de ahí que se disfrace «del derecho de los catalanohablantes a dirigirse en catalán a la Administración». Hace más de 20 años ya se decía que en la administración balear no se movía un papel sin el permiso del PSM, una formación conformada básicamente por funcionarios y especialmente por docentes. Normal que pretendan defender su cogollito laboral y que lo hereden sus vástagos.
Lo que ya es más difícil de entender es que el PP balear y el PSIB hayan terminado abrazando el clasismo de Més y permitan la utilización de una lengua como herramienta de control social. Una parte significativa de los votantes del PP balear y del PSIB, en efecto, serían los principales perjudicados por las políticas de imposición del catalán. Contra toda lógica, sin embargo, el bipartidismo se ha unido a Més, Proposta per les Illes y Unides Podem, todas ellas formaciones elitistas, compuestas mayoritariamente por cuadros apesebrados en las administraciones, para formar parte de un establishment que defiende con uñas y dientes un consenso lingüístico que en poco o nada favorece a sus electores. Al menos a una parte nada despreciable de ellos.
Mentiras de Estado y desplazamiento de la culpa
Aunque no puedan alardear de su catalanismo abiertamente al pertenecer a un PP que de momento no se define como confesionalmente nacionalista, los catalanistas Marga Prohens y Toni Vera siguen manteniendo las mismas políticas lingüísticas de Més per Mallorca gracias a una política de hechos consumados, confabulación con los directores de los colegios y los representantes de la patronal concertada, toneladas de filibusterismo burocrático, dejadez de funciones por parte del cuerpo de inspectores que hacen la vista gorda, apelaciones al «bilingüismo cordial» y mentiras de Estado contra Vox, mentiras que luego compra todo el zurderío mediático de forma desvergonzada. Ni una mala palabra, ni una buena acción. Así tratan de engañar a la opinión pública.
La penúltima de estas mentiras de Estado, la supuesta intención de Vox de excluir el catalán como lengua vehicular con sus famosas enmiendas aprobadas por error en el decreto de simplificación administrativa, es un típico caso de desplazamiento de la culpa. Este mecanismo psicológico consiste en acusar al adversario de la misma fechoría que estás tú cometiendo. A quien quiere, como Vox, que también el español sea vehicular en la enseñanza junto con el catalán que ya lo es, todo el establishment (PP incluido) se pone de acuerdo para demonizarlo, asegurando que lo que quieren los españolistas de Vox es terminar con el catalán como lengua vehicular. Quienes quieren terminar con el español en las aulas (de hecho, ya lo han logrado) acusan a Vox de querer terminar con el catalán.
Una «catástrofe legislativa», vociferan PP y PSIB, los mismos que hace tres años defendían exactamente lo mismo que ahora defiende Vox hasta un día antes de aprobar la Ley de Educación de las Islas Baleares. Es precisamente al revés: es el establishment, al mantener la Ley de Educación de las Islas Baleares (LEIB 1/2022) tal como está, el que quiere excluir y de hecho excluye el español como idioma vehicular.
Lo mismo ocurre con las acusaciones de segregación de Més, PSIB o Unides Podem a la timidísima libre elección de lengua que ha concedido graciosamente Prohens con su plan piloto o la elección de la primera lengua en cuarto de infantil, una libre elección tan sui generis que se ha saldado con un fraude absoluto. Los responsables de segregar de verdad a los castellanohablantes condenándolos al fracaso o a un retraso educativo, llaman segregación a esta medrosa «libertad de elección» prohensina, cuando el término segregación, entendido como separación de alumnos en grupos o clases diferentes por motivos de lengua, no está permitida en Baleares, como dicta la propia Ley Educativa de las Islas Baleares (art. 135, LEIB 1/2022) y como les ha recordado el propio Tribunal Superior de las Islas Baleares. La LEIB enmienda la plana al venerable Decreto de Mínimos (1997), que sí permite en su artículo 9 la separación de los alumnos en dos líneas por razones de lengua. Mienten a sabiendas.
Crear un fantasma (que no existe) al que arrear a placer para desviar la atención siempre fue prerrogativa de mentalidades fascistoides. Como las de Més o Unides Podem. Ahora ya lo es para el PP balear, el PSIB y su prensa ensobrada. Avanzamos, pero como los cangrejos.
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