‘Barba-rossa’, un sorprendente y radical experimento en el Teatre Principal
La obra de la compañía menorquina La Trup aborda el período traumático vivido en Menorca en el siglo XVI, principalmente el saqueo de Maó en 1535
Vaya, en primer lugar, el reconocimiento a estos cuatro nombres propios: Queralt Albinyana, Josep Mercadal, Agnès Romeu y Àlvar Triay. Ellos y ellas son los verdaderos artífices de una ensoñación, inspirada en hechos reales. Contribuyendo los cuatro en materializar la búsqueda de nuevas formas expresivas que está en la base del colectivo La Trup. Barba-rossa en efecto nos sorprende por la radicalidad de este experimento.
Debo reconocer que acudí a Barba-rossa movido por mi interés en ver a Rodo Gener en su salsa, es decir, trabajando desde Menorca. Hablamos de uno de los mejores actores de Baleares y particularmente me faltaba contar con la referencia de su inmersión en la escena teatral menorquina.
Mi gozo en un pozo, al menos como punto de partida porque él no participa del cuadro de intérpretes en esta obra aunque sí forma parte de La Trup, una compañía menorquina nacida en 2012 y que por primera vez acudía a la sala gran del Teatre Principal de Palma, en una coproducción a tres bandas, que también ha contado con el Teatre Principal de Maó, donde tuvo lugar el preestreno el pasado 14 de enero.
Veamos, de entrada, cuál es la declaración de intenciones y punto de partida de La Trup: «Vivimos el teatro como una pasión personal, como una responsabilidad social. Nos esforzamos en hacer un teatro significativo, a menudo útil a la educación (el 15 de enero se hizo función escolar de Barba-rossa en el Principal de Maó), y comprometidos con el progreso de la cultura». Hemos tardado una década en descubrirles.
El punto de partida de Barba-rossa es la adaptación de la novela histórica, de la que es autor Joan Pons, presente en el estreno del Teatre Principal de Palma el 26 de enero. El fondo histórico es un período traumático vivido en la isla durante el siglo XVI, principalmente el saqueo de Maó, en 1535, si bien es lícito pensar –igualmente- en el año de la desgracia, por el saqueo de Ciutadella en 1558. En este sentido, la adaptación cabe inscribirla en uno de los cuatro ejes, básicos, en la manera de trabajar La Trup: recuperación de textos con valor testimonial, lo que en este caso aporta esa profundidad dramática que se respira permanentemente en el desarrollo de la obra.
Otro elemento capital en torno al cual gira el propio ritmo de la obra tiene que ver con el personaje central, el criador de pájaros Roger Genestar, quien a su vez servirá para introducir un elemento mágico: el enamoramiento que nace de la fantasía o si se prefiere la imposibilidad de verlo justo enfrente.
Es el leitmotiv que aporta elementos de solidez y continuidad en una obra en permanente riesgo de romperse en pedazos dada la monumentalidad de un hecho histórico, que ha sido necesariamente simplificado. Un acierto de Joan Pons al introducir este personaje de ficción, que interfiere una y otra vez en una trama que tiene visos de teatro político y que por momentos eso es lo que capta el público, en especial debido al magistral uso interactivo de la sala al completo, que en algunos pasajes deja de ser simple espectador y se convierte en el pueblo llano que protagonizó aquella tragedia.
Sencillamente magistral el capítulo de la negociación con Barbarroja, ante el inminente saqueo de Maó, convirtiendo a algunos espectadores en la voz del pueblo llano, convirtiéndonos todos por un instante en los protagonistas activos del drama. Hay otros momentos igualmente acertados, en los que el público es objeto de provocación bien trazada para meternos en la trama.
Excelente el trabajo de adaptación de Sergi Marí, que además dirige, hecho en colaboración con Clara del Ruste. La Trup ha empleado dos años en ir puliendo la puesta en escena en lo referido al trabajo actoral y una vez visto el resultado es obligado reconocer que es profundamente convincente, pues el desdoblamiento en varios personajes es permanente y pese a ello para el espectador en ningún momento hay desconexión de la acción.
Es interesante a este respecto el trabajo de dramaturgia, con la escenografía que surge de la nada, llamando la atención la escasez de elementos, aunque suficientes, a la hora de ambientar debidamente los distintos cuadros. Diría, que con tan poca sustancia, renace el teatro excelsamente significativo.
Es justo dar la enhorabuena al Teatre Principal de Palma, por el ejercicio de liderazgo como hermano mayor de un arte dramático de titularidad pública. Confiemos en que la nueva gerencia, todavía por llegar, sea consciente del papel que en verdad le corresponde. No he visto las cuatro obras destacadas de La Trup: Dolça Sodoma meva, Antígona, Lucrècia o Roma Libre y Tròpic. Aunque me atrevería a aventurar, que Barba-rossa es su icono.
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