ARAGÓN

Jorge Gay, artista: «Pintar es buscar lo indecible, tener un ansia absurda, un oscuro optimismo»

El artista Jorge Gay es Hijo Predilecto de la ciudad de Zaragoza

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Paula Ciordia

En el silencio amable de su refugio de escogida soledad, nos recibe el artista Jorge Gay (Zaragoza, 1960). El aragonés, conocido como el pintor del azul y los sueños, habla sin buscarlo en lengua poética. Humilde, inteligente, observador, amigo de sus amigos, así es el genial Jorge Gay quien ha sido premiado al Mérito Cultural y Premio Especial a su trayectoria artística este año por el Ayuntamiento de Zaragoza.

Tiene alma de niño que deja entrever cuando está a gusto. Dice que no podría vivir sin pintar, pero que tampoco podría pintar sin amar. Su mujer, Nieves, le acompaña desde siempre.

Hace muchos años, decidió plantar un árbol del amor en el patio de su estudio, donde dice que pasa la mayor parte del día tratando de encontrar lo «indecible» mientras sigue alimentando «el ansia aburda con un oscuro optimismo», que le da fuerzas para regresar cada día con sus pinceles y sus poetas, a quienes les debe la ilusión de «creer en la eternidad», al menos como juego. Porque Jorge Gay no se «atreve» a hablar ni de Dios ni de la belleza, de la que duda que exista.

Jorge Gay: «Decir lo indecible»

PREGUNTA.– ¿Cuántas horas pasa Jorge Gay en su estudio?

RESPUESTA.– Paso muchas horas. Este trabajo es de tenacidad, constancia, perseverancia, lucidez, tozudez, terquedad… Es un trabajo insistente. Para eso se necesita silencio, recogimiento, concentración. Por eso tengo este estudio, aquí vengo a buscar y a decir lo indecible. A construir un mundo nuevo, a ordenarlo.

P.– Los escritores sentimos miedo al folio en blanco. ¿Y los pintores al lienzo en blanco?

R.– Siempre es así, y está bien que esté el miedo al blanco para atreverse a romperlo y echarse a ese vacío, para que esa línea que va a romper el abismo sea capaz de tener misterio y de definir nuevas cosas. Desde este punto trato de encontrar mi voz.

P.– ¿Cuántas obras has realizado a lo largo de tu vida, incluyendo aquellas que no has mostrado pero que están?

R.– He hecho muchísimas desde niño. Por ejemplo, el zaragozano Ángel Aransay numeró todas sus obras, yo no lo he hecho, pero sí que puedo decir que todas las he hecho con muchísima ilusión, porque este trabajo se trata de eso, de buscar lo indecible.

Para ello se necesita de un ansia absurda, de un oscuro optimismo, que te permita todos los días tener ganas y venir al estudio, y que cuando me vaya, decirme, mañana será mejor que hoy. Ese oscuro optimismo te lleva a fracasar, porque es inevitable, pero, como decía un gran maestro, a fracasar gloriosamente.

P.– ¿Dónde está hoy lo indecible, dónde lo busca Jorge Gay?

R.- En retener lo eterno, ¿sabes? En aquello que se mantiene perenne, donde el hombre de las cavernas empezó a manchar una pared…

Siempre hay esa búsqueda de lo trascendente, pero también de lo que no lo es, de lo lúdico, ir a jugar, mantenerte en el juego, ser niño. Esto te permite ir a hacer lo que quieras en cualquier momento. Ahora bien, que aquella línea sea un fluir potente, constructivo y que defina el mundo con una cierta verdad, optimismo y misterio elocuente.

Inspiración, tenacidad y poesía

P.– ¿La inspiración está en el mismo lugar o va cambiando en la búsqueda de la verdad?

R.– La inspiración existe y te tiene que coger trabajando, pero no tienes que esperarla. Es la tenacidad la que debe insistir en tu trabajo, unos días te sientes más luminoso que otros. Esa puerta luminosa de abrirte al caos, esas ventanas en las que entra una nueva luz, esa es la lucidez. A veces se tiene y otras veces no, y lo que hay que hacer es seguir trabajando, seguir escribiendo, pintando, haciendo música. En definitiva, perseverar.

P.– ¿Todas las artes se resumen en poesía?

R.- Todas las artes son la misma, todo se basa en lo mismo. La danza, la música, la arquitectura, la pintura, la literatura… Lo único que hay que ser es sagaz y conocerlas bien, encontrar sus analogías y saberlas hacerlas coincidir. Eres tú el que debes coser los caminos paralelos.

Por eso me gusta trabajar con amigos que hacen otras cosas, porque te provocan un nuevo modo de estar en el mundo. Ese es el fruto de la imaginación. Para trabajar hay que salir del estudio y buscar cosas nuevas con otras personas. Este es el enriquecimiento que tienes que ir a buscar, en el que sientas que tú creces y luego cada uno llega donde puede.

P.– ¿En la mirada está la clave para crear un nuevo lenguaje como el que tú has creado?

R.– Empleas unas definiciones que no me pertenecen. Yo hago lo que puedo. Sí que noto que hay una cierta voz propia que se va decantando con el tiempo. En eso estoy y sigo queriendo que crezca esa voz y siga contando el mundo con un poco más de luz…

P.– ¿En la luz, en la belleza, está Dios?

R.– Eso son palabras mayores. No lo sé. La belleza no sé si existe y, en este momento, es muy complejo el poder darle forma y poder definirla de un modo concreto. La belleza sería una pregunta constante. La belleza es un modo de trabajar para que la voz que tu tienes sea capaz de construir poesía.

P.– ¿Jorge Gay puede vivir sin pintar?

R.– Cuando entro en el estudio no salgo. Estoy bien acompañado, tengo a mi mujer, Nieves, a mi lado, tengo grandes amigos, pero cuando entro en el estudio me gusta estar en soledad.

«Falta amor»

P.– ¿Y se puede pintar sin amar?

R.– A mí me resultaría difícil. Al final, pintar es la construcción del silencio desde el amor. Yo antes siempre oía la radio mientras pintaba, luego pinté oyendo música, porque la radio era muy invasiva, pero la música te lleva donde quiere ella y, como decía Fellini, te lleva a lugares a los que no quieres ir. Terminé trabajando en silencio, pues el que tiene que poner la música en ese silencio soy yo.

Y todo eso desde un profundo amor, porque si no… Siente que creces en el amor para poder expresarte, sin ningún grado de misticidad ni de religiosidad interpuesta, pues me parece que eso es otro mundo. El amor para defender lo que tienes delante y tu postura.

P.– Sin ánimo de enjuiciar a otros, pero sí con el propósito de ser crítico con el mundo, ¿tal vez a esta sociedad le falta ese amor para crear una corriente que nos llegue a mover a través del arte?

R.– Falta muchísimo amor, desde luego. Y antes de amor, falta una cierta actitud de respeto, tolerancia y un estar en el mundo de un modo abierto. Lo que está ocurriendo es una barbaridad. En Gaza, Ucrania… Pero estar desde aquí, definiendo posturas tan duras, creo que conlleva una cierta frivolidad, puesto que necesita más compromiso social. Desde mi arte intento construir un mundo sereno que ayude y anime.

«El mercado del arte no es arte»

P.– ¿Cuánto ha cambiado el mercado del arte desde que comenzaste? Hay dinámicas que se han transformado mucho, como las galerías…

R.– Eso ha cambiado muchísimo. Cada vez estoy más fuera de ese mundo, me siento alejado. He expuesto en galerías y trabajado con ellas en Madrid, Barcelona, Bilbao, en el extranjero, pero el mercado del arte no es el arte. Son preguntas que tienes que hacer a otras personas. Se están rompiendo los parámetros en los que yo me movía, y desconozco cómo está el mercado en este momento y, sobre todo, es que no me interesa absolutamente nada.

P.– Tu estudio tiene orden, dentro del desorden. Hay muchos libros…

R.– En el piso donde vivimos caben pocas cosas, y tuvimos que traer mucho de lo que ha ido sumándose en la vida. Si pintar es ordenar la memoria, el estudio tiene que tener ese incierto orden para poder encontrarlo.

Si tengo todos estos libros es porque me encuentro bien teniendo cerca a los poetas y pintores que admiro, me siento arropado. Todos alientan para que este optimismo sea posible. Procuro acudir a ellos y no a la herida tremenda de la metafísica, eso es desbordante.

P.– ¿Ahí está la eternidad, el convencimiento de que uno puede hablar más allá de la muerte?

R.– Yo hablo de la eternidad en modo poético. Si me refiero a ella lo hago como algo que flota y que yo puedo retener en una pincelada o en una frase, que yo crea en ella… eso ya es otro mundo, aunque me permite volar y soñar. Soy un hombre descreído, ¿sabes?

P.– Hablabas de ese niño, ¿da nostalgia recordar la mirada de ese joven?

R.– Yo tuve una infancia feliz, en La Codoñera (un pueblo de Teruel), donde se me descubrió la luz, el paisaje, y a él acudo. En mi tiempo era casi un insulto decir que ibas a hacer Bellas Artes o al menos una gran preocupación para los padres, en los míos no. Mi padre pintaba, siempre me animó y me invitaba a ir con él. Tengo en mis ojos los paisajes de la infancia muy llenos desde todos los sentidos.

Pero todo eso que es nostalgia, yo no vuelvo a atrás para recrearme en ella, sino para dar un paso adelante.

El azul según Jorge Gay

P.– Descríbeme el azul y los azules.

R.– El azul parece ser que es un color muy espiritual. Alguien dijo alguna vez en un escrito que era el pintor de los azules y los deseos. Yo uso mucho el azul como un color con el que se puede volar. Es el sinónimo del cielo, del mar. Hay tantos componentes azules en lo que nos rodea que es la suma de la vida.

Pero yo procuro que la paleta sea amplia, y se trata de saberlos mezclar, aunque prevalezca el azul.

P.– ¿Qué es para ti el toro, el torero? Has pintado sobre ello. ¿Es una fuerza de inspiración?

R.– Hoy me siento muy alejado del mundo de los toros, no necesito ni tanto valor ni tanta sangre para descubrir el mundo, pero sí que es cierto que de niño lo he vivido. Mi abuelo paterno era cronista taurino en El Heraldo de Aragón y ABC, y hasta hice una película de torero para explicar el mundo del arte.

El pasodoble, las chicuelinas, las gaoneras se me han vuelto nostalgia. Tengo un poema muy largo dedicado al mundo de los toros. Íbamos con mi padre a los toros, era muy divertido, en aquel entonces la maldad no existía. Todo era jovialidad y luz.

P.– ¿De todas las palabras que hay en nuestro diccionario o, juntándolas, algún verso, se vuelve el rumor de tu silencio?

R.– Que perviviera el amor, que canta Gerardo Alquézar en su último poemario, sería una manera idónea de terminar un poema o esta conversación. «Que no se desprendan los pétalos del vientre de las flores…».

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