Ahora no habrá investidura

Ahora no habrá investidura
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

En realidad, los periodistas no debemos hacer pronósticos ni, mucho menos, adivinaciones. No nos pagan para eso. Esas clases de piruetas quedan para los Rappel de turno. Pero una cosa son los agüeros más o menos comprometidos y otra muy distinta un pronóstico político fundamentado en datos y claves incontrovertibles. Y en eso estamos ahora, en adelantar con prudencia pero con suficiencia, que la investidura que pretende ganar Sánchez en este julio se va a quedar en agua de borraja.

Ahora mismo el presidente en funciones tiene las mismas posibilidades de ser reelegido en el Parlamento que las que tengamos usted y yo amable (o no amable, que de todo hay) lector. En toda la panoplia de negociaciones que se están cumpliendo para abrir ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autónomos o yo qué se qué otras instituciones más o menos inútiles, sólo para el Ejecutivo nacional hay una respuesta cierta: en julio, Sánchez no será elegido jefe del Gobierno. Sus potenciales socios, que son de cualquier camada y de variado pelaje, no tienen la menor intención de votarle, van a hacerle sudar la camiseta este verano creemos que en Mojacar si acude a su adosadito de la antigüedad, o en cualquiera de las residencias oficiales en la que se encuentra como si fueran su cortijo particular.

Con Podemos y su agónico líder, el adán Iglesias, lo tiene todo perdido. El comunista no ha conseguido arrancarle a su pertinaz interlocutor algo más que calderilla política y administrativa. Sánchez ha toreado al ultra Iglesias y esta vez ni siquiera se ha molestado en mentirle, que es la cualidad en la que mayormente destaca el provisional inquilino de la Moncloa. No ha habido claramente negociación entre ambos, aunque, eso sí, el radical socialista le ha ofrecido gestos para calmar su ansia de poder. El último de estos gestos le ha agradado, según todas las opiniones, extraordinariamente al todavía jefe de Podemos. Ha sido la rufianesca entrevista al terrorista Otegui en la televisión gubernamental. Sánchez ha propiciado este desmán como para decirle a Iglesias. “Ves: estamos trabajando para componer una mayoría de izquierdas que haga imposible la resurrección de las derechas”.

Seguro que el miércoles por la noche, tras la emisión de esa canallada televisiva, Iglesias telefoneó a su colega etarra para agradecerle que, por una vez, sea él que se ha puesto a tiro. Pero en eso se ha quedado todo, Sánchez, el ufano rey de los vinos, no le ha dado a su aliado de la siniestra ni siquiera un saci. De forma que Iglesias, tan pelotudo él, se levantará en la próxima investidura y gritará, para que le escuchen bien en Venezuela e Irán, sus patrias de adopción, “¡No!” y con las mismas se irá de veraneo, aunque entre el fresquito de la sierra madrileña donde mora, y su piscina de “Madrileños por el mundo”, no necesitará mayor despliegue en viajes y estancias.

Y si el comunista no le va a arropar, tampoco lo hará el hombre objeto de todas las presiones: Albert Rivera, cuya egolatría ha sido zarandeada en los pasados días por un economista que lleva en su ADN el gen socialista, Tony Roldán, y otro de la misma especie al que desde la Sexta se le ha venido convenciendo que nadie como él, y su sapiencia infinita, para propulsar a España hasta los más alto de la primogenitura universal. Rivera está que trina y eso que aún no se ha enterado del todo de lo que pueden preparar los díscolos, que no es otra cosa que una operación muy parecida a la que en los ochenta urdió Francisco Fernández Ordóñez: un partidito de coyuntura (Partido de Acción Democrática se llamó aquel) que fue sólo un apeadero provisional entre la militancia en la UCD y su llegada con grandes aspavientos al PSOE. De ahí que Rivera, que puede ser un egocéntrico desbocado pero que tiene poco de tontito de pueblo, haya recomendado a los fugados que se vayan con viento fresco a otra casa porque él no quiere moscas testiculares en la suya.

Es decir, que la investidura queda muy probablemente para cuando llegue septiembre, pero téngase en cuenta esta certeza: al minuto siguiente de no recibir la aprobación del Congreso, la cuenta atrás empieza a correr y cuarenta y siete días después, si antes no hay acuerdo, habría que abrir de nuevo las urnas generales. ¿En qué fecha? Pues si la primera investidura fallida se celebra en la segunda quincena de este julio, no habría otro remedio que convocar elecciones o para el domingo 29 de octubre o para el 10 de noviembre. Fechas muy comprometidas políticamente porque para entonces ya se conocerá la sentencia condenatoria de los golpistas del 17 y no es improbable que sus socias rebeldes independentistas puedan reaccionar convocando elecciones catalanas. Un lío más que añadir al que ya tenemos organizado en España y del cual, dicho sea de paso, están/estamos los españoles hasta los mismos c… Y es que como los políticos continúen dando esta lección de asombrosa estupidez, de egocentrismo rencoroso, no es difícil que en una nueva ocasión los electores se inclinen por votar a Bríos, un eufemismo nada democrático cuyas gestas podemos encontrar todavía en la colección, que existe, de “El guerrero del antifaz”.

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